Nuestros 10 juegos favoritos de la saga The Legend of Zelda

En el momento de escribir estas líneas quedan pocos días para la aparición de la última iteración de la franquicia The Legend of Zelda. Tears of the Kingdom es un título llamado a impactar profundamente en la saga y, por extensión, en el videojuego moderno. No sabemos qué lugar ocupará en una hipotética lista de las mejores entregas, pero sí podemos jugar a clasificar lo que ya tenemos. Ya, por la red revolotean decenas de listas muy parecidas a esta, sabemos que no es el colmo de la originalidad, pero sí nuestra visión: aquí tenéis lo que es, para nosotros, el top 10 de la saga Zelda, una lista tan robusta que nos ha obligado incluso a hacer dolorosas renuncias: tanto Twilight Princess como Oracle of Seasons y Oracle of Ages, ausentes todos en este ranking, son obras maestras. Pero había que recortar.

En unos días, como sea, es más que probable que esta lista esté desastrosamente desactualizada, pero hoy por hoy, esto es lo que es. Nuestro humilde homenaje al catedralicio universo planteado por Shigeru Miyamoto, una de las dos mejores franquicias de videojuegos de todos los tiempos.

10. Link’s Awakening (1993 – Game Boy)

El sucesor de A Link to the Past no fue sólo una traslación al entorno portátil de su hermano mayor, fue también un giro refrescante a lo planteado en Super Nintendo. Una perfecta arquitectura de narrativa minimalista, suerte de Twin Peaks de fantasía, que planteaba, en medio de una trama cien por cien Zelda, un agradecido y refrescante sistema de cadenas de favores. Fue un pelotazo en su momento y a día de hoy queda como “el otro” gran imprescindible de la consola junto a Tetris.

9. The Minish Cap (2004 – Game Boy Advance)

Nuevo regreso de la saga a las 2D, la mejor entrega de la serie en Game Boy Advance destilaba un encanto irresistible gracias a unas animaciones increíbles y un pixel art delicioso. Pero sobre todo estimulaba las meninges gracias a una mecánica que permitía un constante cambio de escalas entre el Link de tamaño normal y el de tamaño minish, diminuto como una avellana. Un jugueteo que daba pie tanto a un sinfín de nuevas posibilidades jugables como a nuevos hallazgos artísticos. Una entrega entrañable, accesible y no menos emotiva.

8. Skyward Sword (2011 – Wii)

Cierto despiste generalizado rodeó el lanzamiento de Skyward Sword. Su control gestual descolocó a medio universo gamer y su mundo fragmentado planteó una ruptura de paradigma que costó asimilar. Pero hoy, con un remaster HD para Switch en las estanterías, sus atributos se hacen más evidentes que nunca: Skyward Sword siempre fue un juego atrevido, valiente -también irregular en algún que otro aspecto-, sofisticadísimo en su diseño de mazmorras y artísticamente, en su aproximación de aires impresionistas, absolutamente deslumbrante.

7. A Link Between Worlds (2013 – Nintendo 3DS)

En pleno 2013, con el 3D instalado en la saga desde hacía tres lustros, A Link Between Worlds recuperaba una vez más el planteamiento de cámara (cuasi-cenital) de los primeros Zelda. Sin embargo el guiño al 2D no se limitaba a eso: como en tantos otros momentos de la serie A Link Between Worlds esgrimía como más poderosa arma una mecánica brillante: la posibilidad de fundirse con los muros en un “Link pintura” bidimensional, capaz de desplazarse lateralmente y acceder a rincones específicos vetados a su versión tridimensional. Un redimensionado (nunca mejor dicho) del diseño de niveles absolutamente genial.

6. Majora’s Mask (2000 – Nintendo 64)

Planteado como un reverso tenebroso de Ocarina of Time, con el que conforma el díptico de zeldas para Nintendo 64, esta especie de secuela oscura llevaba el juego temporal un paso más allá. Y es que Majora’s Mask no sólo contaba con una historia profunda y emocionante y una mecánica particular estupenda (el uso de máscaras específicas para distintas situaciones) sino que articulaba un esquema narrativo a lo “día de la marmota” que reflexionaba sobre el paso del tiempo y la vulnerabilidad ante el destino a la vez que planteaba un reto mecánico brillantemente ejecutado.

5. The Legend of Zelda (1986 – NES)

El primero, el original y… quizá el más opaco. No se puede negar que enfrentarse hoy a la primera aventura de Link resulta en un trago de complicada deglución. Pero una vez se asume su relativo hermetismo -y rejugado con la experiencia de varios títulos posteriores a las espaldas- el primer Zelda se revela como una aventura expansiva, carismática, excitante y, en fin, preciosa. Aquí empezaba, nunca mejor dicho, la leyenda. Y aquí, en estos píxeles de 8 bits, sigue instalada casi tres décadas después su máxima expresión.

4. Ocarina of Time (1998 – Nintendo 64)

De algún modo le llegaba la mayoría de edad a Link -guiño- con Ocarina of Time, un giro oscuro (quizá no tanto como el que estaría por venir) pero especialmente una expansión bestial de los planteamientos aventureros videolúdicos, apoyada en el salto a los entornos tridimensionales y sustentada en una trama más madura que nunca. Una exploración del tema de la responsabilidad y un juego temporal que marcó una época… y con ella a una generación de jugadores que permanecían con la mandíbula desencajada tras la llegada de aquella totémica quinta generación de consolas. Muchos lo consideran el pináculo de la saga y aunque -ya lo veis- no es nuestro favorito, no tendríamos demasiados argumentos para discutirlo.

3. Breath of the Wild (2017 – Nintendo Switch)

La hasta ahora mismo última entrega es, en todos los aspectos, la más masiva. En tamaño, en ambiciones artísticas y de diseño y, especialmente, en posibilidades mecánicas. No podía haberse ambicionado una mejor manera para estrenar la por entonces recién alumbrada Switch que con esta incontestable maravilla, una aventura ligera y sin embargo muy profunda que nos transporta a un Hyrule renacido pero a punto de caer en otro apocalipsis por obra y gracia del viejo Ganon. Breath of the Wild toma todos los elementos que hacen grande a la marca y los sublima en un discurso eterno, dando forma a un juego cuya libertad y cantidad de posibilidades de jugabilidad emergente dan pleno sentido al término sandbox.

2. The Wind Waker (2002 – GameCube)

¿Hundir Hyrule en el fondo de un océano? Por qué no. ¿Visitar solamente las islas que permanecieron en la superficie? Arriesgado, pero podría funcionar. Y funcionó. Una idea a priori abocada al fracaso terminó en realidad convertida en la posibilidad de un ejercicio de exploración generador de emociones constantes y duraderas y contenedor de una belleza infinita en un formato cel shading muy cartoon. A bordo de su barca parlante Link se enfrentó a una aventura distinta a todo lo visto hasta el momento, alternando las actividades asociadas a los mundos abiertos con el misterio narrativo propio de la saga y un diseño de mazmorras ya muy difícil de superar, quizá sólo igualado por las de Skyward Sword. Una obra, en fin, que transmite un sense of wonder irrenunciable, una personalidad innegociable y ostenta el poder de permanecer en el recuerdo para siempre.

1. A Link to the Past (1991 – Super Nintendo)

Tras el (hoy día reivindicable) sonado tropezón de Zelda II Link se levantaba con más fuerza que nunca para rubricar su mejor aventura hasta la fecha. Una auténtica fantasía de diseño -con el gimmick del mundo oscuro como joya de la corona- con un arte pixelado espectacular y ultracarismático, quizá uno de los más bonitos jamás creados, una historia infinita en sorpresas y buenas ideas y una jugabilidad afinadísima marcada por la recuperación de la cámara cenital de la que prescindió su predecesor. Si el primer Zelda ponía los cimientos, este marcó las líneas a seguir y se mantiene aún hoy como una obra sin mácula, clásica y rabiosamente contemporánea. Aquí empezó lo realmente grande. Leyenda.

Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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