5 películas sobre el juego y los casinos
Hay días de esos en que a uno le apetece ponerse tonto, dejar la actualidad un poco de lado (no ocurre mucho nada en el mundo del cine en estos últimamentes) y dar pábulo a su cinefilia más juguetona. Esa que nos impulsa a clasificarlo todo porque sí y sin demasiada justificación, a confeccionar listas jerarquizando nuestras preferencias respecto a un tema y varios días después preguntarnos en realidad por qué pusimos una antes que la otra. Ya sabéis, el divertido mundo de las listas. ¿Y qué tema más cinematográfico para todo ello que el de los casinos, las apuestas y los jugadores profesionales compulsivos? ¿Quién no se ha vuelto loco esperando ese giro de la ruleta que cambie el destino, que se lo haga perder o ganar todo de golpe al De Niro o al Pesci de turno?
El naipe da bien en pantalla, las timbas son poderosas fuentes de suspense thrilleresco, los hustlers son figuras figuras atractivas con un acentuado aura de romanticismo macarra. Las Vegas y Mónaco son escenarios eternos que todos quieren visitar una y otra vez. Es y siempre ha sido así. Y a nosotros nos encanta.Así que, de manera bastante aleatoria y con un ánimo puramente lúdico (nunca mejor dicho), nos lanzamos a elaborar nuestro top 5 de películas sobre el juego. Y luego ya, en los comments, os quedáis a gusto con vuestras propias preferencias.
Adelante pues…
5 – Miedo y asco en Las Vegas (Terry Gilliam, 1998)
Pequeña trampa, claro. Miedo y asco en Las Vegas no centra su atención entorno al mundo del juego, ni tampoco transcurre en un casino. Pero, a raíz de sus cualidades alucinatorias y en virtud del material del que partía, los escritos de Hunter S. Thompson, auténtico gurú de lo opiáceo y figura de culto literario total, la película de Terry Gilliam se convirtió al poco de su estreno en un título incansablemente reivindicado por los amantes de lo bizarro. Y no era para menos. El trip que llevaba a un dislocado Johnny Depp y a un peor Benicio del Toro a través del desierto de Nevada hacia Las Vegas cargados de todo tipo de sustancias prohibidas contenía suficientes dosis de épica lisérgica como para convertir a Michael Haneke en un fan de Tom Jones.
4 – Ocean’s Eleven (Steven Soderbergh, 2001)
Sólo George Clooney y Brad Pitt podían substituir (si no en encanto sí por lo menos en impacto popular) a los protagonistas de La cuadrilla de los once original: Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis jr. Y sólo Steven Soderbergh podía mejorar esa misma versión dirigida por Lewis Milestone en 1960. Sí, mejorar. Porque Lewis Milestone fue un señor a quien le acreditamos brutales obras maestras. Pero esta no era una de ellas. Oh, en cambio haced la prueba: vista más de diez años después, y obviando sus irregulares secuelas, la de Soderbergh se mantiene como una comedia entretenidísima, una hiperingeniosa película de grandes golpes y una reunión en la cumbre de estrellazas quitahipos. Un divertimento, sí, pero rodado como Dios.
3 – Casino (Martin Scorsese, 1995)
Martin Scorsese intentaba repetir en 1995 la gesta que había conseguido un lustro antes con Uno de los nuestros: ilustrar las clases criminales de Estados Unidos, o por lo menos, alguno de sus sectores, mediante un fresco vivo y rabioso que diera constancia del devenir de la sociedad occidental forjada a partir de la II Guerra Mundial. Sólo que en este caso partía del novelón de Nicolas Pileggi (Casino: amor y honor en Las Vegas) para montar un drama negruzco a mayor gloria de los dueños de los grandes Casinos de Las Vegas. Pero a parte de ello, Casino transpiraba una fuerza cinética, una narrativa operística y una tensión dramática cercana a la de la citada, todo en una película apasionante que a la postre regalaba a Sharon Stone uno de los mejores personajes de su carrera.
2- Las tres noches de Eva (Preston Sturges, 1941)
Otra que no está centrada en el mundo del juego, pero que sin embargo contiene una de las partidas de cartas más memorables de la historia del cine. Una mano trucadísima, por supuesto, por parte de una arrolladora Barbara Stanwyck -ayudada por su padre, interpretado por Charles Coburn- que se llevaba por delante al pobre Henry Fonda, en uno de los papeles más screwball de su carrera. Momento fundacional de una relación que nace en un transatlántico y que pasará por todas las etapas de la comedia romántica y de enredo (esto es, pura montaña rusa) hasta llegar a su lógica conclusión. Y que, de paso, se convertirá no sólo en uno de los ejemplos más memorables del género sino también en una de las películas más audaces y atrevidas de los 40.
1 – El rey del juego (Norman Jewison, 1965)
El rey del juego, The Cincinnati Kid en su versión original, no transcurre en casinos ni se mueve entre las clases más poderosas de la sociedad ludófila. Todo lo contrario. Pero es que este drama con pinceladas de thriller dirigido por Norman Jewison (El Grande) en 1965 certificaba la imagen del jugador cuasisolitario (cuasi, cuidado) y lo personificaba para la posteridad en el icónico Steve McQueen. Una película que navega entre las brumas de un potente aire de clasicismo y el cool más sesentero y que va creciendo poco a poco hasta estallar en un final de antología: ese en el que McQueen se reunía finalmente en una timba mortal con su gran némesis: un gigantesco Edward G. Robinson.