A propósito de Artavazd Pelechian
Si hace un par de semanas decidíamos rescatar del olvido y compartir con todos vosotros parte de la obra del grandísimo Karel Zeman, hoy continuamos empecinados en esto de la justicia poética y nos hemos propuesto volver a ejercerla con uno de los cineastas, para el que esto suscribe, más brillantes y desconocidos de toda la historia del cine: Artavazd Pelechian.
Cineasta armenio que comenzó a rodar a mediados de la década de los 60, todavía sobre el yugo soviético, y que prácticamente continuó siendo un absoluto desconocido para el resto del continente hasta principios de los años 80, cuando el crítico francés Serge Daney tras un viaje a dicho país, publicó en Libération lo que él consideraba como “el eslabón perdido del cine”, pero no sería hasta el 88, gracias a una retrospectiva que le realizaron en el festival de Rótterdam (conjunto con otro genial cineasta soviético, Sergei Paradjanov) cuando sus obras empezaron a verse fuera de la zona roja y a granjearse admiradores (entre ellos, el maestro Godard, que dijo que “su lenguaje era anterior a Babel”).
Si Pelechian se caracteriza por algo principalmente, además de por siempre estar apegado al formato documental, es por ser (como tantos otros cineastas soviéticos) un teórico del montaje, tanto que llegó a crear una forma propia de realizarlo mediante su Montaje-Distancia, que se alejaba tanto del montaje tradicional continuo (su sentido viene dado por el montaje racional de los planos y las escenas de forma sucesiva), como del de la propia teoría soviética durante los 20 y los 30 (el efecto Kuleshov o el de atracciones de Eisenstein, que creaban un significado nuevo mediante la unión de dos imágenes heterogéneas), describiéndolo en palabras del propio director como “tratar de mantener las dos imágenes que crean el significado separadas una de la otra; tensando así la relación entre ellas y haciendo que dialoguen a través de la secuencia de planos que las separan”.
Vamos, que las resonancias de esas imágenes relacionadas se extienden también a las imágenes que no forman parte de esa relación, haciendo que sobrevuele por todo el metraje y otorgándole un valor expresivo y simbólico al conjunto de la obra, emparentándolo con el eterno retorno y la repetición (toda imagen se va para acabar volviendo) mediante su estudiada estructura de composición, dónde la música y el primer plano (fijación por el rostro de las personas) guardan una importancia capital, llegando a asfixiar muchas de sus imágenes y que demuestra la capacidad poética que esconden todas sus obras, siempre más cercanas a la pura emoción (aquí el adjetivo cine-poético si está bien utilizado, no como tantas otras veces cuando se utiliza en esto del cine) que no a la mera narración.
La obra de Pelechian apenas engloba 10 películas (formado íntegramente por cortos o mediometrajes), con no más de 3 horas totales de duración, y que ofrece la oportunidad de poder ver toda la evolución del autor
en una misma tarde (algo muy importante para la correcta valoración de cualquier obra fílmica), con mayor motivo si cabe, ya que prácticamente todos sus films están subidos a Youtube gratuitamente y de forma totalmente legal, además que la mayoría carecen de texto o diálogos, haciendo así más sencillo el hecho de hacéroslos llegar.
Nosotros hemos seleccionado algunos de los que nos parecen más brillantes para compartirlos con todos vosotros, pero si os interesa os resultará tremendamente fácil llegar al resto. Pocas veces me veréis ponerme tan tremendista pero, hacedme caso, incluso para el espectador actual, saturado de imágenes y discursos, el cine de Pelechian no os dejará indiferentes ya que seguramente estemos ante uno de los más importantes directores vivos (sí sí, sigue vivo, pero dejó de rodar películas en 1994 después de su última obra Fin, por propia decisión, ya que consideraba que «ya había dicho todo lo que tenía que decir») y con una de las obras más impactantes y emotivas que recuerdo. Disfrutad de Pelechian, ya que por desgracia, en esto del cine, pocos cineastas similares hemos podido conocer durante toda la historia.
Esperemos que, tarde o temprano, tenga el reconocimiento que merece, hasta entonces, aquí una pequeña muestra de sus magníficos trabajos:
Beginning
(1967 / Sin diálogos 9 min)
Mediante un soberbio montaje experimental de fotos, material de estudio y grabaciones de estudio, Pelechian no sólo nos muestra los hechos acaecidos durante la Revolución de octubre de 1917, sino que realiza un repaso sobre diversos movimientos revolucionarios en la historia reciente, dando una visión simbólica de los mismos.
The Seasons
(1972 / Sin diálogos 28 min)
Seguramente el film más reconocido a nivel crítico de Pelechian (aunque no de este servidor, todo y parecerme excelso y significar, sin lugar a dudas, el más claro ejemplo de su teoría principal de montaje). Muestra la armonía y contradicción existente entre los habitantes rurales y la naturaleza que los envuelve.
Nuestro siglo
(1983 / Sin diálogos 49 min)
Describe los avances tecnológicos relacionados con la aventura espacial del ser humano durante el s. XX, con una descripción muy irónica sobre los logros técnicos y la agonía humana por su existencia.
Life
(1993 / Sin diálogos 7 min)
Única obra en color del cineasta. Representa, mediante un larguísimo y asfixiante primer plano (que recuerda al de Ten Minutes Older (1978), del también soviético Herz Frank) a una mujer que está dando a luz a su criatura, relacionando a su vez, esa dicotomía placer/dolor que supone un parto. Los 7 minutos más bonitos que servidor ha visto en una pantalla en toda su vida. No os lo perdáis.
End
(1994 / Sin diálogos 9 min)
Diversas personas son retratadas en el interior de un tren, emigrantes que se dirigen hacia Moscú y que gracias a las imágenes y el montaje de Pelechian basculan entre la fatalidad y la esperanza de la nueva vida que les espera.