Análisis de Bayonetta 3 (Nintendo Switch)
PRÓLOGO
Astral Chain. World of Demons. Babylon’s Fall. Sol Cresta. Hasta un remaster de The Wonderful 101. Todo esto es lo que ha ocurrido en PlatinumGames desde que se anunció hace un lustro, ahora vemos que un poco a lo loco, Bayonetta 3. Ha sido un tiempo, sí. Ya puestos, recordar que en ese lapso vivimos una pandemia, Trump perdió las elecciones pero dejó emponzoñado el panorama político a su paso, el movimiento #metoo abrió nuevas puertas de esperanza para combatir los abusos machistas, Rusia declaró la guerra a Ucrania y los Talibanes regresaron al poder. Brexit, la reina al hoyo y Elon Musk se carga Twitter. Pero a Bayonetta parece darle todo igual: vuelve ocho años después de la segunda entrega, suelta un glorioso It seems I’m unfashionably late y ya nos volvemos a olvidar de todo. Nada ha ocurrido entre el 2 y el 3. Muy poco ha cambiado en el universo creativo de la Bruja de Umbra. El espíritu de despreocupación, evasión, desconexión de todo lo externo. Eso es lo que mola de Bayo. Eso es lo que Hideki Kamiya y su troupe cultivan.
VERSÍCULO 1
Bayonetta 3 dispara hacia el infinito, ya desde sus primeros minutos, todo lo que hizo grande a la saga. Y lo magnifica. Si la sutileza nunca estuvo en los planes de Platinum aquí parece que se hayan autoimpuesto una cláusula de disparate. Todo es, una vez más, enorme, operístico. Sus set pieces son delirantes escaladas de catástrofe y destrucción over the top. El resultado, un clímax de 15 horas de caos en crescendo, ideas chifladas y… absoluta finura en las mecánicas de combate. Una elegancia que parece ajena a casi cualquier otro estudio de desarrollo. Sí, de nuevo hay plataformeo y exploración, búsqueda de coleccionables y algún que otro puzle. Pero a Bayonetta se viene a pegar como en ningún otro sitio se pega. Y en ese sentido la recompensa es incalculable, agotadora y liberadora: volver a pillarle el tempo a la esquiva, alternar combos con invocaciones y transformaciones, superarse una y otra vez en las puntuaciones (su vocación de arcade nos empuja a ello), todo eso es el core de la experiencia Bayonetta y todo vuelve a estar aquí. Si no es el tiempo brujo -esa suerte de bullet time de precisión milimétrica- una de las mejores implementaciones mecánicas de la esquiva en eones, yo ya no sé.
[PLATINO PURO]
VERSÍCULO 2
Sin embargo el sistema de combate no es lo único que se conserva en el bayoverso. Porque Bayonetta no es Bayonetta sin su dirección artística. También a este respecto los de Platinum parecen haber echado a la hoguera cualquier conato de sentido común para representar este mundo donde lo cotidiano se topa con lo místico, donde los asuntos brujiles se amalgaman con una especie de demencial hipertecnología arcana, en una mezcla hortera e irresistible. Y muy cool. Bayonetta 3 sigue siendo un juego tremendamente cool, absurdo, intenso y petardísimo… que sin embargo pide a quien se ponga a sus mandos un salto de fe extra a la hora de asimilar determinados conceptos relacionados con el buen gusto estético… y con cierta hipersexualización del cuerpo femenino. No conviene obviarlo: Bayonetta siempre ha sido un personaje conflictivo a ese respecto. Pero, sin pretender amortiguar tan necesario debate, sí voy a apelar a un concepto que creo clave en todo esto. Autoconsciencia. Hay algo cándido en la torpeza que muestra PlatinumGames en la cuestión de la representación de estereotipos físicos -también en lo tosco de su humor- pero lo que no se le puede negar es que manejan, con descaro y brocha muy gorda, el concepto de mujer empoderada. No estoy justificando ciertas líneas creativas, ojo, pero de verdad creo que en Bayonetta hay, siempre ha habido, una sincera voluntad autoparódica.
[ORO]
VERSÍCULO 3
Ojo, hay novedades. Algunas gloriosas. Otras no tanto. Por un lado, en el positivo, están las invocaciones demoníacas, una función que permite hacer aparecer en el campo de batalla enormes monstruos que pueden usarse incluso para culminar combos o hacer contragolpes. Es una capa más de complejidad estratégica en un combate que, como decía, rebasa la excelencia en (casi) todo momento. Además, resulta en un bonito homenaje al cine de kaijus, un guiño que ve su momento de mayor impacto en ciertas peleas cuerpo a cuerpo presentadas en plano lateral. Muy juego de lucha 2D solo que más lento, majestuoso, pesado en el mejor de los sentidos. La cosa referencial no queda ahí. En Bayonetta 3 hay más coqueteos con otros géneros (shmups, juegos de ritmo, de conducción…) y con ello más homenajes a la historia del medio: las fases de infiltración y sigilo de Jeanne nos llevan a Metal Gear Solid. Los shooters on rails a Panzer Dragoon. Algunas mecánicas de puzle concretas a The Legend of Zelda. Y ciertos escenarios nos remiten a los primeros God of War. Tanta salida de tono, sin embargo, juega un poco en contra del big picture hasta lastrar el ritmo general, que en ocasiones respira un poco hipado. Es cosa de ser constantemente autosaboteado por segmentos necesariamente menos interesantes, más pausados o de planteamiento jugable demasiado disruptivo. Tampoco ayuda la inclusión de un nuevo personaje de implementación mecánica más torpona: al mando la debutante Viola se siente extraña. Sus tempos son diferentes de los de Bayonetta, sus patrones ofensivos, y sobre todo, defensivos, fluyen distinto. Y en un juego de y por Bayonetta “distinto” no pueden sino equivaler, desgraciadamente, a peores: Viola activa el tiempo brujo usando su katana para ejecutar el parry. Sus movimientos son menos gráciles y tienen menos posibilidades. Una pena: dentro de la lógica bayonettesca el diseño de Viola es divertido, su planteamiento excitante y su invocación (Cheshire, un gigantesco gato lisérgico) convenientemente mamarracha. Pero algo en ella parece mal ejecutado. Especialmente por comparación.
[PLATA]
VERSÍCULO 4
Pero volvamos a las cosas que nunca cambian: mentiría si dijera -si cualquier fan de la saga lo hiciera- que juego a los Bayonetta por su historia. Sí, es un viaje lleno de giros bizarros, apariciones estelares e ideas dramáticas que pretenden torcerle el culo a uno. En este caso, una historia relacionada con el multiverso y la existencia de infinidad de Bayonettas paralelas que nos permite visitar distintos niveles (Egipto, París, Tokio, Nueva York y varios no-lugares místicos) persiguiendo a Singularity, el tipo que quiere destruir todos los universos. Algo así. No preguntéis mucho más porque aquí se viene a lo que se viene. Y a ese respecto el guion cumple: durante la mayor parte del viaje sugiero no se le busquen los tres pies al gato y la trama funcionará de perfecto catalizador de las mamarrachadas, los gags idiotas, los constantes bailes y las locuras ludonarrativas a las que aspiran Kamiya y los suyos. Eso sí, el remate, en el capítulo final, es francamente espectacular: un emotivo clímax narrativo para todo lo visto hasta ahora, no sólo en esta entrega sino en toda la saga.
[PLATA]
VERSÍCULO 5
Menos excusable es el nivel técnico de una entrega que se ve algo mejor que sus predecesoras pero que en muchos casos parece más propio de (¿dos?) generaciones anteriores. Sí, la Switch da para lo que da, nunca ha sido un monstruo tecnológico. Y también comprendo que Platinum ha ensanchado algunos espacios (las arenas son más grandes) y, sobre todo, ha priorizado el rendimiento, teniendo que sacrificar muchos recursos, descuidando la resolución, las texturas y la iluminación: es innegociable que el framerate de un Bayonetta se mantenga más o menos estable a un nivel medianamente elevado. Y salvo caídas puntuales lo logra. Pero más graves son algunos problemas de legibilidad y ciertos tropiezos con la cámara que ponen palos en las ruedas de una jugabilidad fluida y sin sobresaltos. Al final, con tanto bache técnico es la dirección de arte la que tiene que salir al paso, excusar ciertas chapuzas y salvar la papeleta a un acabado más bien justito.
[BRONCE]
VERSÍCULO 6
Parece que hayamos ido cuesta abajo en este análisis cuando en realidad eso es exactamente lo contrario de lo que hace Bayonetta 3. Su crescendo es descacharrante y todas las bondades que exhibe en disposición climática son irresistibles. Porque la saga sigue conservando ese toque especial y esta entrega en particular -aviso tarde porque llegados a este punto quizá podríais haberos ahorrado todo lo dicho hasta ahora- se pasa por el forro todas sus carencias a base de morro, petardeo y estilo, pero también oficio. Un toque maestro indescriptible, etéreo. Ese je ne sais quoi que exhiben las mejores obras de Platinum, un aura de chulería autoconsciente que nos hipnotiza para hacernos creer que cuando están ellos no hay nadie más. Que, como decía al principio, en el mundo exterior no ocurre nada más. Y un poco es cierto: no hay parangón. Quizá solamente una obra maestra como Devil May Cry 5 pueda medirse cara a cara hoy día con Bayonetta 3 en el terreno de los hack’n’slash contemporáneos y eso, creo yo, es un halago a la altura de muy pocos.
[PLATINO]
Trailer de Bayonetta 3
Bayonetta 3: el bayoverso de la chaladura
Por qué jugar a Bayonetta 3
En su tardía, esperadísima tercera entrega Bayonetta ha sabido destilar y reforzar todos los elementos jugables y estéticos que siempre la han hecho grande. Y a pesar de que ciertos añadidos en el gameplay lastran un poco el conjunto, cuando quiere brillar, que es casi siempre, vuelve a demostrar que la Bruja de Umbra never loses its lustre [PLATINO PURO].