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Análisis de Card Shark (PC, Nintendo Switch)

Juego de cartas sin deckbuilding. O juego de habilidad con cartas. Las cartas, realmente, son casi una excusa en Card Shark. Un referente estético, un marco conceptual, un icono visual si se quiere. Pero esto va de algo mejor y más divertido que jugar a cartas: hacer trampas con ellas. Adentrarnos en el mundo excitante, arriesgado, a menudo moralmente patillero, de los trileros. De los truhanes y los “magos” (los de tomarle el pelo a la gente, no los de invocar demonios). De los engañabobos, los artistas del birlibirloque cartomágico. De la picaresca, en fin, volcada en aplicar todo el ingenio disponible no en arreglar este mundo sino en ver cómo tangar al próximo incauto.

Se daba mucho semejante rufianesca, supongo, en los aledaños de las cortes galas en el siglo XVIII y ahí es exactamente donde y cuando se sitúa la obra de Nerial. En la Francia pre-revolucionaria de Voltaire y compañía, donde un pobre criado mudo es acusado de asesinato (injustamente, bien sûr) y debe huir y emplearse como fámulo del infame Conde de Saint Germain, conocido aristócrata medio chiflado, aparente connoisseur de lo oculto, experto en lo esotérico y en, bueno, hacer trampas a las cartas. Como jugadores, nos metemos en los zuecos del criado y venga, a vagar por ahí en una carreta en compañía del Conde, a desplumar a quien se nos cruce por delante: nobles, incautos, bandidos, otros ladrones, lo que sea.

Y por aquí va el “loop jugable” de Card Shark. A partir de una especie de campamento al que siempre podemos volver -a donar a los necesitados parte del dinero ganado, por ejemplo-, hacemos viajes a varios puntos (mansiones, posadas, palacios) para activar distintos minijuegos. Todos ellos relacionados con una u otra mecánica del troleo en lo que es un efectivo ejercicio de implementación al mando de los distintos movimientos de mano. Por ejemplo hay trampas que requieren de quick time events, otras que piden memoria, otras que requieren combinaciones específicas de movimiento: aquí se echa un vistazo fugaz a las cartas del rival mientras se le sirve -también con precisión- una buena copa de vino, o se hace una señal delatora con los dedos al compañero para indicar qué palo debe jugar, o se colocan las cartas en el mazo de manera estratégica para que aparezcan las deseadas en el orden correcto. O se marcan cartas de manera casi imperceptible, se corta el mazo con truco y se reemplazan naipes por otros sacados de una segunda baraja escondida.

El resultado jugable es una desafiante combinación de, en mayor o menor medida según la mecánica a aplicar, reflejos, astucia, agudeza visual, agilidad mental, memoria y precisión de movimientos. En su parte visual juega con una textura de ilustración más o menos tradicional, casi como de cuento infantil, haciendo uso de un estilo que de algún modo nos catapulta de una patada estética cuatro o cinco siglos hacia el pasado. Y en lo narrativo recurre a una estructura que maquilla una posible compartimentación -al fin y al cabo vamos de un lado a otro activando minijuegos que se autoconsumen- con un fantástico, divertidísimo guion que despacha líneas de diálogo memorables y construye algunos personajes estupendos… mientras reflexiona sobre el clasismo, el choque entre razón y visceralidad e incluso sobre el constante pulso que le echamos a la vida para ir postergando ese momento en que inevitablemente tendremos que echárselo a la muerte.

Gameplay de Card Shark

Card Shark: licenciados en ser truhanes
  • Xavi Roldan
4

Por qué jugar a Card Shark

Devolver Digital se marca otra mano ganadora acogiendo lo nuevo de Nerial, responsables de Reigns, quienes despachan ahora una propuesta tan fresquita y estimulante como aquella: el definitivo “Hacer Trampas a las Cartas en la Francia del Siglo XVIII Simulator”.

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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