Análisis de Resident Evil 4 Remake (PC, familia PlayStation, XBox Series X/S)
Hablábamos en ocasión de Resident Evil: Village de cómo la saga viraba, con la transición de su séptima a su octava entrega, del gore redneck al horror gótico y la Hammer. En realidad este baile de texturas genéricas, suerte de catálogo digital de las distintas formas que puede adoptar el terror en el formato videolúdico, ha sido una constante a lo largo de la longeva serie de Capcom. Un hecho que ha quedado especialmente patente en estos últimos cuatro años, en los que hemos gozado de no uno ni dos, sino de tres remakes de iteraciones pasadas, quizá las más celebradas: la segunda, la tercera y esta cuarta que nos llega ahora. Y en esta especie de ejercicio a medio camino de la nostalgia y la renovación y contemporaneización -muy necesaria especialmente con las dos primeras, lastrados sus originales por unos controles hoy cuanto menos obtusos- hemos pasado por el terror psicológico, el tecnológico y, con el cuarto, publicado originariamente en 2005, el folk horror.
La historia es la de un tipo, Leon Kennedy, personaje clave en el lore residentesco, que debe acudir a un pueblo remoto de Europa Occidental (la España rural, sic) a salvar a Ashley, la hija del Presidente (sic), que ha sido secuestrada por un culto chalado liderado por un monarca enano y un sacerdote satánico (sic). Hay un buen puñado más de sics, pero no es plan tampoco el chafarle la sorpresa a ningún gamer sediento de giros dementes. ¿Un disparate? Sí, la verdad. Pero ahí estaba parte del encanto chiflado de Resident Evil 4. En un guion que hacía del dislate una fiesta y del chascarrillo una filosofía y que resultaba coherente en su propio punk narrativo y en su autoconsciencia descarada.
Una sensación de despiporre generalizado que se acentuaba con el mayor cambio conceptual y mecánico que experimentó la saga antes del salto a la primera persona del séptimo episodio: abandonábamos parcialmente la acción pausada, la construcción de atmósferas opresivas y los enfrentamientos con pocos enemigos para, de pronto, sumergirnos en la acción directa y sin excusas: aquí había hordas de enemigos atacando en oleadas, derroche de munición (muchísimo menos escasa que en sus tres entregas anteriores, más enfocadas al survival) y la posibilidad de hacer remates con una patada giratoria que es puro cine de acción de bajo presupuesto.
Todo esto está en este remake, por supuesto. Para lo bueno y para lo malo.
En la parte positiva, que a decir verdad es casi todo, volvemos a encontrarnos con un sentido del espectáculo y un ritmo a prueba de obuses. Este remake recupera, e incluso magnifica, esa sensación de parque de atracciones infinito en la que cada emoción -o casi, el ritmo se resiente un poco en el último tercio- supera a la anterior. Una sección de exploración da pie a un tiroteo intenso, de ahí saltamos a un fragmento de resolución de puzzles, a un rato de terror puro y duro, a una espídica carrera de vagonetas con “dispara a los patitos”, a una sección de sigilo, a una zona de laberintos, a… Resident Evil 4 es un imparable carrusel, intenso y adictivo, una especie de intento -exitoso- de armar el mayor espectáculo del mundo en formato videojuego.
Es un “lo mismo pero más” que su ilustre referente, cuyo concepto inicial, ojo, ya era insuperable. Más pulido, más vistoso -brilla de nuevo el motor RE Engine que lo homogeneiza estéticamente con los dos anteriores remakes, cómodos en una ligera aberración cromática y en ese tratado de la imagen fotorrealista y borrosa, cinematográfica, un poco años 70. Dueño de un ritmo más calculado, un diseño de niveles aún mejor acabado y una espectacular dirección de arte que ya no encuentra limitaciones técnicas, mucho más cómoda en la construcción de entornos rurales ponzoñosos, ambientes de exuberancia palaciega decadente y atmósferas claustrofóbicas. También hay sorpresas, novedades narrativas y de puesta en escena, reescrituras necesarias y replanteamientos, pero siempre se reciben con agrado y la sensación de que en ningún momento chirrían y de que, de hecho, de algún modo el original ya debería haberlas incorporado.
En lo negativo, sin embargo, el control continúa siendo un tanto antipático. Tomando como esquema lejano el del original de 2005 y como referente más inmediato el aplicado en los remakes de Resident Evil 2 y 3, la aproximación a la acción intensa quizá habría pedido un cierto reacondicionamiento de los ritmos: el movimiento de Leon es a menudo lento y poco ágil, la esquiva es un tanto torpe y el parry (un bloqueo de los ataques cuerpo a cuerpo con el cuchillo de combate) resulta disonante con los ritmos y enfoques mecánicos de lo que es en esencia un shooter en tercera persona. Los enfrentamiento con los bosses, por su parte, son tan espectaculares y tensos como de costumbre… e igual de ortopédicos en el control y engorrosos en el combate. Afortunadamente, y esto sí es un avance necesario, ahora Leon se puede mover mientras apunta, lo que resulta en un cambio de jugabilidad radical.
Por otro lado, y a pesar de que he hablado de ciertos cambios, otras tantas veces su tróspido, eminentemente absurdo guion -lo comentaba hace un rato-, propio a ratos de una serie B de Jess Franco y a otros de un producto de Brian Yuzna (respect para ambos, ojo), puede seducir jugando el encanto de lo macarra/mamarracho. Pero también es cierto que es un libreto que en su momento ya llevaba 15 años desfasado, lleno de piruetas imposibles, oneliners morcilleros y una representación femenina caducadísima, evidenciada en una Ashley que parece escrita en 1995.
Pero hay que abrazar el meme. Y quedarse con lo bueno, que ya era excelente hace dieciocho años y hoy además de eso es también irresistiblemente lujoso. El Resident Evil 4 original fue, por todo lo comentado, uno de los juegos más relevantes de la época y ha terminado ejerciendo de influencia en incontables títulos posteriores. Bloodborne, Alan Wake, The Evil Within, The Last of Us, Dead Space (que, carambolas, también ha recibido un musculoso remake este año) o Gears of War han bebido todos ellos en mayor o menor medida y por distintos aspectos del clásico de Capcom. Hoy este remake, por su propia vocación de producto derivado, no puede aspirar a semejante muesca en la posteridad. Pero sí puede ser recibido como nuevo referente de cara a cómo debe hacerse un remake y por qué algunos de ellos no sólo no molestan sino que además suman. En ese sentido, este Resident Evil revisitado es modélico, intachable, necesario y muy pertinente. Respetuoso -consigo mismo y su público- y riguroso. Adictivo, intenso y vibrante. En 2005 y en 2023, menudo viaje.
Trailer de Resident Evil 4 Remake
Resident Evil 4: El mejor remake posible
Por qué jugar a Resident Evil 4 Remake
Capcom sigue en racha con sus remakes y entrega, después de los excelentes 2 y 3, un Resident Evil 4 que sólo hace honor a su muy reputado referente y que nos regala dos decenas de horas de diversión desatada y emociones intensas. Uno de los mejores remakes de videojuego de los últimos años, sin duda.