Análisis de Mario + Rabbids: Sparks of Hope (Nintendo Switch)
Breve historia de los Rabbids, esos bichos. 1: hacen su primera aparición en Rayman Raving Rabbids, un spinoff de la saga Rayman que ve la luz en consolas de sexta generación. 2: apestan a lo largo de varios videojuegos dos largos lustros hasta que 3: coprotagonizan para la híbrida de Nintendo Mario + Rabbids: Kingdom Battle y empiezan a molar bastante fuerte. Honestamente, fue un auténtico shock. Antes de 2017 nadie daba un miserable duro por semejante crossover, por tan impertinente mezcla, por un pastiche tan apriorísticamente estomagante. ¿Una de las franquicias más importantes y queridas de la historia de los videojuegos compartiendo cartel con esta especie de intragables proto-minions con forma de conejos lobotomizados? Experimentos bizarros a otros, gracias. Pero, como digo, al final la base mecánica resultó ser excelente: una reimplementación family-friendly de la estrategia por turnos en enfrentamientos por equipos que readaptaba ese esquema jugable sin perder el encanto del Mario-verso. Un auténtico melocotonazo, éxito creativo, artístico y técnico de altura.
Era cuestión de tiempo que en Ubisoft sacaran la máquina de hacer secuelas y le manufacturaran la suya. La pregunta era hasta qué punto podían seguir exprimiendo la fórmula y cuánto tendría que sofisticarse el planteamiento general para resultar de nuevo excitante sin tirar de sifón. Afortunadamente la respuesta a eso salta a la vista desde los primeros minutos de Sparks of Hope: es lo que debería ser una buena secuela. Una nueva aproximación que comprende y expande el espíritu, añade cosas, se replantea mecánicas viejas y apunta a ampliar su público potencial, acaso a costa de casualizarse un pelín. Sí, el loop jugable es el mismo: batallas tácticas por turnos en los que posicionar a cada miembro del equipo anticipando los movimientos del rival, hacer uso de ventajas específicas a cada personaje y disparar al equipo enemigo, generalmente con intención -y como requisito para superar el nivel- de volatilizarlo, o bien con el objetivo de alcanzar un punto concreto del mapa. Pero como digo ahora parece requerir de un menor nivel de hardcore-gamerismo para poder ser exprimido de verdad.
Y es así porque el juego ha rebajado la exigencia táctica, ampliado el abanico de posibilidades y derribado algunas barreras de entrada que podían resultar algo antipáticas para los no afines. No mucho, esto nunca fue un XCOM, pero es que ahora la bienvenida es aún más cálida. El cambio más notable es que se ha prescindido de la cuadrícula. Ahora los personajes pueden moverse libremente por un área, expandible si se salta sobre uno de los componentes del mismo equipo, antes de ir a caer a una cobertura para efectuar el disparo. El resultado es un juego más rápido, más dinámico, menos cerebral pero más variado: el poder dedicar en un solo turno a corretear por un área combinando saltos, patadas deslizantes, poderes y disparo garantiza justo eso, libertad.
También el mundo fuera de las batallas es más rico. En lo artístico adopta y añade a la fórmula algunos elementos iconográficos de los Mario Galaxy: los fragmentos de estrella, la presencia de Estela y algunos segmentos musicales apelan a la nostalgia con éxito. En cuanto a diseño, el mundo es más abierto, menos condicionado por las secuencias de combate, que esta vez no ocupan un espacio específico, físico, en el mapa sino que están emplazadas fuera del mismo. Basta con cruzarnos con un enemigo con ganas de brega para que se nos envíe vía vórtice espacial a un no-lugar, un backroom de mayor o menor extensión y complejidad arquitectónica en el que se libran esos combates. Por otro lado el resto del terreno en el mundo explorable está bien atiborrado de contenido secundario. Porque esa es otra. Sparks of Hope es un juego que, si se le deja, puede resultar gigantesco: al margen del camino de misiones principales cada área tiene puzles, decenas de secundarias, de regiones secretas (muy Captain Toad estas, por cierto), de coleccionables, de miniretos que nos proporcionan cofres o monedas extra o que desbloquean nuevas áreas en el mapa. Resulta una cantidad de contenido opcional abrumador que casi en ningún momento flaquea en cuanto a diseño y permite un mayor profundizado a discreción del jugador. Y si bien -y un día abriremos este melón al respecto de algunos dudosos enfoques críticos de gran parte del periodismo de videojuegos- ello no resulta necesariamente una garantía de calidad sí que, por lo menos, asegura bastantes horas más de juego.
Son horas amortizadas, por supuesto. Mario + Rabbids: Sparks of Hope ha sabido invertir sus recursos ahí donde tocaba: en la depuración de una fórmula amigable, en las ideas excitantes, en el carisma y en la diversión. Conceptos que parecen ajenos al puretismo de los gamers afines a la estrategia más hardcore pero que en el molde de Nintendo, y de su amplia y muy diversa base de usuarios, encajan a las mil maravillas. Un juego chulísimo, la verdad.
Gameplay de Mario + Rabbids: Sparks of Hope
Mario + Rabbids: Sparks of Hope: revalidando la táctica
Por qué jugar a Mario + Rabbids: Sparks of Hope
El crossover más insospechado de Ubisoft y Nintendo ya no sorprende por lo bizarro de su planteamiento, pero sabe renovarse con gracia y elegancia aportando un bucle jugable más veloz y un mayor, y también más casual, abanico de posibilidades.