Análisis de OlliOlli World (PC, familia PlayStation, familia XBox, Nintendo Switch)
¿Cómo superar un díptico tan legendario como el que formaban los dos primeros OlliOlli, impepinables arcades de monopatinaje que fueron emblema de la época PlayStation Vita? La desarrolladora Roll7 tiene la respuesta: no haciéndolo. Para esta tercera entrega en 2D que han titulado simple pero evocadoramente World podrían haberse decidido a saltar al ruedo de lo tridimensional a lo Skate, a lo Tony Hawk’s Pro-Skater. Podrían haber rediseñado todas las mecánicas y haber tirado de lujo jugable explotando todas las bondades de los discos duros y las GPU de nueva generación. O bien podrían haber hecho todo lo contrario y marcarse un OlliOlli 3 continuista que no tocara absolutamente nada. Sin embargo han ido, finalmente, por la vía de en medio: se han decidido a mantener sus constantes mecánicas dándole algo de chapa y pintura para añadir algunas mejoras y hacerlo parecer más bonito que nunca.
Vaya si es bonito. Eso es lo primero que entra por los ojos. Un precioso -y me consta que también polémico, ni caso- apartado visual propio de la penúltima hornada en series de animación, cercano a Hora de Aventuras, y que garantiza un diseño de personajes divertidísimo y una deliciosa dirección de arte en los escenarios, agrupados en cinco grandes biomas subdivididos cada uno de ellos en varios circuitos. Es un placer, vaya, jugar a OlliOlli World por las bondades audiovisuales sobre las que está construido, tan alejadas del funcional (a su manera también atractivo, ojo) aparato formal de sus predecesores, tan dulces a la vista y el oído. Es un replanteamiento artístico que obedece, en parte, al gran cambio que, esto sí, incorpora el ADN de World: la intención de alcanzar un público más amplio.
En este sentido el juego recibe con los brazos abiertos a cualquiera que quiera acercarse a él, sea experimentado o neófito. Sus tutoriales son amigables, el gameplay base es más permisivo y además ofrece una vía rápida, la de terminar una pantalla de una pieza como único requisito para poder acceder a la siguiente, sin perder un ápice del flow que transmite su gomoso scroll lateral. Así, adentrarse en la campaña es una tarea relativamente asequible, por lo menos en gran parte de lo que dura. Pero casi irrelevante. Porque poco a poco el jugador va asumiendo las mecánicas, aprendiendo a encadenar combos y regalándose en movimientos más complejos que aportan más puntos y mayores satisfacciones. Al fin y al cabo esto es un arcade puro y duro y no apuesta tanto por un desarrollo lineal como por un planteamiento basado en repetir niveles para alcanzar cotas de puntuación más elevadas.
Por eso donde se pone interesante la cosa es, obviamente, en el reto. En el (auto)pique y la superación tanto de uno mismo como de lo oponentes que pululan por el online y que incluso de vez en cuando se infiltran en nuestra partida, retándonos sin molestar. Aquí el truco bien ejecutado, la precisión en saltos y caídas y el encadenado de combos se hacen esenciales. Y es donde el juego empieza a brillar con la fuerza de varios soles. Las mecánicas, perfectas, exigentes y generosas, se muestran indestructibles en todas las circunstancias posibles, obvio reflejo de un game design milimétrico. El gameplay se asume sin pensar, se le infiltra a uno en el flujo sanguíneo, en los impulsos musculares, y todo se expande a lo bestia: los objetivos de cada nivel (desde asustar a animales por el escenario hasta ejecutar movimientos concretos, pasando por encontrar caminos alternativos, romper enormes cristales o coger objetos determinados) se convierten en parte esencial de la experiencia. Las misiones secundarias invitan a navegar nuevos circuitos con mayores dificultades. Y la euforia (y la adicción malsana) se apoderan del juego.
Si OlliOlli World es una obra maestra, que lo es, no es tanto por su capacidad para innovar con gracia en una fórmula de por sí inapelable, que lo hace, sino por demostrar que el videojuego sigue siendo un medio capaz de conectar con la glándula de la felicidad usando sus propios lenguajes y sistemas. Además de ello es una pieza audiovisual de un carisma arrollador, sí, pero está en su genética más pura, más limpia y más nuclear su predisposición a una grandeza modesta y simpática, si es que estos términos son compatibles.
Gameplay de OlliOlli World
OlliOlli World: Expandiendo el universo del skate 2D
Por qué jugar a OlliOlli World
OlliOlli World no diluye ni un ápice la leyenda de la saga de skate en 2D que ahora conoce esta su tercera entrega. Al contrario, la expande con un apartado artístico precioso, un gamefeel superlativo y un sistema de juego generoso en alegrías mecánicas y sensoriales.