Chantal Akerman (1950-2015), la dama de la Vanguardia Europea
Siempre estas tristes noticias acaban llegando, pero en este caso nada hacía pensar que fuera tan pronto (65 años) y en tan extrañas circunstancias (se rumorea posible suicidio, debido a las continuas depresiones, agravadas desde la reciente perdida de su madre), pero así ha sido: ayer fallecía la cineasta belga Chantal Akerman. Aunque su nombre pueda no resultar excesivamente conocido entre la comunidad cinéfila, la importancia de Akerman en el panorama internacional es de una importancia atroz, ya que seguramente estamos hablando de la directora más importante (con permiso de Agnès Varda, Danièle Huillet y Anne-Marie Mieville) dentro de la vanguardia europea de la segunda mitad del s. XX. Aunque calificar su obra de forma genérica resulte prácticamente imposible, debido a su poliédrica y compleja concepción, en su filmografía se mezclaban de una forma orgánica tanto el documental limítrofe con la ficción, envueltos por las formas de los nuevos cines europeos de los 60 junto con los creadores experimentales norteamericanos coetáneos (especialmente los estructuralistas, con Michael Snow a la cabeza), pero también reivindicaba la figura femenina y la forma en que era representada en su amplio espectro (incluso llegando a la lucha política), lo autobiográfico de muchas de sus obras y la búsqueda, según sus propias palabras, «de un lenguaje puro, sin parásitos y que impida cualquier posibilidad de identificación».
Akerman decidió dedicarse al cine después de ver la fundamental Pierrot el Loco de Godard, y con tan solo 18 años dirigió su primer cortometraje Saute ma ville (1968) dónde ya deja clara su intención de desprenderse de los dogmas femeninos y revelarse contra la sumisión de las amas de casa. En los 70 se marcha a estudiar a Nueva York y recibe la influencia de las vanguardias que eclosionaban en aquel momento, y que gracias a ella llegaría el mediometraje Hotel Monterey (1972), con clara inspiración estructural, y en la cual la cineasta retrata un viejo hospedaje y sus moradores sólo con la imagen y los movimientos de cámara utilizando el espacio (físico y fílmico) con un dominio casi de experta. Su primer largo sería Je, Tu, Il, Elle (1974) con la presencia femenina como elemento principal, a través de la descripción del descubrimiento sexual de una joven, analizando lo endeble de nuestras identidades sexuales y de la imagen cinematográfica, y en la que la voz en off nos relata hechos que en ocasiones contradicen lo que estamos viendo (ya sea por no estar ocurriendo o por no haber ocurrido todavía). Pero sería en 1976 cuando su nombre resonaría con fuerza en el panorama de la época gracias a un film que marcó el devenir del cine autoral europeo en la siguientes décadas, nos referimos a la radicalmente magistral Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles. Protagonizada por Delphine Seyrig retrata la particular odisea existencialista de una joven viuda en su monótona vida durante 3 días, mediante la obsesiva repetición de las irrelevantes acciones del personaje principal (aunque con sutiles diferencias que irán resquebrajando la cotidianidad) en planos fijos salvajemente sostenidos en el tiempo (el film tiene una duración superior a las 3 horas), y que retratan como pocas veces anteriormente en el cine la desidia de una vida sin aparente dirección y en la cual, de nuevo, se reivindica la necesidad femenina de liberarse del yugo que conlleva la educación patriarcal. Un film dónde parece ocurrir poco, pero en el que realmente, se describen muchísimas cosas. Fundamental.
Después del tremendo éxito (sobretodo crítico) que cosechó la película, el siguiente proyecto de Akerman se acerca más al ensayístico que al narrativo con la impresionante News from Home (1977), dónde sobre imágenes continuas de las calles de Nueva York se leen cartas (el uso del sonido es básico) que envía la madre de Akerman (a las que nunca llegamos a ver en pantalla), que aportan un significado extra a lo que vamos viendo (y una inevitable sensación de añoranza) pese a que las informaciones mostradas no coincidan en ningún momento del metraje. Con Les Rendez-vous d’Anna (1978), una película más accesible, pero que mantenía ciertas reminiscencias con Jeanne Dielman en su puesta en escena y duración de los planos, y con la cual crítica cierta desterritorialización que sufría la Europa de la época (tema que volvería a tratar en su posterior diario de viaje, d’Est (1993) sobre las consecuencias de la caída del muro de Berlín). En 1982 con Toute une Nuit consigue mediante encuentros nocturnos y fugaces de parejas en las calles de Bruselas, sin ningún diálogo entre los mismos, analizar la aceptación o rechazo del hecho amoroso desde una óptica claramente cinematográfica pero con un uso del distanciamiento que marca sus intenciones pseudo-documentales. Con Les Années 80 (1983) se acerca al musical gracias al making of experimental desde un prisma meta-cinematográfico mostrándonos a la propia Akerman realizando los preparativos para una posible película de titulo homónimo. Después de participar en un par de películas conjuntas como la segunda entrega de Paris vu par (el film original data de 1965 y contaba Godard, Rohmer, Chabrol o Rouch entre sus creadores) en 1984, o Seven Women, Seven Sins en 1986, dónde los 7 pecados capitales se retrataban a través de acciones femeninas, Akerman intenta acercarse al lenguaje cinematográfico más convencional con films irregulares como Golden Eighties (1986), Nuit et Jour (1991) o, años después, la desastrosamente inane, Un Divan à New York (1996) protagonizada por William Hurt y Juliette Binoche. Y es a finales de los 90 cuando la carrera de Akerman empieza a alternar de una forma más clara entre la ficción cinematográfica (de ahí surgirían La Captive (2000) adaptación de Marcel Proust, la comedia Demain on déménage (2004) o Le Folie Almayer (2011) adaptando, en este caso, a Joseph Conrad) y el ensayo documental (Sud (1999), De l’autre côté (2002) o la excelente Là-bas (2006), dónde la cineasta rinde cuentas con su pasado judío viajando a Tel Aviv, hasta que comprueba que le resulta completamente imposible salir del piso que ha alquilado, retratándolo todo con su pequeña cámara digital. Hecho que la relaciona directamente con su último trabajo, también de sesgo documental, presentado en el último festival de Locarno, titulado No Home Movie (2015) y que retrata los últimos días en la vida de la madre de la cineasta, la cual tampoco era capaz de abandonar su apartamento en Bruselas.
La desaparición de Akerman deja un vacío que prácticamente nadie en la actualidad puede rellenar, la importancia de su cine ha sido tan enorme (pese a lo desconocido del mismo) tanto a un nivel formal, como de discurso, como de recepción (a la que retaba frontalmente), que una importante parte del cine contemporáneo ha quedado irremediablemente huérfano. De nuevo como afirmaba ayer con Bresson, todo lo que se pueda decir sobre Chantal Akerman es poco, banal o reiterativo, por la cuál cosa, os invito a que os adrentéis en su cine, dejando los prejuicios de lado, para poder disfrutar de una cineasta irrepetible y que añoraremos eternamente. A continuación compartimos con vosotros algunos de los trabajos suyos que pululan gratuitamente por la red. Mayoritariamente forman parte de su primera época y muchos de ellos no son largometrajes, pero esperamos que gracias a ellos se os despierten las ganas de descubrir un poquito más de esta fundamental directora.
Saute ma ville
Hôtel Monterey
La Chambre
Influenciado claramente por Michael Snow y su Back and Forth (1969):