Crítica de 15 años y un día
Una familia rota, con madre soltera y niño díscolo. Un entorno tan vulgar en apariencia como crecientemente extremo. Una visita al abuelo. Algo de drama familiar por aquí, algo de crítica social por allá. Podría ser cualquier otra película española estrenada en los últimos días, y podría ser cualquier otra de las propuestas que aparecen en la filmografía de Gracia Querejeta (Héctor hablaba de las tribulaciones de un adolescente, Siete mesas de billar francés de una familia que se reunía con el pater familias cuando éste enfermaba…). Pero en concreto se trata de 15 años y un día, que merece un plus de atención por haber sido seleccionada por la Academia para representar a España en la lucha por el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Que si no todo acabaría ahí: hablando en plata, pueden vérsele valores mejores y peores a ésta en relación a otras propuestas del estilo, ahora hablaremos de ello; pero en esencia… estamos simple y llanamente ante otra propuesta del estilo. Y como tal, se resiente. A no ser que al espectador le dé por rescatar algún apartado punto de lucidez, la de Querejeta tarda poco en condenarse a sí misma al olvido, emparejándose con toda esa maraña de cintas que cuentan lo mismo y lo hacen más o menos de la misma manera.
De entrada, no cabe duda de que el academicismo del que hace gala Querejeta raya en la corrección más absoluta. Nada en 15 años y un día desentona a nivel formal, a excepción quizá de un puñado de fundidos a colores (blancos y rojos) de gusto cuestionable. Nada que objetar por tanto, pero el problema vuelve a ser el de siempre: tanta compostura tras la cámara se liga de manera automática a una falta de personalidad tal que asocia la cinta a un producto de piloto automático cualquiera, con cierto aroma televisivo. Confundiendo contención emocional con apatía, todo se mantiene dentro de unos límites francamente apretados, no hay ningún riesgo que denote la presencia de un cineasta con inquietudes tras el proyecto. Y tanto vale para la Querejeta directora como para la guionista, aquí en colaboración con Santos Mercero: se establecen desde el libreto bases muy sólidas sobre las que hilvanar lo que se diría un estimulante drama de personajes, que sin embargo poco a poco va evolucionando hacia la indolencia más absoluta. Y no será porque no se den hechos de elevado potencial lacrimógeno. Pero todas pasan ante la retina del usuario a velocidad de crucero (¿quizá por un exceso de sutileza en su tratamiento?) y sin dejar poso alguno de desasosiego. Como si el guion se hubiera compuesto de manera desganada, y eso pese a su fuerte contenido autobiográfico.
Todo ello se traduce en un arranque interesante, que juega alegremente la carta meta (Verdú es una actriz sin suerte) al tiempo que dibuja un par de situaciones de lo más sugestivas (el vecino gay). Pero en nada se olvida de sendos valores para convertirse en una serie de episodios de encefalograma emocional plano. Un poco como ocurría, salvando las distancias, con Precious: la acumulación exagerada, gratuita, de motas dramáticas, justamente consigue el efecto contrario al deseado. Se anulan entre ellas. Y así, el espectador acaba percibiendo la cinta como el amable relato de una escapada veraniega al pueblo del abuelo con su playa, sus novietas y amigotes de temporada, en lugar del drama que puede significar un turbulento salto a la edad madura por parte de un adolescente, con serias carencias tanto personales como del entorno que lo rodea.
Claro que buena parte de la culpa reside, en verdad, en una carencia casi total de expresividad por parte de sus actores. Desde luego que no ayuda que en 15 años y un día todo el drama parece que tenga que estar ahí por obligación: no hay personaje que no haya pasado por un trauma o esté pasando en estos momentos, ni hay lugar común en el que no caiga éste o aquél. Pero muchos de sus picos de intensidad hubieran podido calar hondo pese a todo, si sus actores no se hubiesen limitado a recitar casi de memoria y sin alterar su expresión facial ni mucho menos su tono de voz, irradiando la misma apatía de la que nos venimos quejando hasta ahora. Tan sólo una escena, el monólogo de una descomunal Maribel Verdú, sirve para demostrar que aunque no lo parezca, se está tratando con actores de primer nivel. Y así es imposible.
Por lo que en resumidas cuentas, que vamos a acabar dando más bandazos que la propia película en sí, estamos ante un caso más de drama social español. Los típicos personajes del típico cine con los típicos marcos. Como tal, cumple igual de bien (o de mal, según se mire): 15 años y un día es correcta, y permite que los más aprensivos empaticen sin problemas al gusto de Querejeta y compañía. Pero por el camino, se olvida de ese plus que se antoja necesario para despuntar, para no ahogarse en ese pozo de mediocridad al que parece abocado el género cuando no recoge los salvavidas que le lanzan Javier Rebollo, Fernando Franco o similares. Está bien hecha, pero es impersonal; es sutil, pero también apática; realista y a la vez exagerada por su acumulación de desdichas que de tantas que son, acaban dilapidando buena parte del interés del espectador. Y sobre todo, en ningún momento logra sacarse de encima la molesta sensación de que su guion, por muy episódico y relamido que sea, es más intenso de lo que en verdad acaba desprendiéndose del resultado final. Vamos, que sí, pero que ya se puede ir olvidando de aparecer entre los finalistas al Oscar (y si ya sumamos que los más navajeros del barrio sean todos de origen extranjero…)
5,5/10
Y en el Blu-Ray…
Cameo edita 15 años y un día tanto en DVD como en Blu-Ray, siendo esta última una edición francamente escueta. Apenas un Making of de 7 minutos (de los cuales uno y medio son meramente introductorios) constituye, junto al tráiler y las fichas técnica y artística, todo el material añadido de un disco que se presenta con una imagen notable pero no excelente (se resiente en las escenas más oscuras), y con un audio más que digno en 5.1, lo cual no puede obrar el milagro de que se entienda a algunos de sus actores, con serios problemas de dicción. Suerte de la presencia de subtítulos. Por cierto, la película dispone también de una audiodescripción en castellano para personas con discapacidad visual. Lo dicho: escueto, correcto. Sin más.