Crítica de 44 Inch Chest

He aquí una película pequeña, formalmente modesta, sin gran presupuesto ni demasiada pirotecnia visual. Una película «de actores», basada casi al cien por cien en sus personajes y los intérpretes que les dan vida, en sus diálogos y sus reacciones, auténticos motores dramáticos de la historia. Algunos llaman a este tipo de productos «teatro filmado», otros «drama de cámara», los de más allá, «estudio de personaje». Cualquier definición es válida, porque eso es justo lo que es «44 Inch Chest», una constante lucha dialéctica intrepretativa.
Y un pequeño drama «local» que cuenta el minimalista secuestro de un joven por parte de un grupo de hombres, cercanos todos a lo paria, uno de los cuales es el cornudo cuya esposa se la ha pegado con el susodicho secuestrado. La intención de semejante grupo de crápulas es encerrar y atormentar al joven y dejarlo en las manos del cornudo para que preferentemente acabe con su vida.
El auténtico alcance de todo esto está donde el espectador quiera ponerlo. Dado que se evitan grandes montajes formales y que la historia se puede resumir en cinco segundos, dependerá de quien se siente delante de «44 Inch Chest» que la película pueda calar más o menos. En un primer análisis, nos encontramos ante una historia bastante hueca, con exceso de verborrea y un cierto delirio de grandeza.

Pero hay que ser justos y abrir un poco las miras. A poco que se tenga ganas, se puede extraer un pelín más de petróleo a la cosa y ver en «44 Inch Chest» una amarga reflexión sobre el amor, el fin del mismo y cómo el matrimonio articula ambos ítems. Cómo el paso del tiempo erosiona la pasión y el cariño va abriendo las puertas progresivamente a las tensiones y las tiranteces. Nada nuevo, ni mucho menos, pero siempre agradecido.

Exactamente lo mismo que el perdón, la culpa y la renuncia al orgullo propio. El ser capaz, o no, de convivir con la persona que se descubre en el interior de cada uno en una situación límite.
Temas tan amplios como poco matizados, quizá excesivamente trascendentales como para ser tratados con la ligereza de un puñado de personajes no demasiado definidos. De todos ellos, Colin es con diferencia el más destacable.


Traicionado por su mujer, o así lo ve él, Colin se debate entre sus propios sentimientos salvajes y lo que cree que es lo correcto; entre su propio orgullo y la claudicación en virtud de una especie de humanidad. La evolución que experimenta y la decisión final que toma no dejan de ser abruptos, cierto, pero obedecen  una lógica, por extraña que sea, y por bizarra que se nos muestre: una secuencia entre lo onírico y lo imaginado que se da de patadas con el resto de la película.
Lo del resto de personajes sin embargo clama al cielo. Señores, en un «drama de personajes» ¿hace falta decir qué es lo más importante? Pues eso. Motivaciones poco claras, escaso desarrollo, nula evolución. Al otro lado de la balanza, eso sí y menos mal, tenemos a un puñado de actores tremebundos, de esos cuya única mención no pone la piel de gallina por no tener nombres excesivamente rutilantes. Pero vamos, ¿quién es el guapo que dice que no le pone los dientes largos un reparto que incluye a John Hurt, Ray Winstone, Ian McShane, Tom Wilkinson y Stephen Dillane? Todos están a la altura de su prestigio, todos se sobreponen a la situación y ofrecen momentos de gran calidad.
Que, siendo sinceros, es el mayor punto de interés de la película. De lo cual tampoco se esconde, ojo.
Por eso el resto de elementos de «44 Inch Chest» están simplemente «bien», sin deslumbrar. Aunque le falta bastante, tiene una sana mala leche. Y la estructura fragmentada del relato permite una dosificación de la información que sin llegar a maravillar resulta interesante. Las piezas van colocándose poco a poco en un puzzle (que tampoco es excesivamente grande, cuidado) y el espectador va moviéndose a través de sus propios sentimientos a merced del guión. Se recurre a un rollo un poco postmodernete, aunque sin pasarse, y la pareja de guionistas quedan como reyes.
Además, los omnipresentes diálogos dan en el clavo de vez en cuando y resultan chispeantes en alguna que otra ocasión. (Estamos en el apartado «a favor», quedaría feo decir que muchos de esos diálogos quedan excesivos, recargados e impostados).

Por otro lado la realización, orquestada por el desconocido Malcolm Venville, está a medio camino entre lo sobrio (esa construcción del espacio limitado) y lo destartalado (alguna que otra salida de tono), dando como resultado una especie de «experimento teatral cinematográfico», y algo como si lo hubiera dirigido un Guy Ritchie de tranquimazin.
A todo se suma un cierto humor incorrecto que recorre toda la cinta, que no le da un especial brillo pero sí un tono algo macarrilla, punteando momentos con un buscado tufillo misógino que no le sienta del todo mal. No se me vaya a escandalizar el sector femenino, los cinco protagonistas son una panda de harapientos mentales.
Con todo, la película se deja ver más que bien, probablemente haga cosquillas a los interesados en saber qué se puede hacer en espacios limitados a golpe de buena interpretación pero al final sabe a poco porque eso es lo que tiene que ofrecer en el fondo. Más bien poco. Otra vez será.

5’5/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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