Crítica de 4:44 Last Day on Earth
A un lado de la balanza tenemos la relación tan extraña como embriagadora de la pareja protagonista; su manera de afrontar el fin del mundo pintando cuadros, manteniendo relaciones sexuales cada dos por tres, bailando y hablando; con teles, iPads y Apples conectados a Skype, a retransmisiones de noticiarios y a mensajes de diversos líderes religiosos… Todo eso dibuja un lienzo francamente inesperado, que se hace enseguida con el interés del público (aunque buena parte del mismo venga dado por las escenas de sexo explícito). Por otro lado, está la forma en que la humanidad entera se aboca a su exterminio: tan sólo es una mera excusa para justificar que, en las escenas de exterior, no se haya contado con extras de ningún tipo, ni evitado que la vida real siga su curso, pero lo cierto es que la opción de que buena parte de los humanos hayan optado por seguir con sus rutinas aún en el último día de sus vidas, da que pensar. Un último apunte positivo tiene que ver con el sempiterno tema favorito de Ferrara, las adicciones. En no pocas ocasiones casi parece que el director esté abriéndonos sus entrañas, reconociendo sus problemas y sus sensaciones hacia ello. Y de todo esto, claro, 4:44 Last Day on Earth sale fortalecida.
En la otra cara de la moneda, bueno, tal vez la forma más suave de decirlo sea que la película, como tal, es francamente limitada. No tanto por su falta de recursos, evidente en todo momento; ni por esa molesta sensación de que a fin de cuentas, a su director se le ha ido la castaña más que nunca, y ha perdido el rumbo más allá de dos o tres ideas resultonas. Como resultado de ello, problemas rítmicos de vértigo, sensación de vacío sideral, y en definitiva, la constatación de estar ante un producto cinematográfico francamente pobre. Hasta parecería que no hayan habido demasiados segundos intentos de tomas, a tenor de los innumerables fallos con que cuenta el film y de las evidentes improvisaciones de su reparto.
No cabe duda de que el debe está bastante más cargadito que el haber, y de ahí lo que decíamos antes. Que tiene que gustar Ferrara para que guste (o disguste menos), 4:44 Last Day on Earth. Estamos ante un desastre con todas sus letras, una película en la que por fallar fallan hasta las interpretaciones. Pero qué quieren que les diga, me gusta este tío. Me gusta que aún quede alguien dispuesto a contarnos lo que le salga de vaya usted a saber, que demuestre algo de sangre, polvo y sudor. El último film de quien dirigiera The Addiction es rústico y artesanal, de otra época pasada, y aunque esa sea una de las causas de su irremisible condena, debería agradecerse. Por este motivo, no me mojo. Le apunto un aprobado que bien podría ser notable para algunos y rosco para otros, y aprovecho para reconocer mi veneración hacia un autor controvertido y del gusto de muy pocos. Que cada cuál le suba o baje la nota en función de lo que crea conveniente.
5/10