Crítica de 45 años
Para su tercer largometraje el director británico Andrew Haigh da un salto hacia la madurez. No es que su anterior película, la notable Weekend, no contuviera ya muestras de sabiduría narrativa y escénica, ni que el temple psicológico que la caracterizaba fuera menos ajustado, ni que la descripción de sus personajes y la situaciones en las que se veían implicados fueran menos rigurosos que en esta ocasión. Es sólo que todos los sentimientos que en aquella se canalizaban de manera juvenil, urgente y apasionada en 45 años encuentran su vía expresiva mediante la serenidad y la parsimonia propias de la pareja que protagoniza la historia: Kate y Geoff, un matrimonio de la tercera edad (interpretados por Charlotte Rampling y Tom Courtenay) que vive sin sobresaltos en la campiña inglesa se dispone a celebrar 45 años de apacible unión. Pero el terremoto sentimental está presente de todos modos: un día él recibe una carta con la que se le informa de que se ha encontrado los restos de quien fuera el amor de su vida, una mujer que murió congelada cinco décadas atrás. El pasado regresa sin previo aviso para poner patas arriba la vida de Geoff, pero especialmente la de Kate.
Ella descubre, de pronto, que siempre ha sido «la otra mujer», la alternativa a lo que ahora es una especie de moderna Rebecca, un fantasma que planea por ahí sin dar de verdad la cara. Kate se da de bruces con algo que creía tener ya superado: este amor del pasado fue más determinante de lo que ella misma creía y, en cierto modo, pone en crisis varias décadas de matrimonio. La sabiduría de Haigh, no obstante, queda reflejada en su manera de contar semejante terremoto: se guarda de cargar demasiado el melodrama y otorga a Kate una capacidad analítica y racional que se irá quebrando muy despacio y de forma muy progresiva, a medida que el descubrimiento vaya haciendo mella en ella y en su relación con Geoff. El director opta por los silencios y se apoya en la expresividad de la mirada de su protagonista femenina. Construye un drama de cámara parsimonioso y minimalista que encuentra en los pequeños detalles las grandes tragedias. Que oscila entre los exteriores brumosos y de lánguida tristeza de un entorno casi rural y los interiores cotidianos que, de pronto, parecen haber perdido para la ella esa misma cotidianidad. Ahora todo está enrarecido, todo parece ocultar más dolor.
Con semejante propuesta Haigh afianza señas de autor propias, pero en esencia se coloca en un punto entre Mike Leigh, y el Ingmar Bergman de los 70, tanto en lo temático como en lo formal. Y como este último retrata con sorprendente pulso, elegancia y madurez, los avatares de la vejez, el paso del tiempo, los celos, los fantasmas del pasado y esa soledad que en ocasiones sobreviene de repente. Esa que aparece por sorpresa y a la que no le importa demasiado que la persona esté, en realidad, rodeada de gente que la aprecia. Esa es la gran sombra que se cierne en tan sólo una semana sobre una inmensa Charlotte Rampling que, acompañada por el también venerable Courtenay, compone una interpretación que da voz a todas esas mujeres condenadas a silenciarse y automarginarse para seguir garantizando una mecánica social injusta y desequilibrada.
Trailer de 45 años (y película completa vía Youtube)
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Sútil drama con interesantes disertaciones sobre la vida, el amor, y el coste de elección. Y con un excelente reparto, sobra decirlo.