Crítica de A 47 metros (47 Meters Down)
La muerte del cine no ocurre a manos de buenas películas (obviamente) pero tampoco de malas: puede pasar que uno ponga toda la carne en el asador y aun así, vaya, le salga un desastre. No, quienes asestan heridas mortales al séptimo arte son aquellas propuestas que ni siquiera de entrada, se esfuerzan por hacer de la suya una obra de arte, valga la redundancia. Esos burdos ejercicios económicos cuya sola finalidad, sin tapujo alguno, es embolsarse cuatro cuartos a costa de un espectador que acudirá a la sala de turno y saldrá, hora y media después, triste por un lado, pero lo que es más preocupante para el estado de salud del cine, desconfiado por el otro. Y muy probablemente, ese espectador, la próxima película que vea será en su casa y tirando de Torrent, porque ni loco volverá a invertir dinero por una entrada de una tomadura de pelo, de un atraco a mano armada.
Verano es, por excelencia, el periodo en el que más abundan los carteristas, y los últimos en practicar el hurto al respetable son los hermanos Weinstein, quienes compraron un subproducto indigno de la gran pantalla (por su total carencia de intenciones artísticas, pero no sólo), para estrenarlo por todo lo alto para forrarse porque, como diría aquél, que se joda el espectador.
De nuevo toca hablar de película con tiburones estrenada en pleno verano, de nuevo pues, se abusa del film de Spielberg, quien se confirma como involuntario responsable de la muerte del cine habida cuenta del mal que siguen haciendo cosas como A 47 metros, esta aventurilla de chicha y nabo en la que dos chicas (Mandy Moore, una de ellas; para completar la fórmula sacacuartos debe aparecer un reclamo en el cartel) se ven atrapadas entre tiburones. Otra vez. Con el recuerdo de Infierno azul aún fresco en la memoria, hete aquí la nueva intentona, con la excepción de que esta vez ni siquiera se aprecia esfuerzo alguno por mostrar virtudes, por mínimas que sean, detrás de la cámara. Ahí radica la diferencia a la que se aludía al principio, malas películas vs heridas de muerte. La de Collet-Serra no es un portento del séptimo arte, pero si destila savoir faire, pulso narrativo y coqueteos con la cámara por parte del director. En el caso que ahora nos ocupa, un servidor duda muy seriamente de la mera existencia de un director.
Todo, aquí, ocurre según lo temiblemente previsto: la película es una serie B en el mejor de los casos, cuyo argumento no dista de, por ejemplo, Piraña 3D. Sólo que si en la de Alexandre Aja se descubre un irreverente sentido del humor autoparódico, aquí la broma se pierde hasta llegar a pensar: demonios, ¿se están tomando en serio a sí mismos? Un guión inefable cargado de decisiones imbéciles por parte de todos sus protagonistas, que además parecen tener una necesidad imperiosa por explicar todos y cada uno de sus movimientos y estados vitales/anímicos, explica un argumento mínimo para justificar una caja a 47 metros de profundidad con dos chicas en su interior y tiburones digitales a su alrededor. Motivo de sobra para una pesadilla de aúpa (libreto al margen) totalmente desaprovechado por un director incapaz de generar atmósferas, tal es su obsesión por el sobresalto fácil. Porque así es como funcionan las películas por piloto automático: ante nulas capacidades de dirección, se trufa el metraje de objetos apareciendo en primer plano a todo volumen, y santas pascuas. Súmese un casting lamentable como poco, cuyo reparto es lo suficientemente vulgar como para tornarse irreconocible (en serio: son cuatro los jóvenes en total, y cuando muere uno de ellos resulta imposible distinguir cuál). Ni que decir tiene que Moore y compañía no iban a salvar los muebles, precisamente…
En definitiva, una película que no es película, eso es A 47 metros. Sin el menor reparo a la hora de mostrar su voluntad por robar al espectador, la cinta no es que sea mala o buena (ojo: con todo lo comentado, seguramente no sea peor que otras); es que no existe. Es un hueco proceso por el que varias personas entran en una sala a oscuras y salen, 90 minutos después, siendo unos 10 euros (como mínimo) más pobres. Ni más ni menos. La presencia en cartelera de ruines subproductos como el que nos ocupa, que difícilmente se vería entera a horarios de sobremesa, hace que uno se piense muy seriamente la próxima vez que deba gastar su dinero en un cine. Después de todo, ¿para qué arriesgarse a otro atraco? Y ahí, ahí es cuando los Weinstein en este caso, quienesquiera que les sucedan cuando llegue la siguiente anti-película, pero también las salas que se prestan a proyectar esta clase de insultos a la cara, se cargan un poquito más el cine. Y luego tienen el descaro de quejarse de las descargas ilegales. ¿Gracias?
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una tomadura de pelo de primer nivel. Lo suficientemente mala como para plantearse la licitud de proyectarla en un cine y cobrar entrada por ello.
…opino igual, pero me queda la duda de que si en otras circunstancias hubiesemos sido más benevolentes,… Ya sabes a qué me refiero…
En absoluto… sólo se hubiera sido más benevolente, creo, si no se hubiera estrenado en cines. Rollo "mirad, vamos a estrenar esto en Sy-Fy y después de Sharknado 35, vedla como tal". Mira, si no, otro ejemplo (en el que no hubo mierdas ni premieres): https://casahorrores.com/critica-tiburon-3d-la-presa Same shit.
puede ser,…no se,…quizás el problema de esta es que se toma en serio a si misma, es lo que tú dices, a parte de que es mala vaya, pero las he visto peores y menos disfrutables en Sitges y la gente aplaudiendo…
Pero es que hay un tipo de espectador a quien lo que menos le importa es la calidad de la película. Los que van "al evento" y ya. "Joa joa joa joa, qué sangre, qué mala, qué chiste más burdo"… Ajá. Has pagado 8 euros por esa mierda, ¿te sigue pareciendo gracioso? …Tristemente sí
Pues a mi, la verdad es que me gustó bastante, no considero que sea un peliculón, pero si un gran entretenimiento. Adoro las cintas de animales mortíferos, especialmente las de tiburones y a esto hay que añadirle que soy un poco claustrofóbica y 47 Meters Down consiguió transmitirme la angustia y la dificil situación que experimentaban sus protagonistas.