Crítica de A Bittersweet Life
Precedida de halagos de todo tipo, en buena parte promovidos gracias a su presencia en el festival de Sitges allá por el año 2005, llega a nuestras (pequeñas) pantallas y de la mano de a contracorriente films A Bittersweet Life, ubicada entre la terrorífica Dos hermanas y la hilarante El bueno, el feo y el raro, en la filmografía de un director a quien no pocos consideran como la gran esperanza del nuevo cine surcoreano: Kim Jee-Woon. El cineasta recientemente emigrado a los USA (está a punto de caramelo su colaboración con Arnold Schwarzenegger en The Last Stand) escribía y dirigía siete años ha este thriller sobre un hombre de los recados cuyo recadero, malhechor mafioso de turno, le insta a seguir a su jovencísima novia para confirmar sus sospechas de infidelidad. Algo se tuerce nada más empezar la misión, y de la noche a la mañana se acaba viendo obligado a liarse a tiros con todo el que se cruza por su camino. Una muestra más, en definitiva, de ese cine oriental de acción y venganza que tan de moda parece estar de un tiempo a esta parte. Ese del que abiertamente bebe un Tarantino a quien no pocos tachan de amateur al lado de Jee-Woon y su A Bittersweet Life.
Tiene sentido citar al responsable de Pulp Fiction, y es que (amén de la confesa devoción del de Tennessee por el mundo en que se ubica Jee-Woon) la cinta que nos ocupa guarda no pocos parecidos con su díptico sobre la venganza a cargo de Uma Thurman. Tanto a nivel argumental como, y sobre todo, a niveles más prácticos. A Bittersweet Life se presenta como un vigoroso tour de force apremiante en el progresivo enfangado dramático de sus personajes, y creciente en violencia y en espectacularidad visual. Un torbellino que se desmelena paulatinamente tanto en un sentido como en el otro: cada paso que da el guión hacia el oasis de sangre en que saciar la sed del protagonista (cuya vida adquiere en un visto y no visto la condición de morir o matar), la cámara responde ubicándose en el lugar más impensable, siguiendo a los personajes desde planos imposibles mientras se zurran con hostias como panes. Y perdón por el francés, pero es que A Bittersweet Life es una de esas.
Es una de esas película en las que abrazar el subidón adrenalínico que se propone. De aplaudir en las secuencias de acción y hacer una cuenta atrás desde que acaba una hasta que empieza la siguiente. De disfrutar con cada chorretón de hemoglobina. En la que todo, para qué nos vamos a engañar, se dirige a potenciar tales sensaciones. Desde la trama a los personajes, exagerados hasta lo caricaturesco en alguna que otra ocasión. Desde el apartado visual ya comentado hasta el sonoro: más que correcta banda sonora, espectaculares efectos de sonido. Y para tener la total seguridad de dar en la diana, efectismos por un tubo, claro. Es tal la obsesión por querer ser el alocado divertimento de acción definitivo (o así), que hasta se acaba haciendo imposible tomarse demasiado en serio la potente espiral dramática (de esas tipo no retono) por la que pasa el protagonista principal.
Tanto da. El caso es que funciona a las mil maravillas tal y como está, por lo que ponerse quisquillosos no sirve de nada. A Bittersweet Life es un torbellino, una película agotadora de esas que enganchan por su cantidad de pasajes de acción, el número de balas empleadas en el rodaje, y su sana violencia (siempre viene bien de vez en cuándo). Este subgénero cuenta con un público muy bien delineado, por lo que el espectador sabe sin necesidad de que se lo digamos nosotros, si debe verla o no. Si sí, alegría: es de las mejores venganzas que nos hemos metido entre pecho y espalda.
7/10
Y en el DVD…
La edición que nos propone a contracorriente films puede sacar pecho: nada más y nada menos que tres horas largas de material extra pueblan un segundo disco destinado para ellos, limitando el primero a la película, trailer, fichas, y los habituales otros títulos. 114 minutos de metraje a los que se dedica, en definitva, toda la atención necesaria. El resultado sorprende no tanto por su imagen (impecable, pero con un grano que hace acto de presencia con demasiado ahinco a veces) como por su sonido, espectacular especialmente en la versión original.
Por su parte, el segundo disco mentado al principio constituye un exhaustivo complemento al que no se le puede pedir más: con un menú poco llamativo (sobre todo en comparación al disco de la película) como única pega, recopila infinidad de información para saberlo todo, absolutamente todo sobre A Bittersweet Life. Desde entrevistas breves al director (en su caso, muy breve) y a los actores principales, a tres documentales de cerca de media hora cada uno, sobre cómo se hizo la película. Se siguen intercalando fragmentos de entrevistas a Kim Jee-Woon, se detienen en escenas concretas (el enfrentamiento del protagonista contra su reflejo…) del mismo modo que pasan a temas más amplios (el arte de A Bittersweet Life)… En definitiva, un muy, muy buen material que además se ve completado con otros 30 minutos de diario en que se repasa la presentación del film en Cannes. O sea, más entrevistas, y rueda de prensa con la mayor parte del equipo.
Así pues, pese a ciertos reveses en lo que a calidad de imagen se refiere, no cabe duda de que la edición que propone a contracorriente se antoja obligatoria para todo fan de la película, el cineasta, o el cine surcoreano de acción en general. Un must.