Crítica de A Stormy Night
Hay algo que empieza a oler a chamusquina en el D’A, el festival de cine de autor de Barcelona: la película de clausura está empezando a convertirse en un peligroso juego de ruleta rusa, con un cargador prácticamente a tope de balas. Quizá quienes vivan en la ciudad no tengan ningún problema con ello, pues sabido es que se acude a la clausura del certamen más por la fiesta a posteriori que por la película en sí. Pero si la idea es tener algún tipo de impacto allende la Ciudad Condal, que el título de clausura empiece a ser un quiste más que el broche dorado de una fiesta del cine, digo yo que sembrará más dudas que otra cosa.
La edición del D’A 2020 ha sido rara: el COVID ha obligado a cancelar el evento físico y relegarlo a una versión online con acceso, vía Filmin, a todo quisqui. Razón de más para aprovechar la ocasión, entonar un último do de pecho, y nos vemos en 2021. Sin embargo, se ha apostado por una película que a duras penas puede calificarse como tal, al estar más cerca del mediometraje que otra cosa (y menos mal); una propuesta que parecería más bien el trabajo de final de carrera de un estudiante de cine. A Stormy Night, debut en la dirección de un David Moragas que, digámoslo ya de paso, comete el error de reservarse para sí mismo el rol principal, es demasiado principiante en todos los aspectos.
A Stormy Night nace como consecuencia de su pasión por las comedias románticas como La boda de mi mejor amigo
Los erráticos 75 minutos de su metraje deambulan entre una de esas casualidades románticas del estilo de Breve encuentro o Antes del amanecer, y diálogos que pretenderían acercarse (o eso se dice para vender la película) a la lucidez del Woody Allen de antes, el de Manhattan por ejemplo, a la que A Stormy Night podría estar homenajeando con su fotografía en blanco y negro y su localización neoyorquina. Ciudad en la que acaba obligado a quedarse un director debutante (ejem) que pretendía viajar a San Francisco para presentar su película en un festival (ejem ejem), pero a quien le cancelan el vuelo por tormenta, debiendo pasar la noche en casa ajena, habitada por otro chico (Jacob Perkins) que también se disponía a pasar la noche solo.
Ahora bien, en una mini vídeo-presentación de la película, dice el propio Moragas que en realidad, A Stormy Night nace como consecuencia de su pasión por las comedias románticas como La boda de mi mejor amigo. Pues gracias por aclararlo, porque la comedia brilla por su ausencia. Y no porque no se busque: de manera timorata, aquí y allá hacen acto de presencia un par de situaciones que buscan una sonrisa cómplice que nunca llega. Acaso por la torpeza de las mismas (la escena de la vuelta de la tortilla, la casi-paja), o más bien por la total falta de química entre los dos actores, consecuencia del error antes comentado de Moragas al situarse tanto detrás como delante de la pantalla: sus dotes para la interpretación están a años luz de Perkins, y A Stromy Night se ve claramente afectada por ello.
No se empatiza con ellos, como sí se hacía con la también pequeñita, también (o casi) debutante, pero infinitamente superior Weekend (otro encuentro fugaz entre dos desconocidos, pero este sí, conmovedor y creíble). Y como no se empatiza, no interesa demasiado lo que se digan. Que en verdad no es nada del otro mundo: viéndose condenados a entenderse durante una noche de tormenta en la que dormir se antoja utópico, hay lugar para el contraste de opiniones, el deseo contenido, intercambio de roles dominantes… absolutamente nada nuevo bajo el sol, que no hubiera supuesto problema alguno si la falta de originalidad se hubiese compensado con chispa. Los diálogos, ay, suenan huecos, forzados y apáticos. Desde luego, no dan la idea de que vayan a calar en ninguno de los dos, como sí sucedía entre Julie Delpy e Ethan Hawke, por ejemplo. Vamos, igualitos que los de Woody Allen…
Así las cosas, las intenciones de A Stormy Night pasan por que el espectador se pregunte si va a acabar habiendo o no mandanga entre los dos, pero tal y como empieza la tormenta, lo único que queremos es que pase ya para que cada uno pueda seguir con lo suyo.
Este es un trabajo amateur, de fogueo, llámese como se quiera
Cuidado, que ahora parece que esté hablando de la peor película jamás hecha, y es una injusticia para el bueno de David Moragas, que ha sido capaz de llevar a buen puerto su proyecto sin hacer daño a nadie. No, no es culpa suya: este es su trabajo amateur, de fogueo, llámese como se quiera. Y tampoco quiero que se me malinterprete: por favor, que certámenes como este o cualquier otro sean plataforma de lanzamiento de quienes el día de mañana puedan ser los nuevos grandes artistas a seguir. Pero que encuentren una mejor manera de promoverlos. Dedicar el bombo de una película de clausura a un proyecto más cercano a un trabajo final de carrera que a otra cosa es una jugada muy peligrosa, y el D’A empieza a jugarla con demasiada temeridad. El año pasado salió bien de milagro con el experimento de Los días que vendrán de Marques-Marcet, pero hace dos Ana de día también generó el arqueo de más de una ceja. En este caso, A Stormy Night puede haber salido más perjudicada de lo que se merecía.
Ojo, que lo mismo te interesa…
Crítica de Adam
Coming-of-age y reivindicación LGTBIQ+ vista también en el D’A 2020
Trailer de A Stormy Night
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Película pequeña y de recorrido muy concreto, a la que se le ha dado más bombo del necesario sufriendo las consecuencias: su condición de (muy) amateur la hace quedar muy lejos en la consecución de sus objetivos. De todos ellos.