Crítica de Abraham Lincoln: Cazador de vampiros (Abraham Lincoln: Vampire Hunter)

Ya se sabe, hay cosas que se pueden y cosas que no se pueden mezclar. El melón con jamón es un habitual de los terraceos ibéricos veraniegos. Spencer Tracy y Katharine Hepburn molaban por separado, pero juntos más. Las fresas y la nata, lo mismo. Y sin embargo, hay cosas que definitivamente son proscritas en el terreno de la mixología: juntar sexo y alcohol, cuadros con rayas, baileys con cocacola o hidratos de carbono y proteínas en la misma comida. Pero como nosotros somos gentes con un insensato sentido del riesgo y una atracción por la autodestrucción, ya nos parece bien que de vez en cuando se mezclen inmezclables; que la gente haga por nosotros lo que nosotros siempre quisimos hacer pero no nos atrevimos por miedo a empañar nuestro indiscutible aura de prestigio. Y ya nos tira que a alguien se le ocurra juntar en un mismo plano a Santo (el Luchador de Plata) con el Capitán América, a las SS con mujeres lobo o al hijo de Hitler con hordas de vixens de generosos bustos (ha ocurrido, y fue culpa de Russ Meyer). Así que de entrada ya nos hacía gracia poder ver al viejo Abe, todo elegancia, todo septentrión, largo como era, enfrentándose a hordas de chupasangres, dando una nueva vuelta de tuerca a una tendencia -el exploit vampírico- que, por lo visto, sigue bastante activa.

Porque, no quepa duda, por mucho planteamiento de serie Z que tenga (parte de una novela de Seth Grahame-Smith), esto se adscribe principalmente a una moda. Y en esos términos se mueve, tanto a nivel conceptual como formal. Es más, el director que lleva tamaña insensatez hacia adelante es Timur Bekmambetov, 100% criatura del sistema desde Wanted, oriundo de Kazajistán ya acomodado al mercado USA y totalmente adscribible a la escuela Paul W.S. Anderson. Y es que esto tiene mucho de exitazo patillero y poco de ejercicio de cine riguroso. Mucho de derroche digital y poco de fundamentos del lenguaje audiovisual. Tampoco le pedíamos más.

Pero sí es cierto que quizá esperábamos otra cosa. Algo que nos sacara de la rutina de los empachos de CGI y los chutes de imágenes fugaces e impalpables. Porque Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros demandaba un tratamiento visual espartano, seco y tradicional para crear el máximo efecto de choque posible. Su acción transcurre durante la juventud de quien será uno de los presidentes más venerados de los Estados Unidos y se alarga hasta más allá de la Guerra Civil, de modo que uno podía esperar toneladas de polvo y recreaciones de las de toda la vida como marco tradicionalista para una trama postomderna. Y no va por ahí la cosa.

Oh, claro, la iconografía está. Hay monumentos en plena construcción en el corazón de un Washington pre-secesión, esclavos maltratados, mansiones que harían salivar a los O’Hara, locomotoras salvajes y barcos de palas navegando por el Mississippi. Pero todo está tratado desde un enfoque exótico, pijo, casi folklórico (hecho especialmente sangrante en lo que respecta a un tema tan espinoso como la esclavitud). Lo cuál no tiene por qué estar mal, pero nos encamina hacia un terreno un tanto intermedio: descartada la condición de subproducto grindhouse -aquí hay demasiada pasta de por medio-, tampoco podemos adscribir la película en la liga de los grandes espectáculos (al lado de esta, la de Spielberg va a parecer Sátántangó), o la cosa no habrá por dónde cogerla. Solución: relajar tensiones y tomarse la que nos ocupa como un espectáculo estúpido o muy estúpido. Y ya está.

Si lo logramos, nos encontraremos con un ejercicio kitsch moderadamente autoconsciente y, al final, hasta divertido. Un carrusel de barrabasadas ucrónicas que se combinan con esas imágenes populares tan incrustadas en el subconsciente yanki llevadas al terreno de la crispación estética y puestas al servicio de una trama previsible y eminentemente idiota. Con un Lincoln que caza vampiros. Y sabe MMA. Excusa descabellada y estupenda para dar pie a una serie de secuencias de acción encasquetadas entre pasajes de vocación didáctica. En serio: por aquí van intercalándose de vez en cuando momentos históricos (el matrimonio con Mary Todd, la investidura como presidente, la batalla de Gettysburg) que funcionan como entretenido fondo con el que uno puede refrescar las lecciones del instituto y substituirlas en el disco duro mental por algo mucho más divertido y casposo.

Todo lo demás son tics baratos y clichés llevados a escena por un realizador que paradójicamente parece haber adoptado como signo de distinción la falta de personalidad y el ejercicio de copiado indiscrimianado. De modo que al final, Bekmambetov va a lograr ser recordado por su arsenal de recursos sobados y robados de aquí y allá: la insistencia por el ralentí, el tratamiento de choque de una fotografía principalmente hortera, el uso y abuso de efectos de sonido hiperbólicos y la rendición total a la pantalla verde. Se va a consagrar como un señor de la limpieza urbana que campa por aquí y por allá con su camión metiendo la zarpa en las cosas que más brillan de entre todo aquello que va recogiendo por la calle.

Pero oíd, que un buen chute de diversión obtusa nunca viene nada, nada mal. Así que simplifiquemos al máximo: ¿Mala? Bueno, sí, claro. Pero, aunque haya que esperar al final de la película para ver a un Lincoln maduro y barbudo repartiendo toñas unionistas, también es bastante cachonda. Por lo menos yo, compro.

5/10

Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Yo la verdad,me esperaba más acción y que no fuera tan lenta.La parte histórica me importaba menos.No sé si tomármela en serio o no.

  2. Buena crítica. Película lenta y con poca cosa. Buena ambientación de la parte histórica. Buen malo. Pero todo lo demás poca cosa. Lástima de película. Lo peor el protagonista: no es muy creíble.

  3. Anto33: ¿en serio? en absoluto, es una gran coña. Otro asunto es que pueda hacerte más o menos gracia, pero ni ella se toma en serio a sí misma…

    Y Anotnio, er, bueno, más o menos de acuerdo con lo que dices. La peli es malilla. Pero no coincido en lo de que es lenta. Para mí tiene el ritmo adecuadao. Pero ahí, a gustos…

    Saludos a los dos!

  4. y tanto que tiene ritmo…la acabo de ver porque no podia dormir y con lo que he visto no podre pegar ojo en semanas o meses…o siglos?…yo creo que toda la pelicula iba bien tal y como me esperaba(una mierda) hasta que llegaron los ultimos 15/20 minutos que ya dices…"pero si yo estaba muy agusto en la mierda por que me haceis esto?"….le iba a dar un decente 4.5 pero con lo del final madre mia me mataron…pero lo que me pregunto yo…el dinero que se han gastado y el tiempo que han invertido…exactamente para que??o hacia que pubico va dirigido esto??…no entiendo,creo que el mundo va muy mal(Bildu segunda potencia politica en Pais Vasco..)

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