Crítica de Acto de valor (Act of Valor)
Aunque sea a costa de cargarse la más pura emoción litúrgica cinematográfica, esa que brota del bajovientre o de la impresión desoxirribonucleica fechada en nuestras épocas de descubrimiento fílmico, a veces conviene ir al cine bien informadito (a nivel listín telefónico, a ser posible) de lo que vamos a tragarnos encerrados entre esas tres paredes y la pantalla plateada. O eso o, bofetón, nos vamos a encontrar con sorpresas tan desagradables como esta Acto de valor. Quien quiera mantenerse pertinaz en su propia capacidad de engullido de bosta con los ojos vendados, adelante, que proceda al destaquillamiento inmediato. Quien no, lea esto: Acto de valor es, con todas sus letras y sin disimular un solo acento un maldito panfleto de reclutamiento rodado a mayor gloria de los Navy Seals. Esto es, los marines norteamericanos.
Pero ya avanzo cómo va a acabar esta crítica: con una frase del estilo «así que aceptadas todas sus fallas, Acto de valor es una película medianamente entretenida». Y luego va a ser despachada con una nota sobre diez de las de salir del paso. Mala, pero sin destruir.
Y es que es lo que hay. Por lo visto las fuerzas de choque directo (entiéndase esto por «el ariete o el patadón de toda la vida, sólo que hi tech«) han tenido la necesidad de expandir su sacrosanta palabra hacia otras lides, aun con los mismos métodos, a ver si captan un poco más al personal impresionable, ávido de emociones fuertes en ultramar y heroicidades patriotunas de las de madre me he hecho un hombre. Lo que en palabras más o menos artificiosas hace referencia al aburrimiento vital y el estancamiento personal de cientos de miles de ni-ni’s yanquis y de cómo Ellos También Pueden.
De modo que se apela a los sentimientos más básicos y se trabaja en un nivel de paroxismo a partir de ahí: Acto de valor es una película profundamente propagandística, desarmantemente simplista en su demagogia -aun grandilocuente en sus ambiciones literarias- y despanzurrantemente tópica en tanto que uno no tiene más que rendir todos los tendones de su cuerpo y terminar aviscosado en el suelo cual una montaña de carne, músculos y sebo: cuando ya nada nos nutre, sólo nos queda el licuado.
La idea detrás de todo esto y la extraña justificación de tipo conceptual es la de dar por fin voz a los propios marines. Se ha escogido (en un casting que se intuye arduo y prolongado, no me jodan), a los Navy Seals más capacitados sobre las tablas y se los ha puesto a protagonizar una trama convencional, pan de cada día en sus ajetreados horarios de ocho a cinco con horas extras. La misión es del montón, por supuesto, pero da pie a un ejercicio de cine de acción vitaminado que pretende estar más cerca de lo real que de lo artificial, así que sus intenciones despeinadas y sus preceptos formales testosterónicos basculan -mientras emiten un gutural gruñido de esfuerzo- entre «lo documental» (cámaras incrustadas en los propios soldados, salpicones u hostiazos al objetivo, abundantes secuencias de liturgia armamentística, violencia sin tapujos), y la ficción más garrafonera (conceptos clásicos de survival de los ochenta protagonizado por bestiajo de turno, villanos de opereta redimensionados siguiendo el modelo 24, ralentizados melodramáticos por todas partes, una banda sonora que busca la épica directa, etc). De modo que a uno le da la sensación de que si esto no estuviera limitado por un cerebro de mosquito en una cabeza de jarra de barro cocido, no tardaría en sufrir serios conflictos entre lo que quiere, lo que cree que debería y lo que logra ser.
O en otras palabras, un documento veraz que en realidad enmascara un retorno en toda regla a los héroes de moral fascistoide, metodología maquiaveluna y alegría reaccionaria, más ligada su reaparición al sentimiento del inmediato post 11-S que a una segunda década del XXI que debería ser algo más relativista.
Pero más allá de los tópicos trascendentalistas, de ese molesto narrador en off con intenciones líricas y esa colección de pasajes pretendidamente profundos y/o fragmentos de un hipotético simbolismo, más allá de eso, Acto de valor es un puro actioner anfetamínico sin ningún estilo formal y sin capacidad para inventar ni trascender nada: es lo que parece que es y no tiene ningún tipo de subtexto.
Y ojo, que aquí empieza la parte positiva. Porque echando mano de técnicas de narrativa videojueguera (hay momentos de puro shooter en primera persona, hay utilización de «fichas» de personajes, hay visión nocturna; nada nuevo, pero tremendamente efectivo), una gozosa -y autoculpable para los que nos da grima todo lo militar- exhibición de poderío guerrero y tecnología bélica, y una solvente construcción de atmósferas resultonas en las que los filtros terminan echando humo y la fotografía grita Jerry Bruckheimer, Acto de valor resulta que funciona. Como mamotreto de acción, vive Dios que da el pego.
Sí, es irritante e irresponsable en la presentación de una realidad falseada (ni rastro de las vejaciones ni los malos tratos tan de moda entre descerebrados con uniforme de camuflaje y placas de reconocimiento), y por supuesto no llega a la altura de los zapatos en pegada global a Black Hawk derribado, aún hoy la mejor película de acción bélica de los últimos eones; ni sabe jugar los tiempos muertos y la tensión enrarecida de la también notable En tierra hostil; ni, vamos, ni se acerca en capacidad de disección psicológica del post-soldado a lo que lograba la aún insuperada Generation Kill.
Pero hay que comerse con un puñetazo en la propia piñata todas las cagadas, errores, imperfecciones, y burradas de Acto de valor, porque resulta que es un entretenimiento medianamente logrado.
El único detalle es que es muy mala. Pero eso igual es ponerse ya muy tiquismiquis.
4/10
Juas, amén a todo.
Y ahí va una para quienes se tiren horas y horas jugando (en modo multiplayer a ser posible) al Call of Duty:
-Momentos shoot 'em up en primera persona con todas y cada una de las frases que suenan al iniciar la partida sonando de fondo ("vamos, soldados", "acabemos con ellos" etc).
-Modo recarga.
-Y ojo, modo muerte heroica (sin spoilear, tranquis): cuando uno ya lo tiene todo perdido, y siempre en modo cámara subjetiva, la imagen empieza a oscurecerse y ralentizarse, y entonces coge una pistolita para intentar que no haya retirada.
-Argumento: gilipollez como la copa de un pino para montar unas incursiones de la hostia.
Gloria pura, juro que al acabar la película me dolían los pulgares como si hubiera tenido un joystick en el derecho y una X en el izquierdo.
Ah, sí, pero es muy muy mala. Pero mucho. A veces roza el ridículo,a veces lo rebasa. Pero mola. Mierda de yanquis.
Mala, mala. Pero seguro que más de uno no es capaz de ditinguir la "sutilidad" de esta analogía cine-gamer-patriotera y le dan ganas reales de irse de guateque per los ejes del mal con los navy seal! que hay mucho ruso en rusia…
joer, yo salí con ganas de cargarme a alguien con mi AK47…y luego soltarle alguna frase tipo "ahí va esa" (que es muy típica del Commandos o así)
Bendita ignorancia… Aparte de unos muy rebuscados y sin sentido términos pseudo-aulicos usados a despropósito (¿para dar sentido al dinero gastado «con mucho orgullo» por tus padres en tú licenciatura en «comunicación» en la «Rey Juan Carlos» quizás?😅), el autor denota su profunda ignorancia (en el sentido de «ignorar»=»no conocer») sobre el sistema de defensa americano: ¿en serio piensas que los «Navy Seals» pertenezcan al cuerpo de Marines? Anda, chavalin, a documentarse antes de escribir (o si no a repetir la carrera) 😅
@Susana
Muchas gracias, querida lectora. Voy a replantear por completo mi vida y desde ahora seguiré todos los consejos que tan amablemente me ha dado. Un placer, quedan pocas personas tan amables como usted.