Crítica de Agosto (August: Osage County)
Además de contar con un buen puñado de propuestas en su carrera (Urgencias, o su única película como director hasta ahora, Margin Call) a John Wells se le atribuye buena parte de la responsabilidad de Shameless, una serie que partiendo de la homónima inglesa, retrata a la sociedad americana mediante una familia difícilmente calificable de políticamente correcta. De manera que nadie como él para lanzarse a la adaptación de la multipremiada obra Agosto: condado de Osage, de cuya adaptación para la gran pantalla se ha encargado el propio responsable de la misma, Tracy Letts. Y es que alguna similitud entre una y otra sí hay, en forma de mala baba, claro: aquí, una familia de la América profunda se reúne cuando el pater familias de la misma desaparece; quedan una madre (enferma de cáncer) su hermana y sus tres hijas, con sus respectivas parejas y/o hijos… Y vaya belén se arma. Muy poco (nada, de hecho) se tarda en descubrir las tiranteces que (des)unen a unos y otros, las carencias emocionales que conforman sus personalidades, amén de otros muchos secretos (adicciones, líos de faldas…) que conforme van haciendo acto de presencia no hacen sino echar más leña a un fuego cuyas llamaradas conforman el nada alentador retrato de una familia norteamericana de clase media tan vulgar y corriente como desestructurada.
Todo basado principalmente en conversaciones, en reuniones a la mesa, en charlas en el porche al atardecer. En este sentido, la presencia de Wells debe notarse sólo lo justo, aprovechando las puertas que pueda dejar entreabiertas la obra original (o que le permita la adaptación al cine) para dar un paso al frente, y limitándose a un plano más secundario cuando de respetar a la misma se trate. Un poco como hiciera Polanski en Un dios salvaje, inevitable compararla con la que nos ocupa, si bien en aquel caso el juego era mucho más difícil al no salir nunca de un mismo escenario; y por tanto, las exigencias del director mucho mayores. Vamos, que el reto de Wells es algo más asequible al ser, Agosto, menos estricta: aquí hay varias salidas al exterior, cambios de escenario y de personajes, lo cual invita a cierta relajación al ser suficientes todas estas alternativas para que la película se oxigene por sí misma. Pero a su vez, eso acaba jugando en contra de los intereses del cineasta, que en no pocas ocasiones confunde el segundo plano con un punto de impersonalidad mayor de lo deseado cuando se trata de dejar que su reparto acapare la atención. Claro, que con ese reparto, es comprensible.
Meryl Streep y Julia Roberts, las dos nominadas a Globos de Oro (y ya veremos si a algo más), las dos excelentes. Como también están mejor que bien Ewan McGregor, Chris Cooper y Julianne Nicholson. Dermot Mulroney, Margo Martindale y Misty Upham. O Benedict Cumberbatch, Sam Shepard y Abigail Breslin (quizá Juliette Lewis sea la que quede un poco a la zaga). Espectacular elenco que brinda, cada integrante desde sus respectivas limitaciones (algunas presencias son más testimoniales que otra cosa) un plus de virulencia a una serie de personajes ácidos y corrosivos en su mayoría, y cuanto menos oscuros en su totalidad. Los actores son la clave del éxito de Agosto, al componer ante todo interpretaciones creíbles con las que el proceso de empatía por parte del espectador se lleva a cabo en apenas un par de compases. De modo que el guion obtiene a su vez un extra de quemazón, logra generar un enrarecido estado de ánimo desde su peculiar gusto por el humor negro negrísimo, conforme va girando en esa espiral de maldad y podredumbre que constituyen los dos pilares sobre los que parece haberse erigido la familia en cuestión. Y le viene que ni pintado, dicho input, puesto que maquilla, compensa la sensación de no saber dar la puntilla definitiva en ningún momento.
Y es que a lo dicho hasta ahora justo es anteponer que si bien Agosto escueza por dentro, si bien consiga que el espectador se ría pero desde la amargura, no acabe de dejar ese poso de opresión que sí lograba, de nuevo, la propuesta de Polanski. Tanto como nuestra Tres días con la familia. ¿Por qué? Quizá debido a la suma de un director correcto pero no brillante y a un libreto que en ocasiones deja entrever sus costuras, cayendo en lo forzado y tornándose incapaz de atacar de tú a tú al espectador, atacando directamente a la realidad que lo rodea. Pero acabamos de decirlo: se trata de males menores, o compensados en todo caso, que apenas si afectan a este encuentro familiar que quiere poner al descubierto las vergüenzas de esa sección de la población falsamente anclada en el sueño americano, tan de bien por fuera como corroída por dentro. Todo es más fácil con un reparto en estado de gracia. Y en este sentido, la película vale la pena ni que sea por una espléndida Julia Roberts.
7,5/10
Estos americanos pretenden que nos interesemos hasta por sus dramas de la América profunda, cualquier europeo hubiera planteado esta película con más credibilidad. El personaje de Benedict Cumberbatch me resulta totalmente postizo
A mí algún día espero que alguien me explique el porqué de esa tirria que la gente le tiene a los americanos en general, siendo incapaces de separar a un artista de un político, a un policía de un cantante, etc.
A mí si me interesa un drama me interesa a secas, venga de la América profunda, de Catalunya o de Marte…
La America Profunda y ese final con Kings of Leon… ENORME PELICULA
Saludos