Crítica de El almuerzo desnudo (Naked Lunch)

De David Cronenberg sabemos muchas cosas. Su estilo a medio camino entre lo artesanal y la serie B lo descubrimos bien pronto, con Vinieron de dentro de…. Pero también despuntaría una personalidad muy marcada en Rabia. Sabemos de su gusto por la adaptación gracias a La zona muerta, y de su inclinación por la violencia visceral por Scanners. Hay más: por La mosca descubrimos su pasión por lo viscosamente lascivo (o viceversa), y luego… bueno, está la nueva carne de Videodrome, claro. De momento ha salido a colación la primera etapa de la carrera del canadiense, más adelante todo ello culminaría en la excelencia formal de Promesas del este, las adaptaciones imposibles (Cosmopolis) y los estudios de la psique humana, tema recurrente aunque nunca tan evidente como en Spider o Un método peligroso. Pero no vayamos tan rápidos, y busquemos la conclusión de ese primer arco, si no definitiva (eXistenZ llegó inesperadamente tarde) cuanto menos climática y natural. El momento álgido de lo visceral, lo artrópodo y lo condenadamente chungo; la película que aglutinaría todo lo mencionado hasta ahora y descubriría al Cronenberg más auténtico, dividiendo definitivamente al público ante tan hermética, indescifrable personalidad. Después de un sneak-peek de lo que vendría después (Inseparables), el cineasta le arreaba un guantazo al espectador con la adaptación de la inadaptable novela homónima de William S. Burroughs, allá por el 1991: El almuerzo desnudo.

Quién aparte de él hubiese sido capaz de llevar a la gran pantalla la obra del escritor, es la pregunta que ha acompañado siempre a la película (esa, y qué necesidad había, claro), y efectivamente son pocos los universos que puedan crear una simbiosis tan total como los de Cronenberg y Burroughs. Pero hay truco, y es que más que una revisión fiel, lo que propone la cinta es un batiburrilo a medio camino entre el biopic y la propia novela. Pongámonos en situación: Burroughs escribió los diversos capítulos de El almuerzo desnudo bajo los efectos de toda clase de sustancias, de manera que la novela resultante es cambiante, inconexa e incomprensible. Se atisba una línea argumental en medio de todo el caos alucinado de personalidades múltiples y universos alterados, y es a ese medio-entramado al que se aferra Cronenberg, situando al propio autor en el centro de la vorágine y siguiéndole, mezclando ficción con acontecimientos reales, durante el proceso de escritura. Todo pasado por el punto de vista de una persona siempre colocada, que llegó a asesinar a su mujer jugando a ser Guillermo Tell, y que escribió el libro desde diversas máquinas de escribir.

En conjunto, no es sino una excusa de lujo para que el director dé rienda suelta a sus filias y su indescifrable personalidad. Colocones kafkianos mediante una droga a base de concentrado de insecticida dan el pistoletazo de salida a una película que corre por derroteros sensiblemente distintos a los del original, pero igualmente impenetrables. Cuando el espectador cree estar siguiendo el hilo, de repente una máquina de escribir puede convertirse en cucaracha animatronic con un ano parlante. Cuando cree entender lo que está ocurriendo en pantalla, de un thriller de espionaje plagado de agentes sobre un lugar y personaje misteriosos (a lainterzona va a parar el protagonista, para dar con una tal Fadela según las instrucciones del doctor Benway) puede pasarse a un retrato social con aires de drama homosexual. Son tan sólo un par de rocambolescos ejemplos de los límites a los que puede llegar la película, tan pasada de vueltas como Videodrome en la generación de un mundo enfermo, pero tan extrañamente consecuente con su locura como esta. En todo este descabellado ejercicio de resistencia, acaba haciéndose natural que una persona se transforme en bicho gigante y viole a otra destrozándole el cráneo con sus garras; o que del cuerpo de un ser humano salga otro distinto. Así se las gasta un film que por si fuera poco, pretende además de todo lo mencionado meterse en la mente del escritor y analizarla, convirtiéndose en una suerte de ensoñación en la que en la que el protagonista se sigue a sí mismo estando hasta las cejas de sustancias alucinógenas (y en este sentido, atención a su relación con las máquinas de escribir, o a esa secuencia final orgiástico-torturante).

Pero tan importante como la lógica del sinsentido de su guión es la impronta del Cronenberg director, que opta por un contraste entre la realidad alterada de una visión afectada por la sobredosis, y un clasicismo propio del noir de antes. El almuerzo desnudo es una cinta saturada de colores y cargada de planos forzados, excesivos y hasta pretenciosos; y a la vez elegante y contenida, de gusto añejo. Si los títulos de crédito (al más puro estilo Saul Bass) no son suficiente pista de ello, la banda sonora de Howard Shore, a base de partituras de jazz, acaba evidenciando la doble intencionalidad del cineasta, en el que a juicio de un servidor supone la primera gran muestra de calidad de su labor detrás de las cámaras.

Eso no quita, faltaría más, que El almuerzo desnudo no sea una película tan única como difícilmente aconsejable. Todo en ella es raro, incómodo. Su argumento es difícilmente justificable, no pocos pasajes son directamente desagradables, y hasta su reparto (Peter Weller, Ian Holm, Judy Davis y Roy Scheider) constituye un retrato extraño, antinatural y tan forzado como sus propias interpretaciones. Si aún queda alguien que no conozca nada de David Cronenberg, mejor será que empiece por otras propuestas más accesibles, y quien aún no la haya visto pero sea conocedor de la obra del canadiense, deberá andarse igualmente con ojo, pues queda muy lejos de cualquier otra de su filmografía. Demonios, yo aún no tengo del todo claro lo que pienso de ella. Puede que no vaya de nada, que no sea más que una broma de gusto dudoso o que responda a los caprichos de un director con aires de extravagante. Pero sí sé que es de esas que quedan impresas en la memoria. Una película más sensorial que discursiva, un sacrificio más que una consumición para la evasión, pero que recompensa al valiente con una experiencia absoluta e irrepetible.

Valoración de La Casa
  • Capi Spaulding
4

En pocas palabras

Adaptación de un libro absolutamente inadaptable que, claro, sólo podía caer en manos de Cronenberg. El resultado es una inesperadamente eficaz mezcla de filias y fobias de autor y director, en un único producto candidato a rareza cinematográfica absoluta.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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