Crítica de Alvin y las ardillas
Un abeto es abatido para ser utilizado como reclamo de navidad en el edificio donde una compañía discográfica tiene sus oficinas. En ese árbol vivían tres ardillas, que se ven con la necesidad de encontrar un nuevo hogar. Por caprichos del destino, acaban instalándose en la casa de Dave Seville, compositor en decadencia que necesita de un éxito comercial para que su carrera no termine prematuramente. Pese a que este se muestre algo reacio al principio, no tardará en acogerlas al descubres que los animalitos no solo hablan, ¡si no que además cantan! Pronto se darán cuenta de que ardillas y Seville pueden hacer algo grande juntos, pero no lo tendrán nada fácil, pues deberán evitar las artimañas de un pérfido productor musical…
«Alvin y las Ardillas» es una producción infantil de la que, sinceramente, habría pasado completamente de largo de no ser por el elenco sumamente sugerente de la misma. Dirigida por el desconocido (para mí) Tim Hill («Los Teleñecos en el Espacio», «Garfield 2»), la película cuenta con un guión de Jon Vitti (escritor de «Los Simpson. La Película») y las actuaciones de Jason Lee como protagonista principal y David Cross, dos de los cómicos más hilarantes de la televisión americana al protagonizar «Me Llamo Earl» y «Arrested Development» respectivamente.
Por lo tanto, y pese a ser una película marcadamente infantil, uno esperaba sensaciones similares a las que dejan las producciones de Pixar o similares, esto es, un divertimento para pequeños en el que un adulto puede disfrutar igual o incluso más que este. Lamentablemente este no es el caso de «Alvin y las Ardillas», película en la que un adulto puede entretenerse, sí, pero ni mucho menos gozará de la chispa y madurez de las antes citadas.
El primer impedimento se encuentra en las ardillas en sí. Estereotipadas hasta el paroxismo, Alvin y compañía no esconden en sus personalidades casi nada que resaltar, y se reducen simplemente a una panda de traviesos bichillos que, sin nada de maldad y sí mucha torpeza, desmontan de arriba a abajo la vida del protagonista. Lo único que las distingue de Beethoven, Boo, o Daniel el travieso es que cantan (canciones actuales y fácilmente reconocibles, eso sí). Por lo tanto, solo consiguen resultar simpáticas, pero se echa mucho en falta un humor algo más maduro, algo que les dé un poco de carisma más allá de sus voces y coreografías musicales. De hecho, solo recuerdo un par de ocasiones en que sus gags hayan resultado realmente graciosos, como por ejemplo el de la alteración de voz por helio.
Desde luego, el otro gran problema lo encontramos en el guión, previsible como pocos y con asombrosa falta de garra. Esta suave crítica a la explotación infantil (o al menos, a la de los grupos de música y demás artistas menores) se limita a pasar por todos los lugares comunes de las películas infantiles, hasta el punto de ser un simple calco de, por ejemplo, «Noche en el Museo». Pero a diferencia de la comedia protagonizada por Ben Stiller, «Alvin y las Ardillas» carece por completo de personalidad en todos sus aspectos, con absolutamente nada que destacar en cuanto a la dirección, banda sonora, o diseño de producción en general.
Afortunadamente, la película cuenta con dos actores la mar de simpáticos capaces de sacarse de la manga (más Cross que Lee) algún que otro guiño gracioso, demostrando (más Lee que Cross) ser cómicos tan válidos como el antes citado Stiller para esta clase de producciones.
En resumen, «Alvin y las Ardillas» es una película de la que solo disfrutarán los más pequeños (que sin duda enloquecerán con los animalitos, sus voces, y sus desmadres), pues es a ellos a quien va destinada. A los más adultos nos toca conformarnos con una comedia simpática pero previsible y olvidable, que poco o nada hace recordar a los (por otra parte más que olvidados) personajes originales en que se basa, y sin un solo guiño (o como mucho, uno) a nuestra inteligencia. Aconsejable solo si su visionado implica distraer a los infantes de la familia.
4/10