Crítica de El amigo de mi hermana (My Sister’s Sister)
No deja de resultar curioso lo que ocurre en el mundo de las comedias románticas: tan pronto se pone de moda una de corte indie, como toma el relevo en taquilla otra de corte infinitamente más clásico, haciendo que los exploits (voluntarios o no) de la primera pululen por salas sin que nadie se dé cuenta. Y es una pena, porque a veces pasa lo que pasa, y como se suele decir, pagan justos por pecadores. Es el caso de El amigo de mi hermana, comedia de corte muy independiente que pasó completamente desapercibida (pese a contar con Emily Blunt, mujer del momento, en su reparto) pese a ser uno de los mejores exponentes del género que se hayan dejado caer por nuestras salas en mucho tiempo. Reunidos para conmemorar la muerte de un amigo común, varios amigos asisten a un exabrupto por parte del hermano del fallecido. Entre esos amigos está la que se define como mejor amiga del hombre, que le recomienda desconectar unos días y le ofrece la casa de campo de sus padres. Él acepta, y allí que se presenta, sólo que se encuentra con la hermana de la chica, que también ha elegido esos días para rencontrarse a sí misma y superar la ruptura con su pareja (con la inestimable ayuda de una botella de tequila). La llegada de la mejor amiga a la casa, con el ánimo de hacerle una sorpresa al chico, echa el resto. Embrollo habitual de una rom-com, de una de aquellas cintas generacionales sobre la amistad y el buen rollo, pero resuelto, y ahora veremos por qué, con mucha más gracia de lo habitual.
Los nombres que se vinculan a la cinta son los primeros en llamar la atención, quienes ya revelan que en El amigo de mi hermana hay gato encerrado. Que su reparto esté compuesto por dos actrices de la talla de Emily Blunt y Rosemarie DeWitt, perfectos transmisores de naturalidad y franqueza emocional, y el trío se complete con Mark Duplass (a quien vimos recientemente en la muy reivindicable, y aún inédita, Seguridad no garantizada), es señal inequívoca de que esta va a ser una película de personajes, de aquellos bien delineados y mejor interpretados. Duplass, que ejerce también de productor, es una de las cabezas visibles del mumblecore, de donde sale también Lynn Shelton, directora y guionista de El amigo de mi hermana y que ya coincidió con él en Humpday. O sea que echa más leña al fuego el hecho de que además de su validez individual, haya un background previo común vinculado, y esto ya es la repanocha, a una revolución cinematográfica que sirvió para establecer las piedras miliares de lo que ahora se conoce como indie. Definitivamente, esta no va a ser una comedia vulgar.
A la hora de la verdad, de ese estilo casi dogmático recién mentado apenas queda nada, salvo quizá la buena mano de la cineasta para moverse en espacios pequeños, cámara en mano, entrando y saliendo de conversaciones a tres bandas o siguiendo a un personaje sin dejar de tener ubicados a los otros dos. Por lo demás, shelton apuesta por quedarse en una muy elegante (atención a los planos generales para oxigenar el ambiente) segunda posición, cediendo todo el protagonismo a los personajes y sus embolics. Y estos recogen el guante llevando todo el peso de la película de manera brillante. Conversaciones con chispa, desparpajo al tratar temas tabú, sutileza a la hora de sincerarse y salidas muy contenidas hacia la risa crean, en suma, una balanza de lo más compensada, rápidamente traducida en una intensa conexión con el espectador. Y a su vez, el lienzo que poco a poco se va creando adopta unas formas cuanto menos inesperadas: El amigo de mi hermana evoca a una generación, a unos sentimientos de amistad y amor muy claros (aunque fácilmente universalizables), y a su vez casi reivindica la miríada de posibilidades en que puede devenir una familia, un grupo de amigos, o simplemente, la situación personal de cada uno. Bien: fresca, divertida, entrañable y (moderadamente) rompedora a partes iguales.
Hay, en medio de tanta lucidez, un par de borrones que la hacen trastabillar. Por mucho que se acerque a dar la puntilla, cierto es que la propuesta de Shelton no acaba de ser todo lo contundente que podría haber sido. Y quizás parte de la culpa la tenga el anticlímax por el que pasa justo antes de su conclusión. Aunque la verdad, poco importa, pues esos segundos finales encuentran la fuerza suficiente como para compensar de sobras, bordando lo que no tarda en convertirse en un recuerdo entrañable y sumamente buenrollista. Y de eso se trata, ¿no? En serio, El amigo de mi hermana es una de esas películas que hay que ver y recomendar. De esas de las que mola hablar.
8/10
Y en el DVD…
Es de agradecer que a la mínima que pueda, Cameo incluya en el apartado de extras uno o dos cortos, dando comba al poco valorado mundo del minicine. Claro que eso no siempre implica que la cosa vaya a funcionar. En este caso, ni el Doble Check de Pablo Caballero, ni el Hazte amigo de las gordas de Borja González Santaolalla, cuentan con la calidad suficiente como para pasar de una broma de mal gusto de youtube. La suerte es que el primero, caduco como él solo por centrarse en una aplicación de móviles que en cualquier momento podría desaparecer, dura tres minutos y medios. La mala suerte, que el segundo se acerque al cuarto de hora de duración. En ambos casos se busca ser “graciosillo” sin suerte, queriendo buscar risas (que brillan por su ausencia) sin pararse a pensar un poco más en sus personajes o en el potencial de su guión. En fin, olvidables.
Tanto el DVD como el Blu-ray cuentan con ellos, y se completan con ficha técnica y artística de la película, y uno o dos trailers. Lástima, hubiera sido interesante ver un cómo se hizo, a tenor del pasado de la directora, o un buen surtido de entrevistas que, sin ir más lejos, le preguntaran a Duplass sobre su reciente amago de regreso al mumblecore intercalado con actuaciones en esta clase de estimulantes propuestas.
Propuesta que, por cierto, en DVD se ve y escucha de manera más que correcta, explotando al máximo las posibilidades del ya obsoleto formato: tanto en inglés como en castellano cuenta con sonido dolby digital 5.1, y la imagen se antoja nítida, sin apenas molestias traducidas en grano o pixelaciones indeseadas, salvo las que concuerdan con la limitación de medios con que fue rodada. Vamos, que como es una película que vale la pena ver sí o sí, extras aparte, la edición cumple sobradamente con lo que se le pide, que ya es.