Crítica de Un amigo para Frank (Robot & Frank)
Hay mucha coña en ponerle a un anciano un robot de compañía. A veces mi abuelo no distinguía un teléfono inalámbrico de un mando a distancia, así que esto, por muy «futuro próximo plausible», pintaba moderadamente bien en su jugada de la mano «extraña pareja». Coged a Frank Langella, venerable es poco, y a un robotejo tipo Asimo, juntadlos y entenderéis lo que quiero decir. A uno convertidlo en gruñón vieja escuela y al otro en un C3PO diseñado por Steve Jobs. Que al final el resultado seguirá siendo el mismo. Jack Lemmon y Walter Matthau.
Pero esto es una peli que se peina indie. Lo cuál no sólo conlleva el factor «ciencia ficción pero menos» en su puesta en escena austera y modesta, sino también un tono de comedia agria en su planteamiento temático. O de drama tierno, para el caso. Y Un amigo para Frank necesita erigirse como algo bastante más noble que un producto de género (autoSic), porque sus intereses no van por ahí. No, la cosa trata de la vida en sus últimos compases; de la reivinidicación de la persona autónoma; del respeto a la tercera edad, el abandono a los ancianos y el salto generacional; del avance tecnológico como nueva vía de comunicación entre entes inteligentes (encendida defensa de las capacidades humanas de la I.A.); y, al fin, Un amigo para Frank encara con finezza el reseteo diario que significa el alzheimer. Bien, temas intensos, necesarios, casi universales. ¿A nadie más le empieza a oler la cosa a chamusquina?
Puede ser cosa mía. La película acierta en su tono de drama doméstico, minimalista y con el justo aire de producto independiente como para arrastrar a las salas a casi todo el mundo. Lo cierto es que parece saber conectar con el grueso del público a base de encanto sardónico en ingentes cotas tanto de humor amable como de humor negro (amable). Y es perfectamente imaginable una reacción consensuada positiva, motivada por su puntito de bonhomía que no renuncia a la vertiente freak del asunto, pero tampoco a la suavización de las formas. El cerebro positrónico de Robot (así se llama el robot, Robot) parece diseñado por un ejecutivo que calza zapatillas Converse, tiene una lista de los dos cedés de The xx en su Spotify y la suficiente empatía como para saber qué teclas tocar.
Pero hay poco asidero en todo eso. La melosidad de su narración convierte en un viaje placentero, pero sumamente tranquilo a la hora de plantearse a si misma retos narrativos. Es todo remanso, todo calma chicha; no hay apenas momentos de tormenta, ni en la relación con los hijos de Frank, que nunca llega a crisparse del todo, ni en la profunda amistad con la bibliotecaria (Susan Sarandon cumpliendo) que, eso sí, parece guardarse de manera muy inteligente recuerdos y experiencias pasadas que nunca se revelarán.
Así que nadie puede acusar a Un amigo para Frank de no jugar su juego con elegancia, del mismo modo que habrá que reconocerle la inteligencia y gracia de partir de unos preceptos de género -la ciencia ficción- para desarrollar una historia íntima y humana. Pero sí cabe una crítica un poco más profunda a sus entramados argumentales: salvando un tercer acto y epílogo hermosísimos, emocionantes en su sutileza y en las capas de interpretación y metáfora que ofrece, la escalada climática es endeble, poco carnosa y finalmente apática. La progresión sentimental es excesivamente tamizada, y en ocasiones hasta se conforma con ser meramente chistosa (mon dieu, ¿nadie pensó en las abismales posibilidades dramáticas del apagado cerebral? ¿en el tremendo potencial de las ocasionales humanizaciones de Robot, siempre desaprovechadas?).
Frank Langella está imparable, claro, como siempre. Y su complicidad con un ser eminentemente remachado en plástico duro, con quien se erige como par de islas de afectividad en un entorno eminentemente feo y ajeno, marca definitivamente el tono de la película y la convierte definitivamente en un producto varios pasos alejado de la concepción televisiva que se le podía endosar. Pero eso, mucho me temo, está todo en Frank.
Bien por él. Pero nosotros y nuestras meninges necesitábamos algo más.
Eso sí, Un amigo para Frank puede arramblar con todo en futuras entregas de premios. Avisados.
Trailer de Un amigo para Frank (Robot & Frank)
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Con la ciencia ficción como excusa, esta película es la enésima dramedia indie que busca a la desesperada la atención por vía de una fórmula repetida en exceso. Bien, pero ya cansan…