Crítica de Los amos del barrio (The Watch)
No había nada que pudiera salir mal (salvo, si me apuran, una esperable traducción lamentable del título original al castellano) en The Watch. Ni por su reparto, compuesto nada más y nada menos que por Ben Stiller, Vince Vaughn, Jonah Hill y Richard Ayoade, y completado por Will Forte y Rosemarie DeWitt; ni por su argumento, sobre un asesinato tan extraño como desmesuradamente violento que lleva a la creación de un descabellado equipo de vecinos vigilantes que, ojo, deberá lidiar con una invasión alienígena. También servían como garantía de éxito los responsables de todo ello, director (Akiva Schaffer, parido entre bastidores de SNL) y guionistas (dos de ellos, Seth Rogen e Evan Goldberg, responsables de los libretos de varios hermanos mayores de la cinta, como Superfumados o Supersalidos). La fiesta se presumía de antología, máxime a sabiendas de que todo el cast & crew citado forma parte de un equipo deudor del cine juvenil de los 80 y 90, que de hecho no esconde en ningún momento sus referentes. Esos gremlins, esos cazafantasmas cuya prometido retorno lleva decenios sonando sin que jamás llegue a materializarse, y que podía haber encontrado en la que nos ocupa un sucedáneo ideal. Y quizás el no haberse convertido en ello sea la más sangrante de las heridas por las que se le va la vida a esta fallida, maldita sea, Los amos del barrio.
Es duro hacerse a la idea del enorme potencial que se ha echado por la borda. Pensar que sin tener una sola tecla desafinada, la combinación escogida haya quedado en una cacofonía de instrumentos incomprensiblemente desacordes, que se ha ido a pisar la única zamburguesa falsa. Y es que todo está ahí, listo para la hecatombe humorística. Argumento sci-fi paródico, pasajes de puntual violencia exagerada (deliciosas escenas gore-festivas), y chistes sobre penes; reparto que exuda amiguetismo por todos sus poros, el habitual margen a la improvisación que se gastan en cada una de sus propuestas, y ese humor distendido que lleva al espectador a sentarse ante la pantalla y tener la sensación de ser uno más de la pandilla… Lo dicho, teclas dispuestas y en algún caso especialmente afinadas: Vaughn aquí parece mucho más despierto y entregado que de costumbre, sin ir más lejos; y Jonah Hill, en plan psicópata contenido, tan en forma como siempre.
Y lo cierto es que cuando ya se ha llegado al final del trayecto, lo que se recuerda del viaje no es nada desdeñable. No se puede negar que no ocurran cosas en la cinta, que salta del argumento alienígena al manido (pero bienvenido) discurso sobre las últimas escapatorias de una vida madura y asentada en la rutina, y propone no pocas situaciones teóricamente hilarantes: la orgía, el arma extraterrestre, el ataque a la base de operaciones de los protagonistas, el punto débil de los marcianos. Y siempre son de agradecer referencias a clásicos del género, cuantas más mejor (el invasor está entre nosotros, y demás lugares comunes del estilo).
Lo que lo estropea todo, en definitiva, es el viaje en sí. Con apenas tres o cuatro pasajes realmente divertidos, la práctica totalidad de Los amos del barrio es un escaparate de desfasados humoristas limitados a algún que otro enfrentamiento verbal de muy baja estofa (con algún chascarrillo picantón contenido siempre entre límites más bien conservadores), y por lo general, de un número de gags inferior a lo deseado y paridos francamente mal. En demasiadas ocasiones se descubre una comedia que ni siquiera trata de ser comedia, sino engendro a medias entre lo moralizante y la mera narración, sin más. Y así, hasta la sonrisa automática (esa que se instaura desde el primer minuto, exactamente cuando Stiller recita sus primeras frases en español) acaba por perderse.
De acuerdo, no es un aburrimiento insufrible. Pasan tantas cosas en sus escasos 100 minutos que como mínimo alcanza la categoría de entretenidilla. Pero ha salido todo tan mal, es todo tan previsible y tiene tan poco, tan poquito que ofrecer en todos los sentidos (que hasta ahora no haya salido una sola palabra relacionada con la dirección o el apartado técnico no es en balde), que no, no ha colado. Maldita sea, esta tenía que ser la gran fiesta de quienes adoran por igual Regreso al futuro y Lío embarazoso. De quienes se tragan sin pestañear hasta la última aparición de Stiller y compañía en cines, y de quienes adoran a Richard Ayoade desde que lo descubrieran en el lugar oscuro de Garth Marenghi o en The IT Crowd. De quienes en cada navidad vuelven a ponerse Los cazafantasmas simplemente porque hay que hacerlo. Y no ha salido así. Ni de lejos. Una pena.
5/10