Crítica de Los amos de Brooklyn
Y el caso de «Los amos de Brooklyn», nueva película de Antoine Fuqua, director de «Training Day» y «El Rey Arturo», no podía ser menos. Hace unos cinco años probablemente habríamos visto en ello una influencia del thriller policíaco americano de los 70, con la pérdida de la inocencia en sus tramas y planteamientos generales, y una violencia seca y contundente en su mirada. Y no digo que no.
Sin embargo ahora, con eso que ha dado en llamarse «nueva época dorada de la televisión» más o menos ya asentado (si no terminado) podemos observar que aquí hay bastante de los nuevos modelos de ficción televisiva. Se puede rastrear algo de «The Shield» en la brutales cargas policiales y en lo corrupto de algunos personajes y, si hubiera tenido algo más de difusión, incluso podríamos emparentarla con aquella estupenda «Southland», cancelada prematuramente por algún lumbreras de la NBC. Pero realmente es con «The Wire» donde podemos encontrar más similitudes. El retrato urbano es desesperanzado como en la serie de Simon y Burns, y está empapado de un realtivismo según el cuál nadie es rematadamente bueno ni jodidamente malo. Que hijoputas los hay en todas partes, entre las filas del cuerpo de policía en la misma cantidad que entre las hordas de camellos y pequeños trapicheantes, era uno de los mensaje que se extraía de la serie y que sigue devotamente esta «Los amos de Brooklyn».
Pero sin escapar de una mirada más o menos matizada. Por eso trata a sus personajes casi como auténticos guiñapos humanos. Un punto a su favor. Todos ellos están bien definidos y poseen bastantes claroscuros. Parten del estereotipo, pero no caen en el trazo grueso, e incluso experimentan una cierta curva de desarrollo. En realidad no dejan de ser los clásicos de toda la vida (Ethan Hawke podría incluso ser una evolución de su compañero de reparto Denzel Washington en «Training Day»), pero algo más trabajados.
A cambio Fuqua se lo paga a todos con una amargura vital casi trágica. Los priva de un escape digno y les niega el oxígeno para respirar, por ejemplo encuadrándolos a menudo en planos asfixiantes, sin aire de mirada, de modo que el límite del plano casi roza sus narices atribuladas.
Y lo redondea con una ambientación opresiva, asfixiante y en muchos momentos bastante oscura. El peso del aire caliente y bochornoso que envuelve a los personajes es notable, y logra reflejar con acierto el Brooklyn más guarrete y callejero. Es decir, lo de siempre.
La estructura narrativa, tres cuartos de lo mismo. Resulta atractiva, dosifica la información de modo inteligente y mantiene la tensión de manera casi trepidante. Pero viene a ser lo mismo de todas las películas más o menos corales: las historias apenas se encuentran entre sí, aunque intuimos que en algún momento así ocurrirá. [SPOILER] Efectivamente, al final, la conclusión climática funciona como catarsis colectiva en que las tramas se cruzan en mayor o menor medida y las historias personales quedan finiquitadas… trágicamente, como no podía ser de otro modo [fin del SPOILER].
Todo, en fin, es correcto en «Los amos de Brooklyn», y eso incluye a su trío protagonista. Richard Gere irrita menos que de costumbre, e incluso construye un interesante «looser con integridad». Don Cheadle sabe impregnar de mala esencia un personaje que debería ser «bueno», y termina sacando adelante un antihéroe que hace equilibrios en una cuerda floja. Y Ethan Hawke, bueno, hace lo de siempre. Algo sobreactuado, pero cumplidor en general.
«Los amos de Brooklyn» es una película bien hecha y se ve con facilidad pese a sus 130 minutos. El problema es que se pretende tragedia griega y apunta a Gran Drama de la Sociedad Americana, pero al final resulta ser poco más que un «Crash» con pegada, principalmente por esa falta de personalidad de la que hablaba. Malo, señor Fuqua, si se quiere ser incisivo e hiriente hay que perseguir siempre la excelencia, el plus, lo que eleve el producto por encima de la media.
Y en «Los amos de Brooklyn» al final hay conformismo. Demasiado.
Para eso, mejor ir a la fuente.
6/10