Crítica de Amy
¿Quién se acuerda de Amy Winehouse? Hace ya nueve años del disco que la hizo mundialmente conocida, Back to Black, y cuatro desde su muerte. A pesar de haber sido una de las pocas artistas que alcanzó éxito comercial y aclamación crítica, a pesar de haber renovado un género -el del jazz cantado- que estaba prácticamente muerto, a pesar de haber ocupado miles de horas de televisión, de portadas de revistas y de prensa amarilla. Amy Winehouse, quizás la última gran estrella del rock, hizo buena la famosa máxima: «vive rápido, muere joven, deja un bonito cadáver».
Pese a la capacidad que tiene la sociedad occidental de aupar, consumir, venerar y tirar ídolos con una velocidad pasmosa, los hay que sí se acuerdan de la cantante londinense. Entre ellos el director Asif Kapadia y su equipo, multipremiados por el estupendo documental Senna, y que ahora se fijan en otra malograda celebridad en Amy.
Lo que más sorprende del documental es el trabajo que hay detrás. Es evidente que cualquier autor de documentales sabe que la mayoría del esfuerzo se tiene que centrar en la preproducción y postproducción, que es lo que de verdad marca la calidad en este género. Pero en Amy, Kapadia ha hecho un trabajo realmente espectacular, reuniendo material realmente único que nos muestra el día a día de Amy Winehouse, su infancia y adolescencia, su ascenso a la fama, sus problemas con las drogas y el alcohol… Todo ello huyendo del «quizás», del «y si», simplemente dando voz a aquellos que estuvieron cerca de ella, mostrando todos los documentos a los que ha tenido acceso y ofreciendo su propio punto de vista sobre la pregunta que todos nos hacemos: «¿Qué pasó?».
Está claro que Asif Kapadia tiene una mano maestra en esto de hacer documentales, logrando atrapar la atención del espectador esté o no interesado en la persona sobre la que se habla. Sin embargo, algo de lo que ya pecaba Senna se vuelve a repetir aquí, y es la excesiva duración. Es mejor no entrar a valorar si la corta vida de Winehouse da para un documental de 128 minutos, pero sí es digno de mención que en ocasiones el film se hace repetitivo, insistiendo sobre las mismas ideas una y otra vez.
Además, uno no puede dejar de darse cuenta de que el director parece querer expiar a Amy Winehouse de sus pecados, pues le quita responsabilidad sobre su propio devenir y la carga toda sobre otras personas, especialmente su pareja, su padre y los medios de comunicación.
Eso se hace más evidente de cara al final, donde cierto tono amarillista y lacrimógeno acaban por deslucir un trabajo fantástico que seguramente requería un punto de vista más distante.
7/10