Crítica de Anarchy: La noche de las bestias (The Purge: Anarchy)
Siendo francos, el éxito de la primera noche de las bestias, The Purge, la catapultó hacia una liga en la que jamás debería haber competido. Se la tildó de película de primera categoría cuando (y ojo, que no hay nada reprochable en ello) su hábitat natural es a todas luces el de la serie B. Sólo desde ese prisma debería valorarse esa inaugural bacanal de violencia ideada por James DeMonaco, acotada a una noche de un futuro no muy lejano en la que todo vale a cambio de otras 364 de tranquilidad, sin actos vandálicos. Seguramente a sabiendas de ello, para la siguiente ola de crímenes ya se ha tirado más abiertamente hacia el submundo cinematográfico y como prueba de ello, su reparto: lejos del pedigrí de Lena Headey y Ethan Hawke, ahora el protagonista de todo ello es un mucho más churrero Frank Grillo, y su aspecto de tipo duro wannabe, basto y mal afeitado cual exploit de un McLane sin cara reconocible, le va como anillo al dedo a una Anarchy: La noche de las bestias que no se anda con florituras. Señoras y señores, esto es una improbable secuela de un aún más inesperado taquillazo que ya contaba todo lo contable en sus poco más de 90 minutos. Algo así como las secuelas de Saw: ¿Algo que aportar? Nada, en verdad… salvo divertimento principalmente destinado a fans.
Desprejuiciada y sin complejos, en definitiva, es como se presenta la continuación, de nuevo escrita y dirigida por un DeMonaco que se vuelca en la B hasta la última consecuencia. Lo cual implica una banalización ¡aún mayor! de sus discursitos moralizantes de tres al cuarto, en pos de mayor y más desenfadada acción que, eso sí, mantiene intactos los niveles de ínfima violencia visual (el único punto realmente reprobable de un film que debería haberse empapado de gore festivo para rematar la fiesta). Se rebaja también el apartado visual, un punto más manierista de lo deseado en la primera, con esos tonos azules post-Matrix que acababan con la paciencia del respetable; ahora, Anarchy se hace con una paleta de colores mayor, más colorista todo y más contrastadas las sombras. Porque qué demonios, todo es una fiesta. Esa parece ser, de hecho, la una premisa sobre la que se sustenta el tinglado: estamos de guasa, que se apunte todo quisqui. Incluyendo, claro, un guión que se esfuerza por sus personajes sólo en apariencia, queriendo correr más incluso que el espectador por entrar en materia.
Queda, por descontado, una nimiedad abismal. Anarchy: La noche de las bestias, jamás podrá considerarse como una muesca mínimamente trascendente en la historia del cine. Pero las normas son esas: se trata de un jueguecito para deleite de los que en su día se acercaron a The Purge; un goloso sinsentido (para ellos) que no alimentará neuronas pero tampoco las matará porque, hey, si entras es porque quieres y vas debidamente preparado. Banal pero simpática, moralizante pero chichinábica, violenta pero, en el fondo, familiar, cumple con su objetivo, siempre y cuando se cuente como tal el de hacer las veces de pasarratos más para alquilar y ver entre amigotes, que para darle la preminencia de un gran estreno en salas (aunque sí se haya estrenado en cines).
5,5/10
Y en el Blu-Ray…
Excelente a nivel audiovisual, el Blu-Ray de Universal vuelve a explotar los 1080 de la alta definición a las mil maravillas, potenciando las sensaciones con una versión original que se presenta en un notable DTS-HD Master 5.1 (en detrimento de un doblaje nada desdeñable, pero limitado a un DTS Digital Surround). Sí queda algo escueto en cuanto a material añadido, con apenas un clip a modo de Cómo se hizo (Anarchy desde dentro) y un generoso surtido de escenas eliminadas. Más que correcto.