Crítica de Animal de compañía (Pet)
Que no nos tomásemos la película demasiado en serio fue la única recomendación de Carles Torrens en el festival de cine fantástico de Sitges, antes de arrancar la proyección de esta nueva mascota suya, Animal de compañía (Pet), cuyo estreno viene precedido del éxito que el catalán cosechó su último cortometraje, Sequence. Y con el que, de hecho, tiene más de un punto en común, por mucho que uno sea un thriller paranoico de 20 minutos, y ésta una loca historia de amor. Más o menos.
Guarda paralelismos, de entrada, en la honestidad brutal que del film se destila, y que confirmaba Torrens con sus declaraciones: Animal de compañía (Pet) ni engaña, ni pretende engañar en ningún momento al espectador. Se trata de una producción de presupuesto limitado, argumento imposible con más de un giro inesperado, cierto gusto por el terror y la hemoglobina (apto para todo tipo de espectador, ojo), y cierto humor negro. Vamos, que uno tiene que estar dispuesto a ver a Dominic Monaghan liándole la de Hard Candy a Ksenia Solo sin pensar demasiado en ello, sólo con ganas de disfrutar de un divertimento 100% Sitges. Y oíd, funciona.
Funciona porque Torrens apuesta en todo momento por un discurso muy picado, directo al grano y alejado de excesivos embellecimientos formales o caprichos narrativos: se trata de presentar a unos personajes carismáticos con la mayor holgura posible, para después entrar en materia argumental con la mayor soltura posible. Lo cual, habida cuenta del entramado, es delicado: la historia es tan pequeñita, que podía caer fácilmente en el sopor más absoluto de no haber entendido, y asumido a la perfección, las exigencias de la misma. Lejos de pecar de impersonal, el director prefiere descubrirse como más que solvente narrador de historias, imprimiendo un estilo evidente, pero que jamás quiere situarse por encima del conjunto.
Claro que Pet funciona también por su reparto, con un dúo protagonista ideal tanto por sus respectivas cuentas como cuando de generar química entre ellos se refiere. Y por una banda sonora que lleva de la mano al espectador por un surtido de emociones, que van de lo angustioso a lo paródico, lo romántico, y lo disparatado (atención a esa pieza creada a base de… ladridos de perro). Y finalmente, la propuesta funciona por volver a apuntar en la filmografía del catalán un título cambiante: cuando el público cree entender por dónde van a ir los tiros, el guión de Jeremy Slater emprende un giro inesperado, al que Torrens reacciona virando la dirección de la propuesta, y obligando al respetable a reformular sus teorías o estados anímicos.
En definitiva, un cúmulo de aciertos encadenados hacen de Animal de compañía (Pet), a priori producto de serie B de interés cuestionable, una de las más agradables sorpresas de la presente edición del festival de Sitges. Y lo más curioso es que su principal baza pasa justamente por reconocerse como producto de serie B de interés cuestionable: de trata de un divertimento sin pretensiones ni complejos, sin etiquetas ni obligaciones de ningún tipo y cuya única misión pasa por divertir al respetable. Y vaya si lo consigue. Demasiado a menudo nos olvidamos de que el cine es, ante todo, entretenimiento. Suerte de la existencia del películas como ésta.
Trailer de Animal de compañía (Pet)
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una película tan pequeñita como honesta. Pet quiere entretener desde un guión juguetón y con algún que otro giro… y lo consigue sin problemas.