Crítica de Ant-Man
Si algo funciona, para qué cambiarlo. De hecho, si ves que alguien lo intenta, despídele, fuérzale a salir y ten la fiesta en paz. Nunca sabremos cómo iba a ser en verdad Ant-Man, pero sí podemos aplicar algo de matemática básica. Sumamos la película estrenada finalmente en cines a la salida a medio proceso creativo de su director y guionista original, Edgar Wright (en pos de un eficiente Pyton Reed), y está claro: Marvel Studios ha apostado por seguir explotando su gallina de huevos dorados, por exprimir una fórmula que sabe que funciona sin variar de ella un ápice; ya petará por algún lado, pero sólo entonces será cuando haya que sentarse a ver cómo seguir. Mientras tanto, a seguir viviendo de rentas, que no son sino las que conforman el combinado habitual: la conversión del tipo corriente con alguna habilidad especial pero sin una dritta via definida, en héroe para salvar al mundo del tipo que hará las veces de antihéroe, y cuya definición resulta harto conocida también: antiguo pupilo del genio de turno (ya entrado en años), perdido durante el proceso de adiestramiento, y de ahí que el segundo deba reclutar a alguien nuevo para detenerle; se le suman pequeños dramas familiares, cruces con otras películas de la franquicia, y estructura calcada a cualquier otra forja de personalidad marvelita, y habemus taquillazo. De momento nos sigue valiendo. De momento.
Y es que son precisamente los pequeños aires de cambio que no han podido ser del todo erradicados, los que hacen de Ant-Man un nuevo logro a sumar a la edad de oro superheroica. Al mínimo síntoma de flaqueza (aparecen constantemente), un gag, una burla, un cambio mínimo en el rostro de Paul Rudd hacen acto de presencia y sonsacan cuanto menos una sonrisa de complicidad. Estupenda elección de casting la suya, así como de los guionistas añadidos a última hora para salvar los muebles: el propio actor y Adam McKay (ya habían coincidido en El reportero) acabaron lo que a Wright y Joe Cornish no se les permitió, resultando uno de los libretos más divertidos vistos recientemente en la productora comiquera. Primer gran acierto de la película. El segundo pasa por la consciencia, en todo momento, de sus dimensiones. Estamos ante un blockbuster cortado por el mismo patrón de siempre, pero que envuelve a supes del tamaño de hormigas. Una serie A con alma de serie B que pide su paso a gritos: así que prácticamente cada set piece de teórica épica y pirotecnia al uso, es correspondida con un rápido zoom out que recuerda que tamaña pelea está ocurriendo en realidad sobre las vías de un trenecito de juguete, o en el interior de una bañera. Pitorreo tanto de uno mismo como de toda la fiebre enmascarada que, se intuye, hubiera aumentado y de qué manera sus decibelios de haber sido mantenido su organigrama original.
Como no ha sido así, queda una lograda combinación de factores: estamos ante una de las ofertas menores de Marvel, pero del Marvel post-2007 (año en que coincidieron El motorista fantasma, Spider-Man 3 y Los cuatro fantásticos y Silver Surfer). Esto es, del estudio que ya ha asentado su estrategia entre macro sagas cruzadas, fórmulas definidas y margen de error bajo mínimos. Ant-Man funciona tan bien como cualquier otra oferta que incluya a un solo héroe, puesto que viene a ser la misma película, ligeramente remozada. Es técnicamente impecable (atención al rejuvenecimiento inicial), cuenta con un humor atinado gentileza de su cast y de un par de buenas ideas del guion, y en líneas generales el espectáculo es sólido, a la altura. Se disfruta sin problemas, pero también deja a la vista una estructura cada vez más endeble, con la sensación de desmoronarse de un momento a otro. El encanto de Paul Rudd, la presencia de Corey Stoll, el oficio de Michael Douglas y los continuos robos de planos de los secundarios (Lilly, Peña, Cannavale, Greer) siguen manteniéndola en pie, pero ay del día en que se dé un paso en falso.
7/10