Crítica de Arraianos

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El sumo misterio, la infinita seducción de lo contado, lo sugerido y lo mostrado, vía imagen y vía verbo, de Arraianos, no tiene límites. No es sólo una asombrosa segunda película, ejercicio cinematográfico y narrativo de primer orden por parte de uno de nuestros directores jóvenes más potencialmente interesantes, Eloy Enciso. Es también una de las experiencias de inmersión más arrebatadoras y fascinantes que nos va a deparar esta temporada en cualquiera de los campos artísticos, más allá del fílmico. No exagero. Pero, claro, tampoco puedo esperar que todo el mundo se sienta impulsado a penetrar en lo impenetrable, habida cuenta de que los bosques que hacen frondosa la película también guardan para si secretos que parecen infranqueables para el espectador casual. Es una falacia por mi parte, claro, porque la pureza que contienen las imágenes de esta película surge de la vocación de emocionar a cualquiera, sin distinciones. Pero las cosas son como son, y visto lo visto en el panorama comercial contemporáneo uno se ve obligado a tachar a esto, a su pesar, de experimento. De cine intelectualizado.

E insisto en que nada queda más lejos que ello de lo que realmente es Arraianos. Aunque sus puntos de partida puedan parecer inusuales: trasladar a la pantalla las palabras con las que el dramaturgo gallego Jenaro Marinhas del Valle dio forma a su obra teatral O bosque pero ahuyentando cualquier intención de literalidad. O bien abrazándola, no sé: la estrategia de Enciso, también de su guionista José Manuel Sande, es colocar ese texto en un terreno de nadie, tanto físico (nos encontramos en el Couto Mixto, la zona que delimita Ourense y lo separa de Portugal, o a la inversa) como, cuentan ellos mismos, de posicionamiento autoral ético y estilístico. Arraianos es una película de fronteras. Entre lo real y lo ficcionado, entre lo literal y lo alegórico, entre lo natural y lo impostado. Un ejercicio de voluntaria confusión entre lo mundano y su representación que podría firmar Manoel de Oliveira.

Más concretamente, es una película que se despliega como un documental, con una aparente voluntad observacional y centrada en personajes que no son actores profesionales. Pero parte de unos constructos, de preceptos ficcionales. Y traslada la palabra prefigurada del dramaturgo a un entorno eminentemente realista, pero es pronunciada por los personajes con una buscada rigidez, como desnudándola de contaminaciones para que se explique -la palabra, insisto- por si sola. Por otro lado, el relato se sitúa en ese entorno olvidado en el tiempo, perdido en la memoria, pero que sigue conservando la fuerza de los símbolos, sus relaciones estrechas con la naturaleza y la presencia incólume del mito.

Y sin embargo todo ello está captado en toda su precisión naturalista mediante un formato de imagen en alta definición, que regala imágenes de una belleza mesmerizante, fruto de la estrecha colaboración del realizador con Mauro Herce, su director de fotografía. La separación e irrevocable necesidad entre hombre y entorno queda patente en un juego flexible y fluido entre microhistorias telúricas, húmedas, enraizadas, apegadas a la tierra y lo etéreo e intangible, que irrumpe con fuerza casi onírica. Portabella encontrándose con Erice. El matrimonio Straub-Huillet con Weerasethakul en una observación de lo natural y lo real como si ello fuera algo nuevo, impregnado de la magia y el misterio de lo desconocido. Como si la película surgiera de la necesidad de hacer tangible lo intangible y al mismo tiempo a la inversa, de llevar lo cotidiano hacia el terreno de lo inasible y lo poético.

El balanceo deviene pues la tendencia principal de Arraianos. Especialmente entre lo tradicional, evocado desde las canciones y los cuentos narrados oralmente, y lo moderno. Un vaivén que se despliega a través de un trabajo profundamente sensorial (hay una preeminencia del sonido de lo furiosamente natural: lluvia, truenos, viento) para llegar a un lugar mítico, uno que también, se me ocurre, podría ocupar ese otro poblado llamado Innisfree. Y que no sabemos hasta qué punto está empapado de literalidad o alegoría. Un lugar de color gris y pardo; oscuro y luminoso y cuyas lindes no todos pueden querer franquear. Pero es natural. Tanto como el bestial y atávico poder de seducción que ejerce esta película, en tantos sentidos, paranormal.

8’5/10

 

Pero la alegría no se termina aquí. En una operación rara aunque no inaudita, Arraianos ve la luz mediante una estrategia multiplataforma, en diversos formatos de exhibición. Recomendamos dos. Primero conviene empaparse de la película en su forma más pura y primigenia: la sala. Después (a pesar de que también puede verse en sistemas de video bajo demanda), su edición en DVD responsabilidad de Cine Binario guarda, amén de una preciosa presentación en digipack, sorpresas felices en forma de un racimo de extras absolutamente impagables. Para empezar, un trailer de la película, bonito y sugerente. Pero atención, también podemos ampliar el universo Arraianos y las propuestas de sus responsables gracias a una «Demo 2009» que se postula como una primera toma de contacto, un minúsculo banco de pruebas de lo que estaba por venir. Más un buen puñado de escenas eliminadas y una sección, «Apuntes, bocetos, retratos…» que da pie a un opcional profundizado en las propuestas y personajes de la película. A todo ello se suma un trío de cortos que terminan de dimensionar ese bullente panorama de jóvenes realizadores orbitales a un nuevo cine gallego: Paisaje-Duración. Carretera, de Lois Patiño (autor de la premiada Costa da Morte), O cazador, de Ángel Santos y Un dia no campo, del propio Eloy Enciso. Todo ello, además de un libreto informativo que se abre con un extracto de un artículo que el estudioso Michael Sicinski brindó a Moving Image Source entorno a la película y se completa con un texto del guionista José Manuel Sande y una conversación entre Enciso, Herce y el montador Manuel Muñoz.
Excepcional edición.

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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