Crítica de As bestas
Debe de resultar doloroso que exista Rodrigo Sorogoyen. Para el resto de cineastas españoles, quiero decir. Y es que su superioridad es tan abismal en relación a cualquier otro, habido y por haber, que deben de entrar ganas de dejar de hacer cine. Total, para qué. Tanto da que sea un thriller político, una serie sobre la brutalidad policial, o un drama postapocalíptico: Sorogoyen acabará impartiendo siempre una clase magistral. En nuevo cambio de tercio, con As bestas se pasa a algo así como el western costumbrista; abandona núcleos urbanos y traslada su interés a un pueblo rural perdido por Galicia. Tanto da: vuelve a impartir un dechado de cine perfecto. El guion, coescrito junto a la habitual Isabel Peña (otra bestia en esto de contar historias), opta por una trama mínima, minúscula: a dicho pueblo ha llegado una empresa que ha convencido a la gran mayoría de vecinos a que les vendan sus terrenos para poder construir molinos de viento a su antojo. Pero hay una pareja, francesa para mayor inri, que se resiste a firmar. Lo cual gusta poco ya que, sin el consentimiento de todos, no hay venta que valga.
Con esta pequeña trama, As bestas construye una obra monumental que rebasa las dos horas de metraje, por una cuestión de mera necesidad. Y es que a cada paso que da, alimenta. Empezando por su factura, exquisita y secundada por unas interpretaciones, justamente, bestiales (lo que hace Luís Zahera aquí no es humano). Añadiendo un componente crítico que apunta a las grandes empresas a las que los individuos les importamos bien poco. Retratando también a una sociedad compleja, usando a los trabajadores del campo gallegos de hipérbole para hablar de una gente en conflicto: protectora de lo suyo pero a la vez deseosa de salir del pozo a toda costa; de dar la bienvenida a todo el mundo y a la vez arrastrar racismos exacerbados. Y sobre todo, alimentando el desarrollo de su argumento por vía de la tensión, constante y creciente.
Y es que gracias a otro par de aliados habituales de Sorogoyen, el compositor Olivier Arson y el fotógrafo Álex de Pablo, As bestas es una experiencia sensorial por encima de todo. Y no muy agradable. Cierto es que nada hay que dé miedo de manera canónica y es más, no son pocos los espacios para la risa, generados por el campechanismo de sus personajes. Pero se trata de válvulas de escape en una película que acaba tornándose terrorífica. Sorogoyen busca y encuentra nuevas fórmulas narrativas y audiovisuales (imagen gélida, banda sonora latente, largos planos secuencia, tempos atípicos) para tenernos con el corazón en un puño en todo momento, helando nuestra sangre ante la frialdad con la que se toman ciertas decisiones, o con lo que no se nos muestra; manteniéndonos a la expectativa durante minutos y más minutos de calma chicha. Abocándonos a un precipio al que no acaba de empujarnos. Pero sobre todo, porque parte de una base que busca la inseguridad del espectador: hay buenos, en apariencia, muy buenos, y malos que ídem. Pero se les da espacio de sobra a ambas posturas para demostrar la validez de sus respectivas posturas. Y el desvanecimiento de las líneas delimitadoras entre bien y mal genera un desasosiego parejo a la búsqueda, apenas apuntada pero tan dolorosa como un puñetazo, de los orígenes de la podredumbre y sus extensiones hasta quienes estamos sentados en la butaca.
A la postre, As bestas noquea y deja rendido. Dos horas y cuarto de un auténtico tour de force para las emociones, con lecturas que dan pie a profundas y nada alentadoras reflexiones, y una trama que se va ennegreciendo conforme progresa. Todo ello conformando una película perfecta en el sentido más literal de la palabra: todo está calculado y pensado para impactar con la mayor fuerza posible, y realmente, no parece haber mejor manera de contar lo que se quiere contar aquí. Pero es que ya lo decía al principio, ha de ser dolorosa la existencia de Sorogoyen (y de su equipo) para el resto de profesionales. Desde luego no para nosotros, que estamos asistiendo a la forja de un hito en la historia del cine (el español por lo menos) a base de películas grandiosas. Y ojo, que As bestas bien podría ser la mejor hasta la fecha. Ahí es nada.
Trailer de As bestas
As bestas: otra demostración de poderío de Sorogoyen
Por qué ver As bestas
Sorogoyen sigue dispuesto a reescribir la historia del cine por vía de auténticas obras maestras . As bestas, acaso su mejor trabajo hasta la fecha, confirma su talento tanto técnico como, y sobre todo, narrador: dos horas y cuarto que pasan en el suspiro que, justamente, la película no nos permite dar en ningún momento.