Crítica de Aurora, un asesino muy común (Aurora)
Si bien se tienda a su sobrevaloración, difícilmente podrá negarse que el cine rumano, o al menos el que rebasa las fronteras del país, esté viviendo un periodo de auténtico esplendor. Algunos de los nombres que encabezan esta pequeña revolución cinematográfica desde los Balcanes ya son fijos en la mayoría de festivales y premiaciones europeas, y empiezan a colarse con asiduidad creciente en los listados de mejores películas del año elaboradas por profesionales y aficionados. Es el caso de Aurora. Un asesino muy común, estrenada por nuestras latitudes a mediados de 2012 y recuperada ahora por la distribuidora Cameo en formato doméstico. La nueva película de y con Cristi Puiu (quien en 2005 se alzara con el premio Un Certain Regard de Cannes por La muerte del sr. Lazarescu) pasó por el certamen francés y por Gijón, y se coló, sin ir más lejos, entre las recomendaciones de la temporada pasada según La Casa. Y no es para menos. La nueva propuesta de Puiu mantiene el tono analítico de un cine constantemente centrado en denunciar las deficiencias de la sociedad rumana, al tiempo que adopta otras vestimentas que hacen de todo ello una muy apetecible mezcla de géneros, aglutinando pinceladas propias del thriller o directamente del terror, si bien no apta para todos los paladares.
Y es que como suele ser habitual desde esas geografías, se nos presenta una película difícil, de gran exigencia. Hasta tres horas necesita su director para acabar de perfilar al personaje principal (interpretado por él mismo) y enfrascarlo en la miseria en la que vive. Sin trabajo, recientemente divorciado y malviviendo en un piso en constantes reformas, desangelado y húmedo, el hombre deambula por la ciudad como alma en pena, ajeno totalmente a cualquier atisbo de relación salvo, si acaso, incómodos encuentros con la exmujer o sus vecinos. Una sociedad que ni siquiera es que lo rechace, es que directamente ni le presta atención a lo que para ella es un cero a la izquierda. Esta soledad, este ir y venir sin propósito alguno, se convierte en un tedioso modus operandi que rápidamente rebasa los límites de la pantalla, contagiando de esa exasperación paciente al espectador. Por supuesto, se trata de sensaciones buscadas, y para ello Puiu exprime hasta la última gota silencios casi eternos, planos secuencia infinitos con movimientos de cámara prácticamente imperceptibles, miradas perdidas y una luz que parece responder a los estados anímicos del protagonista: oscura, claustrofóbica, brillante casi de manera exclusiva cuando comete los crímenes que muy alegremente desvela el título castellano (siendo, el original, Aurora a secas).
De manera que volvemos a encontrarnos con una película que empieza de un modo muy concreto para acabar girando hacia géneros insospechados. En realidad, nada nuevo bajo el sol. El propio cineasta combinaba hábilmente drama social con comedia negra (incluso macabra) en su fundamental propuesta anterior, y recientemente veíamos otro ejemplo de cine costumbrista rumano que acababa convertido en un relato de posesiones (Más allá de las colinas, de Cristian Mungiu). Por otra parte, no hace falta quedarse en Europa del este para encontrar más ejemplos similares: seguimos esperando que llegue a nuestras carteleras Trabalhar Cansa, ese demoledor retrato de una familia brasileña que sobrevive como buenamente puede con una tienda de ultramarinos, hasta que una mancha en el suelo da la vuelta a todo yendo a parar a un relato de terror hiperrealista. Es precisamente con esta incomprendida pero imprescindible cinta de Marco Dutra y Juliana Rojas con la que podrían encontrarse similitudes en referencia a la que ahora nos ocupa.
Pero no nos desviemos, que al fin y al cabo, Trabalhar Cansa difícilmente verá la luz en nuestras carteleras. Hablábamos de Aurora, un asesino muy común como , y la definíamos como un drama social que de manera casi imperceptible acaba convertida en thriller de terror. Terror por el realismo y la dureza de su discurso; por la sutileza con que emprende ese cambio de formato (picando piedra, moldeando para darle la forma perfecta, sin prisas, a su obra final); y por la crudeza de sus (muy aisladas) secuencias de asesinato. Son pocas, a Puiu no le interesa hacer de la suya una versión rumana de Tarantino. Pero cogen desprevenido, dejando al espectador perdido, descolocado, inseguro. Y claro, después toca pensar en el porqué, en cómo llega ese hombre totalmente corriente a cometer esos crímenes, y la sangre se hiela. De manera que sí, es posible que el film que nos ocupa sea apto tan sólo para el espectador curtido en un cine alejado de artificios, de un tempo muy pausado y cuyo interés reside en el poso que va preparando con cada uno de sus fotogramas. Y aun así, se le puede echar en cara su excesivo metraje. Pero desde dicha perspectiva, pocas dudas caben: se trata de un implacable drama social que tranquilamente puede considerarse como uno de los mejores exponentes de la industria rumana.
8/10
Y en el DVD…
La edición que presenta Cameo responde a las condiciones en que se estrenó en cines la película. Se trata de un único DVD carente de extras, de imagen simplemente cumplidora, y con una única opción de audio: versión original mono (con subtítulos). Poquito bagaje, ciertamente, y si bien no creemos que sea demasiado trascendental un cómo se hizo para esta ocasión, si echamos de menos alguna explicación por parte de su director. Con todo, adquirida por el mero valor de la película en sí, cumple.