Crítica de Bajo la misma estrella (The Fault in Our Stars)
Preparémonos para el furor que está a punto de desatar esto. Novela de éxito, especialmente entre el público adolescente, (la escrita por John Green) es adaptada al cine por director que ya despertó sensaciones positivas con su anterior historia de sentimientos humanos (Josh Boone, el de Un invierno en la playa) y para ello se ficha a una de las actrices jóvenes con mayor proyección comercial del momento, Shailene Woodley. Más ingredientes para un éxito palpable: compañero masculino con potencial shipper -Ansel Elgort- y, aquí viene la estocada definitiva, trama que gira entorno a dos adolescentes enfermos de cáncer en fase 4, con las horas contadas, que van a enamorarse el uno del otro. Son los dos mentados (Woodley y Elgor, Hazel y Gus), se encuentran en una especie de terapia para grupo con aroma de romanticismo outsider, descubren que ambos son inteligentes, culturalmente inquietos y ávidos de vivir lo que les queda de la manera más sentimentalmente intensa posible. Salto de chispas y mecha prendida. ¿Quién va a poderse resistir si la cosa está contada con rigor, si los elementos dramáticos aparecen controlados y la ejecución resulta ser bien resultona? Pues, la verdad, casi nadie. Excepto los que, claro, guarden un cierto espíritu cínico y deseen ver algo más arriesgado e imprevisible que esta historieta quizá demasiado complaciente como para soportar una valoración severa.
Así que separemos un tipo de análisis del otro. A un nivel comercial y circunstrita en un tipo de cine muy pautado y reconocible por ese sector del público semiindie, la cosa funciona de manera notable. Se les nota el pulso a sus dos guionistas, responsables de otros productos homologables como (500) días juntos o Aquí y ahora (reconocible mejor por su original The Spectacular Now). Ambos están habituados a las historias generacionales que pretenden conjugar con fluidez romanticismo con drama. Dicho de otro modo, y en menor o mayor medida, melodrama con romcom más o menos clásica. ¿La fórmula para, en este caso, mantener el relato dentro de unos márgenes aceptables para unos espectadores algo más inquietos que los que conforman el grueso del público mainstream? Adscribirse a esa corriente que se aproxima a la enfermedad desde un punto de vista menos encorsetado y severo de lo que solía ser tradicional. Puesto que desconozco el texto original imagino que parte de (¿todo?) el mérito se encontrará en las páginas de Green, pero en cualquier caso los responsables de su adaptación han querido dejar de lado el clásico melodramatismo encendido de Love Story o Mi vida -con las que comparte algunos motivos argumentales- para proponer una aproximación la enfermedad en cuestión -especialmente a los enfermos y sus relaciones afectivas- sincera, autoirónica y desnuda. Esto está cerca de la senda que abrió la estimable TVmovie Wit y que luego se perfeccionó en formato serie (Con C mayúscula) o cine (más o menos recientemente, en 50/50).
Así, la película está recorrida por un evidente humor negro, sin pelos en la lengua y que funciona con irregular intensidad. Boone es consciente que no puede evocar la serena belleza de otro posible referente, Restless, y carga su película en la parte argumental más que en la visual. Y ahí es donde, aparentemente, da diana. En el dibujo de dos personajes adolescentes que condensan toda la carga trágica que se desprende del relato: Bajo la misma estrella es una clásica historia de juventud, una comedia teen, y un drama romántico, pero en especial es una reflexión -no especialmente profunda, ojo- sobre la muerte y la eternidad. Más concretamente, sobre ello desde un punto de vista adolescente, que no inmaduro. Una película bienintencionada de luchadores incansables, ganas de vivir y espíritu de superación, pero con un amor condenado. Esto es en cierto modo una parábola del propio desespero adolescente, de la fogosidad impaciente en un giro paroxístico de las historias de amor con final de tragedia griega. En otras palabras, no es necesariamente la misma historia pero sí el mismo tipo de historia. Solo que centrado en y protagonizado por jóvenes más inquietos culturalmente. Y coherentemente narrada desde un prisma algo más alternativo. ¿Eso le da más interés al relato? un poco sí. Pero tampoco garantiza nada, especialmente habida cuenta de que a más de uno le podrá echar para atrás esta tropa de postadolescentes resabiados, irónicos, descreídos y sabelotodos, excesivamente cultivados y con un futuro de mártir.
Así que quizá conviene quedarse en ese plano de interpretación y tomarse Bajo la misma estrella como lo que es, una película sentimentaloide efectiva y empática. De ir un tanto más allá, uno puede chocar con la evidencia: en el fondo, a pesar de su tono alternativo, la película no puede o no quiere evitarle al público su parte de catarsis lacrimógena. En esta situación, y con un sistema de emociones algo descompensado (a ratos es sincera, a ratos cursi, a menudo se muestra recargada de diálogos postizos y recursos forzados) termina chocando un tanto el tono descreído y directo con las inflexiones más blandas y simplistas -o las metáforas más fofas- en una especie de sistema de costurones dramáticos demasiado evidente. Los sentimientos que debe transmitir en ocasiones parecen excesivamente programados, la lacrimógena coda final un tanto exagerada. Y en lo formal no puede soslayar algunos modismos, a pesar de su desesperada búsqueda de la sinceridad expositiva. Obviamente no faltan los tics indies relacionados con la fotografía, esos grafismos y su banda sonora, entre lo semialternativo (Indians, The Radio Dept.), lo melifluo (Jake Bugg, Ed Sheeran) y lo obvio (M83, Lykke Li).
Bajo la misma estrella es, recapitulando, una película que conoce sus virtudes (potencia su estupenda pareja protagonista hasta el infinito) y que se muestra perfectamente consciente de qué teclas tocar en cada momento: si hemos quedado que a ratos habla de la vida y el amor y a ratos del cáncer y la muerte, sabe que es cuando combina los dos temas que va a funcionar mejor. Una película, en fin, que juega sobre seguro y triunfa allá donde quiere y como quiere. Seguridad y convencionalidad a prueba de taquillas, a pesar de los no pocos reproches.
Algunos le pedimos algo más al cine, claro.
6’5/10