Crítica de Battle of the Damned
Nos estamos encaminando hacia un terreno muy peligroso para el bienestar neuronal del espectador. Ese en que la fusión de tres valores artísticos harto discutibles sea completa: por un lado, el exploit sin ningún ton ni son de conceptos cinematográficos desfasados; por otro, el mash-up de los mismos (serpientes con accidentes aéreos, tiburones con catástrofes naturales…); y por el de más allá, la proliferación de producciones tipo The Asylum, de recursos bajísimos, estilos aún peores, y más que efectos, defectos especiales. Todo ello va a confluir en mínimos históricos, en películas que ni siquiera merezcan ser emitidas en las cadenas del final del TDT. Y que sin embargo, acaben acaparando protagonismos inauditos, como por ejemplo servir de colofón de fiesta en un festival teóricamente puntero a nivel mundial. Pongamos Sitges. Es el caso de Battle of the Damned, que ojito al dato: se trata de una producción aparentemente norteamericana pero en verdad de Singapur, directa y descaradamente destinada al mercado doméstico, dirigida por un tal Christopher Hatton (que ya había hecho algo llamado Robotropolis), y que coloca a Dolph Lundgren al frente de una batalla contra zombis, infectados, o como toque llamarlos ahora. Misma operación realizada con Steven Seagal hace nada (con idéntico resultado), de ese tipo del que Jean-Claude Van Damme se quejaba entre lágrimas en JCVD. Un horror, vamos.
La cosa va de un futuro cercano en que los humanos son muy pocos y los no-muertos cada vez más. Hay un grupo de supervivientes en pleno epicentro de la epidemia, y hacia allí va a petar el héroe/soldado americano de turno. Todo muy igual que siempre, salvo que de golpe y porrazo, a los buenos se les alía un elemento inesperado: robots. Robots contra zombis (+ superhéroe de acción de los años 90), pues, en una combinación que seguro que ya ha aparecido con anterioridad pero que en el fondo y pese a ello, podría tener su gracia. Si hubiese quien se molestara por tratar de hacer de ella, ante todo, una buena película. No es el caso, de manera que Battle of the Damned tarda unos treinta segundos en convertirse en lo que cabía esperar (temer) de ella: una acumulación de escenas de acción torpemente realizadas que, por consiguiente, no consiguen mover al espectador de la apatía más absoluta, y pasajes más calmados dignos de la peor de las telenovelas tanto por sus diálogos como por sus interpretaciones. Todo ello casi fardando de escasez de medios, en lo que viene siendo, con todas sus letras, una cutrez como un pino. De vergüenza ajena, por no salvarse no se salva ni la banda sonora.
Pero hete aquí el problema: que a los fans de los zombis y/o de los robots no matter what, o a esa corriente que adopta por mero postureo la condición de defensores a ultranza de las películas malas porque sí (confundiendo eso con la mucho más noble reivindicación de cine ochentero, de serie B o de similares terminologías), ya les parecerá bien. Porque, jo jo jo mira cuántos chorretones de sangre (que no son tantos) o porque, jo jo jo, mira lo que hace ese tío con sus piernas cuando está atado a una farola y lo mal que están hechos los robots. Mirad, en La Casa nos consideramos abiertos de miras, sólo hay que darse un garbeo por el listado de títulos criticados para ver ejemplos por los que se nos podría colgar por donde no suena. Pero todo tiene un límite. Y Battle of the Damned lo rebasa. No solo es una castaña, es que además se le intuyen ciertas ínfulas (ese plano de sombras, esos giros dramáticos, esa parodia autoconsciente) que la convierten en una castaña irritante.
Aburrida, mal hecha en todos sus sentidos, y sin ningún interés por esforzarse lo más mínimo, si no se lleva un rosco es sólo por tener los santísimos bemoles de hacer algo que Guerra mundial Z no tuvo el valor de hacer, como es la introducción de escenas genuinamente de zombies: gente comida, mordeduras, hachazos en cabezas y demás. Echábamos de menos algo de casquería. Pero vamos, pese a ello, las ganas que tenemos de arrancarnos los ojos tras verla no nos las quita nadie.
2/10