Crítica de Blackhat – Amenaza en la red
Hay que ver lo serios que nos ponemos a veces todos. Y la cantidad de ocasiones en que, como consecuencia, acaba pagando los platos rotos un Michael Mann que, por contra, ya ha demostrado alguna vez cierta voluntad por la distensión y algo de autoconsciencia. Vamos, que sin perder su sello, ya se ha reído de sí mismo o de lo que le ha ido rodeando en alguna que otra ocasión. Léase: cineasta últimamente dado a los thrillers de acción y por tanto, moralmente obligado a ir actualizando su repertorio con acometidas susceptibles de ser mal vistas por desfasadas, por irreales, o por chorras. Así que, velada autoparodia, capítulo 1: Corrupción en Miami (o la recuperación de una serie ya más que pasada de moda para remozarla con un thriller igualmente plagado de desfasadas resoluciones); defenestrada por buena parte de la crítica y público, pero a la hora de la verdad divertimento sobre el que no pensar demasiado presentado, eso sí, a las mil maravillas. Vamos, una serie B de lujo, una buena peli mala (o así) con potencial de disfrute muy elevado en función de la capacidad del espectador por aceptar sus reglas. Que vienen a ser muy similares a las que Mann propone ahora con Blackhat – Amenaza en la red, o lo que es lo mismo, el capítulo 2 de su faceta más juguetona.
Así, como una gran broma, es como habría que tomársela por deseo expreso del director a tenor, al menos, de lo visto ya en la misma introducción: no se me ocurre nada más trasnochado (a excepción del bullet time de Matrix) que una cámara que se mete con un frenético zoom digital dentro de los PCs y cableados varios como si de un POV de la información internáutica se tratara; y sin embargo, el director de Heat abusa de este recurso durante varios minutos al principio para explicar, mediante piratas informáticos a un lado y centrales nucleares al otro, un par de atentados desde la distancia. Desfase formal para un argumento teóricamente actualizado (hackers, sí, pero también alarma nuclear post-Fukushima y, faltaría más, el síndrome post-11S), pero igualmente caduco y excusa, en verdad, para volver a hacer un poco lo de siempre. Porque aun disfrazado con la mayor de las pijadas, esto es: un thriller de acción a la vieja usanza, con el prisionero que debe salir de la cárcel para ayudar a detener al malo malísimo, la chica que es hermana del buddy, el FBI que hace la vista gorda cuando toca hackear algo y, por supuesto, los cacos son de diversas proveniencias, nunca norteamericanos aunque sí vivan en terreno estadounidense. Acumulación de clichés, en definitiva, tan evidente como para poner en solfa la propia credibilidad del film. ¿En serio puede quedar alguien que se tome, valga la redundancia, en serio semejante propuesta?
Claro, con Michael Mann siempre hay un plus de dificultad para discernir entre la guasa y lo serio. Por mucho que Blackhat – Amenaza en la red sea su película más juguetona hasta la fecha, la más patillera y la menos esforzada (venía de la magistral Enemigos públicos) en todos los aspectos, no deja de contar con su marca de la casa. Es un entretenimiento sí, pero al estilo anticlimático, sin concesiones, sobrio y visualmente potente propio de la línea continuista que una a Heat con Collateral y con las dos películas citadas anteriormente. Sienta divinamente que un producto evidente y expresamente enmarcado en la serie B se presente tan a lo Serie A, y eso es lo que puede inducir al error: sus portentosas secuencias de tiroteos (Mann sigue siendo el que mejor los filma), sus pasajes de calma chicha, la tensión creciente de un thriller que va de menos a más, y el gusto del cineasta por grandes planos aéreos de espectaculares vistas, hacen que uno se pueda plantear la seriedad de todo el conjunto. Y en ese caso, ni que decir tiene que el film se torna vergonzosamente ridículo. Suerte del primer encuentro entre colegas tratado casi con épica gay; de las huecas conversaciones y torpes diálogos entre enamorados que si están ahí es porque las normas de las malas películas de acción así lo demandan; de sus demenciales resoluciones ante alguno de los crossroads con que se topan los protagonistas (el momento la X marca el lugar induce a la risa); de los continuos posados a torso desnudo de Chris Hemsworth (se desnuda más aquí que en Thor) o de los habituales efectos sonoros cuando se trastea con un PC. Una película pretendidamente seria que trate de las últimas tecnologías no puede avanzar a ritmo de bip bips y de aporreamientos de teclado, más demenciales cuando mayores son los teóricos conocimientos informáticos del quien tiene un cachivache de última generación a su alcance.
Tómese pues como broma, y hágase con complicidad. La misma que ensalza Mentiras arriesgadas a la categoría de antología, Arma letal a la de mito y que provoca una sonrisa cuando aquí o allá alguien logra un hito impensable desde un IBM o un MS-DOS. Desde este prisma, Blackhat – Amenaza en la red puede considerarse como una película menor para su responsable, cierto, así como un film que peca de exceso de duración y de un entramado entre fragmentado y harto conocido. Pero también como un entretenimiento condenadamente válido, esmerado y atractivo para los sentidos, y de progresiva adicción: y es que entre una cosa y la otra, se llega al tramo final con el corazón en un puño sin pararse a pensar en el sentido de todo ello. Demonios, de eso se trata también, ¿no?
6,5/10
Y en el Blu-ray…
La Universal nos trae Blackhat – Amenaza en la red en una edición de un disco tanto en DVD como en Blu-ray. Esta última no es precisamente la mejor obra en formato doméstico de la compañía (hace nada hablábamos de las bondades audiovisuales de La teoría del todo en alta definición), pero no hay que olvidar los peculiares gustos de Michael Mann detrás de una cámara. Cierto es que el visionado en pequeña pantalla adolece de cierta falta de punch quedando un poco apagada su paleta de colores, y sin acabar de explotar el contraste entre brillo y sombras del que, por ejemplo, farda en cierto tiroteo a caballo entre el segundo y tercer acto de la cinta. Pero es que buena parte de la culpa se la lleva un director que ya concibió su película así. Nada de que alarmarse, en todo caso, pues sigue quedando un muy buen trabajo cuyo único pero realmente criticable pasa por cierto ruido aquí y allá. Donde sí se echa en falta una mayor contundencia es en el apartado sonoro, correcto pero rutinario: su master DTS-HD 5.1 no acaba de encontrar el equilibrio necesario entre voces y efectos sonoros, quedando éstos, además, un pelín apagados. Hablamos, ojo, en términos relativos: ni que decir tiene que pese a ello, su rendimiento sigue siendo notable, palideciendo sólo en relación a muestras más logradas.
Los extras son los siguientes:
- La ciberamenaza: Featurette de unos 13 minutos en el que los responsables del film, amén de algún que otro experto en materia, discuten sobre el cyberterrorismo.
- En localizaciones de todo el mundo: Poco menos de diez minutos, esta vez destinados a la importancia de las localizaciones empleadas para el film.
- Creando la realidad: Tercer y último vídeo, de casi 20 minutos, que se centran en la importancia de crear personajes de cierta profundidad.