Crítica de La canción del mar (Song of the Sea)
Por segunda vez, el animador Tomm Moore se vuelve a nutrir del más vistoso folclore irlandés para dar pie a una fantasía animada con poco parangón en el panorama actual, porque tras sorprender a propios y extraños con El secreto del libro de Kells tocaba regresar para rematar la faena. Por todo lo alto. Superando con creces las expectativas: la predecesora era una película un tanto coja en su texto -casi siempre superado por la fuerza de sus imágenes-, un tanto insatisfactoria en su narración, desacompasada y por momentos falta de aliento. Con La canción del mar Moore logra subsanar fallos y compactar mejor un todo que, ahora sí, se percibe infalible e irreprochable en todos sus aspectos: la imaginería celta es un envoltorio vistoso para una historia realmente conmovedora, trascendente y marcada por distintos planos de interpretación, todos muy sutiles. Un argumento -basado en una historia del propio Moore- que no descubre la sopa de ajo pero que apela con acierto, gracia y elegancia a algunos grandes temas, del folklore irlandés y también de la tradición oral universal. Y es que esto, de entrada, es una gran oda a la transmisión de historias, a las narraciones, al legado de conocimientos a través de las generaciones. Y como tal habla de pequeños héroes, de personajes predestinados y del conocimiento de la propia persona a través del inevitable salto a la aventura.
Y como en tantas otras ocasiones este viaje da inicio a partir de un lugar común: los niños que deben trasladarse a vivir con un familiar a causa de la incapacidad del padre viudo para cuidarlos como se merecen. Su madre murió al dar a luz a la pequeña Saoirse y ahora ella, acompañada de su hermano mayor Ben, deberán introducirse en un mundo mágico que les ayude a comprender mejor su cometido, mayor y más relevante de lo que podrían haber esperado. Un tránsito entre realidades marcado por el contacto con la naturaleza, la leyenda y el misticismo; bipartito entre lo material y lo espiritual y poblado por seres mágicos motivados por la tradición oral y ese folclore irlandés que comentaba: aquí juegan un papel muy importante nombres como los de la diosa Macha, el dios marítimo Manannán mac Lir o las selkies (criaturas míticas parecidas a lo que popularmente entendemos como sirenas). En semejante marco Moore reflexiona sobre, o simplemente usa como estímulos emotivos, los conceptos de responsabilidad, ilusión, tristeza o amor fraternal: emociones pertenecientes inequívocamente al terreno de lo humano que, sin embargo, impregnan también ese estrato feérico poblado de seres trascendentes. Al fin y al cabo, si llevamos la historia de La canción del mar hacia un plano cotidiano nos toparemos con un intenso melodrama familiar sobre la infancia y la necesidad, tarde o temprano, de rebasarla.
Tan engrasado como está el terreno textual, uno puede dejarse llevar con toda la tranquilidad por el caudal visual y sonoro. Moore vuelve a usar su ya reconocible estética de cuento infantil ilustrado que combina texturas y tipos de animaciones en un todo cohesionado (aquí el 3D es prácticamente indistinguible, está perfectamente integrado y busca la facilidad narrativa en lugar del puro -y estéril- lucimiento visual) y lo hace estallar en un auténtico festival de delicias cromáticas y auditivas. Luces, colores, movimientos fluidos, personajes y elementos escénicos diseñados con gusto y talento. Encuadres calculadísimos que encierran complejos equilibrios compositivos, insospechados arabescos y juegos visuales. Efectos sonoros precisos que generan, por si mismos, atmósferas sutiles y evocadoras. Una banda sonora en todo momento a la altura de la narrativa que propone Moore. Y un trabajo interpretativo entre cuyas voces sobresalen las de dos pesos pesados como lo son Brendan Gleeson y Fionnula Flanagan. Es pronto para posicionarse, especialmente teniendo en cuenta que esta es su primera película redonda. Pero ¿cabría empezar a fantasear con que Tomm Moore llegue algún día a rellenar ese hueco de la animación tradicional de potente fuerza lírica que ha dejado Studio Ghibli con su provisional desaparición? Sí, claro, esto es un soñar despiertos, pero es que -¿quién podría reprochárnoslo?- con películas como esta es precisamente de lo que se trata.
7’5/10
Esta peli lleva mi nombre. Uf, me lo voy a pasar tetérrima! Busco la primera que no la he visto.