Crítica de Capitán América: Civil War
Los de Marvel son muy, muy inteligentes. Y estrenan Capitán América: Civil War a pocas semanas del fracaso estrepitoso (a nivel crítico) de la inenarrable Batman v Superman para, de paso, ahondar en la sangrante herida de su competidora, una DC que ha quedado en evidencia con su hueco intento de adelantarse a la Casa de las ideas con una estrategia, cuanto menos, cuestionable. Aunque en verdad, a un servidor le da que directamente, Marvel la ha estrenado a tan poca distancia de su enemiga porque está tan, tan por encima de de ella como para ni siquiera deber preocuparse de su existencia. Y es que la película que nos ocupa es, ahora sí, la culminación de un trabajo bien hecho. Un trabajo pensado con años de antelación, trabajado (valga la redundancia) a fondo, montado pieza a pieza para, al fin, poner el broche. La demostración, en definitiva, de que las casas por el tejado no se deben empezar nunca, sino que se deben hacer desde una base sólida. En Capitán América: Civil War ni siquiera sale demasiado el Capi en cuestión; no más que una docena ¡como poco! de personajes con protagonismo igual o mayor. ¿Un galimatías? Con traerse a uno o dos protagonistas de más en su homónimo de DC, Zack Snyder se hundió de manera miserable.
Pero aquí ni siquiera hace falta presentar a nadie: ni las nuevas incorporaciones requieren de background, puesto que Marvel lleva trabajando en este tinglado, el de la Guerra Civil, con ahínco desde hace años. Aquí se habla de una reunión entre amigos: espectadores y superhéroes se conocen sobradamente. Unos esperan las bromas, las camaraderías y los tortazos habituales, los otros saben perfectamente cómo dosificar tanto input y jugar a su antojo con un público que no tiene más remedio que acudir a la sala de proyección ya entregado totalmente. Pero ojo: protagonistas a los que conocemos todos, gimmicks y fuegos de artificio casi de piloto automático, pero que nadie se confunda, son las armas con las que Anthony y Joe Russo, directores, y Christopher Markus y Stephen McFeely, guionistas, enarbolan una película totalmente distinta de las anteriores y, me atrevería a decir, totalmente distinta a cualquier otra película superheroica hasta la fecha. Y es que Civil War puede gustar más o menos que otras de la saga (cada espectador tiene su película de Marvel favorita), pero es un salto hacia delante que no se veía desde, qué casualidad, Capitán América: El soldado de invierno.
Quizá le andaba faltando, a la prácticamente impecable macrosaga cinematográfica marvelita, algo más de gravedad, elemento non grato por comparaciones con los excesos de oscuridad de Batman y compañía. Marvel era el reverso cómico, de la distensión; el espectáculo por el espectáculo. Respetable, pero ya tocaba dar el salto a la siguiente fase, con una película que calase más hondo: la fase de las consecuencias, la del «si me cargo media ciudad, no quedaré impune». La de las tensiones en el hasta el momento intocable grupo de amigos con poderes que, en el fondo, conforman los Vengadores. Aquí aumentan las dosis de tragedia emocional, los personajes adquieren una serie de matices inesperada (a veces con sutileza, otras con algún recurso de garrafón), pero desarrollada con una lógica intachable. Una nueva dimensión que añadir a las ya conocidas por todos. Eso implica que tras un inicio atronador, voluntariamente ruidoso, violento y confuso, pensado así por las implicaciones que tales exabruptos tienen a lo largo del metraje, todo el primer acto del film se desarrolle desde un prisma pausado (que no aburrido) y denso, oscuro; las sensaciones se enrarecen a ritmo de crucero mientras las tensiones entre Capi y Iron Man crecen por un ultimátum: se acabó campar a sus anchas y hacer explotar lo que les venga en gana, los superhéroes deben firmar un tratado que los obligue a rendir cuentas; unos están de acuerdo, otros no. Tan sencillo argumento permite un despliegue de emociones y personalidades casi inabarcable (máxime en relación al cómic en que se basa), que requiere a su vez de cierto trabajo de guion. De ahí la contención inicial, de ahí su metraje de dos horas y media. Es otra suerte de disfrute, igualmente disfrutable; se acabaron las risas, empieza el estudio de personajes. Oh, pero estamos hablando del primer acto.
Ya decía que el éxito de Marvel Studios pasa por las sinergias creadas entre espectador y película: el espectador busca humor y espectáculo, y la película sabe que se lo debe dar, sólo que puede tomarse el lujo de administrar sus bazas. A poco que un par de personajes de corte más cómico se juntan, los Russo, Markus y McFeely dan rienda suelta al esperado intercambio de chistes entre bomba y bomba, pero ahora los recibimos desde una posición muy distinta. Ni que sea a nivel subconsciente: la saga ha crecido, los chistes ya no son inocentes, y si lo son, el marco es el que se dan es el que ya no lo es. Con Civil War, los superhéroes ya no pueden verse como hasta ahora, algo ha cambiado, madurado. Si antes el tinglado era de notable, ahora ya es de cum laude.
Y decíamos que esta gente sabe lo que se hace, que es muy inteligente: ahí está esa paulatina resta de protagonismo a su personaje principal, que en realidad es de los que menos importan, en pos de un Tony Stark que sigue siendo amo y señor de la saga, aparezca o no en las cintas que la conforman. Ahí la concatenación perfecta de acción con desarrollo, diversión con ceño fruncido. Y ahí la presentación de las nuevas incorporaciones, una de ella plagada de chistes desmitificadores y autoparódicos para tranquilizar hasta al más acérrimo paladín de la versión original. Hasta en eso, la introducción de nuevos héroes, Marvel da toda una lección a DC con esta todopoderosa Guerra Civil que tiene la suficiente fuerza en sus personajes como para prácticamente olvidarse del malo de la película, hasta ahora árbitro para definir si una película de acción es buena o mala. Aquí (excelente la selección de Daniel Brühl para el rol, por cierto), el antihéroe es anónimo, puesto que es más importante lo que representa que lo que efectivamente lleva a cabo: un mal mucho mayor, más grave, y en definitiva un enemigo mucho mayor de los vistos hasta ahora, como es la ruptura de la amistad.
Id a verla sin miedo, id a disfrutarla. Capitán América: Civil War es el espectáculo superheroico definitivo, la película más grande de gente en pijama. Una película que demuestra que se puede hablar de emociones y sentimientos plenamente terrenales, tirar de drama y oscuridad emocional, sin tener que renegar de la esencia de los cómics y sus adaptaciones: el espectáculo puro, el entretenimiento total: las peleas entre ellos son lo nunca visto. A mí me ha dejado extasiado.
El verdadero origen de la Civil War…
Valoración de La Casa
En pocas palabras
A aplaudir tocan: muy probablemente estemos ante la mejor película de superhéroes jamás hecha. La Marvel ya tiene su caballo ganador, y no hay quien le tosa.