Crítica de Carlos
Mucho se ha hablado últimamente de la ductilidad que muestra el medio audiovisual cuando los implicados son los versátiles héroes de la ficción cinematográfica moderna, tan capaces ellos de nadar entre dos aguas (como mínimo) tan distintas y tan semejantes como son el cine y la televisión. Del salto de los gurús de la pequeña pantalla a las grandes ligas (hablo puramente de tamaño, no de calidad) al estilo J.J. Abrams, Aaron Sorkin o Joss Whedon, pero especialmente del paso inverso. Aquellos culos de mal asiento que ven en el lenguaje televisivo, especialmente en sus posibilidades largoplacistas, un lugar donde desarrollar sus filias y sus fobias con toda la comodidad y sosiego a los que podrían aspirar. Y aquí entra lo lógico del recuerdo a Bergman o a Fassbinder, que regalaron en los primeros 80 sendos momentos imprescindibles en sus ya de por sí tupidas carreras. Respectivamente, «Fanny y Alexander» y «Berlin Alexanderplatz». O recurrente es también la cita a ese punto caliente cronológicamente intermedio de Lars Von Trier y su esencial «Riget».
Y un nuevo paso lo da ahora Olivier Assayas, que junto a la monumental «Misterios de Lisboa» reaviva en el comienzo de la segunda década del XXI esa tendencia de transfuga, o de teoría de vasos comunicantes entre cine y ficción serializada televisiva.
La cinta (río) de Assayas profundiza en la figura del terrorista internacional Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como «Carlos» (también como «el Chacal») y la sitúa en el centro de un lienzo que se antoja amplio -literalmente: al margen del paso por la tijera que regala unos mucho más manejables 140 minutos, la totalidad de la propuesta en tres movimientos asciende a más de 330 minutos(1)- y tan complejo como la realidad, como la Historia y como las connotaciones sociales, y las ramificaciones políticas que generaron las acciones de tan popular personaje.
Assayas se plantea esto menos como un biopic y más como una radiografía sociopolítica del último cuarto del siglo XX (la acción da comienzo en el París de 1973 y se alarga durante dos décadas) enfocada en un personaje que podría ser metáfora de los tiempos. Carlos es un tipo turbulento, contradictorio. Un profundo idealista que sin embargo no quiere perder la ocasión de convertirse en figura relevante; un incansable activista marcadamente cerebral y calculador, pero visceral e impulsivo; un políglota culto pero que no duda en decir que «las armas son una extensión de mi cuerpo»; y más tarde un hombre con un fuerte sentimiento de necesidad emocional, pero terriblemente individualista. Un convencido comunista de raíces socialistas, marxistas y leninistas, adorador del Che, incansable luchador contra el régimen de Pinochet. Especialmente simpatizante del pueblo palestino, musulmán convencido y miembro activo de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina).
Es esto último lo que marca el devenir de los hechos. Antes de ser condenado a cadena perpetua, Carlos consagró su vida a la causa palestina. Y así centra Assayas su relato, situando a su protagonista en el centro de una red de tratos, de alianzas y mercenariazgo. Y aun sin perder nunca su actitud revolucionaria y su sed por la lucha ideológica, termina poniéndose al servicio del mejor postor: Irak, Siria, Libia… protagonizando tratos con Saddam, con Ceaucescu, con el-Sadat, con ETA, con Gaddafi -donde la película cobra un plus de interés generado por nuestra actualidad más inmediata. Actuando a través de células revolucionarias afines a la causa diseminadas por toda Europa, colocándose en ambientes socialmente inquietos e ideológicamente belicosos y rodeándose de una enorme red de contactos, la mayoría jóvenes, todos auto-desclasados.
Se sirve el director de una potente historia (guión co-escrito por él mismo) que parte de elementos puramente biográficos, hechos históricos y completado por un soporte puramente ficticio. Hay dramatización, hay novela en «Carlos», pero se imbrica imperceptiblemente con una torrencial cantidad de datos, de sucesos y de elementos reconocibles. De relevantes episodios históricos que van desde el atentado al entonces alcalde de París Jacques Chirac en un tren, al asesinato del ministro árabe del petróleo para beneficio de Saddam, pasando por el secuestro del avión con diplomáticos tras la irrupción en la sede de la OPEP de Viena. Un gran fresco que además juega con los elementos dramáticos, añade imágenes de archivo como soporte narrativo e incluso estético y no pierde en ningún momento rigor ni la asombrosa coherencia narrativa que le caracteriza y que se alarga durante más de cinco horas. Todo en un relato hablado en múltiples lenguas (inglés, francés, español, alemán, ruso, húngaro o árabe) y ambientado en numerosos países (Yemen, Libia, Siria, Líbano, Irán, Hungría, Francia, Alemania o Sudán) casi sin despeinarse y sin perder el pulso.
Y es que «Carlos» es con todo un relato vibrante, nervioso, abrupto, en el que Olivier Assayas juega de manera inteligente con el tempo, dilatando la narración o acelerando los hechos (recurriendo en algunos momentos incluso a la fragmentación) para crear un buscado desequilibrio narrativo. Basculando entre los momentos de remanso -nunca de suspensión- y los estallidos de una violencia seca y contundente, líquido amniótico en el que sumergir los distintos frentes temáticos a tratar: política, sociedad, amor, ideología, religión, familia.
No se trata nunca de posicionarse ideológicamente. Sino más bien de dejar que las (reprobables) acciones hablen por sí solas sin caer en la necesidad de condenar las motivaciones ni de emitir juicios de valores. Y sobre todo se trata de configurar un personaje poderoso y arrebatador, una de esas figuras que generan anhelos en cualquier guionista de Hollywood y, especialmente, en cualquier actor. Y sin embargo, el Carlos que compone el estupendo Édgar Ramírez se aleja de cualquier cliché interpretativo para convertirse directamente en una persona de carne y hueso que respira, piensa y… evoluciona. Hasta sus más visibles consecuencias: la transformación de Ramírez a lo largo de la película es impresionante.
Un destacable esfuerzo de producción, de ambientación, de reconstrucción histórica -o no: ahí está el uso deliberadamente anacrónico de la fabulosa selección de canciones- para una película ciclópea, la mayor y más ambiciosa de su director, quien sintetiza aquí algunas de sus eclécticas constantes fílmicas -la inquietud de «Irma Vep», la profundidad de «Finales de agosto, principios de septiembre», la electricidad narrativa de «Demonlover», las tensiones de «Boarding Gate», el sosiego contemplativo de «Las horas del verano».
En una palabra, y con muchos perdones, acojonante.
9/10 (miniserie)
7’5/10 (película)(2)
7’5/10 (película)(2)
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(1) «Carlos» es una película y una miniserie al mismo tiempo. Como lo primero, se trata de un producto televisivo realizado para el Canal + francés dividido en tres episodios con continuidad directa. Así fue proyectado en la pequeña pantalla y de este modo, aunque sin ninguna pausa, fue exhibida el año pasado en el festival de Cannes, donde fue recibida con encendidas alabanzas.
Por otro lado, el propio Olivier Assayas se ha encargado de jibarizar su propia obra para reducirla a esas dos horas largas que se comercializarán en cines y que es la forma en la que va a llegar «Carlos» a las salas españolas. Ni que decir tiene que nosotros recomendamos el visionado de la miniserie completa…
(2) Y es que el trabajo de condensación de Assayas es tan laborioso como acertado. No obstante, los cambios son notables. A la evidente ausencia de varias secuencias interesantes (el intento de atentado con bazuca contra el avión despegando, por ejemplo) se une un dibujo del personaje algo menos matizado, más ligero. Sus motivaciones no aparecen tan claras y su descripción psicológica se presenta menos completa. Demasiadas cosas a explicar en un tiempo insuficiente, probablemente.
Por otro lado, el propio Olivier Assayas se ha encargado de jibarizar su propia obra para reducirla a esas dos horas largas que se comercializarán en cines y que es la forma en la que va a llegar «Carlos» a las salas españolas. Ni que decir tiene que nosotros recomendamos el visionado de la miniserie completa…
(2) Y es que el trabajo de condensación de Assayas es tan laborioso como acertado. No obstante, los cambios son notables. A la evidente ausencia de varias secuencias interesantes (el intento de atentado con bazuca contra el avión despegando, por ejemplo) se une un dibujo del personaje algo menos matizado, más ligero. Sus motivaciones no aparecen tan claras y su descripción psicológica se presenta menos completa. Demasiadas cosas a explicar en un tiempo insuficiente, probablemente.
Hola, mr. Blu: parece que la peli es, efectivamente, inyteresante, como poco, sobre todo al tratar esa época tan turbia pero tan apasionante que fueron los 70, con todos los movimientos terroristas que pululaban por entonces, su implicación con los servicios secretos de las diferentes potencias, etc… y el actor que interpreta al pèrsonaje se parece un montón, al menos en las fotos… Lo que no sé es si yo sería capaz de tragarme más de 5 horas dedicadas a un tío tan, a m,i juicio, inmoral, vacuo y probablemente, gilipollas, como debe de ser el tal Carlos. Claro, que también me tragué "El hundimiento", así que…
Uy, mira, yo no = que Huang. Yo no creo que Carlos sea gilipollas, inmoral tal vez, depende de tu moral, y vacuo… yo tb diría que no, no sé, tampoco es que le conozca. Yo intentaré ver la serie larga, me apetece.
Buenas. Lo de gilipollas lo digo porque tu puedes entrar con una ametralladora en, digamos, un centro comercial de Holanda y convertirte en un ángel de la muerte, o tirar una granada en el Drugstore de París o dejar un coche bomba en una terminal de un aeropuerto y cargarte a dos ecuatorianos que duermen en sus coches… ejemplos los hay a montones. Pero la gravedad de las consecuencias de lo que has hecho no le da más profundidad a tus actos y si encima tus acciones se deben, sobre todo, a la vanidad y a un ego que necesita alimentarse ( como me temo era el caso, por lo que yo sé), eso te convierte, definitivamente, en un ser vacuo y GILIPOLLAS. Un saludo.
Sí, Huang, y yo también vi "La pasión de Cristo" [¡PUNCH!]
Bueno, según la peli, el tal Carlos era un indeseable (terrorista, ya me diréis), un narcisista y, claro, un señor bastante inmoral. Pero gilipollas a nivel de brillantez mental, de eso nada. El hombre se pasó 20 años de su vida bombeando, secuestrando, pactando con quien fuera y coaccionando a todo quisque. Así que hábil era un rato.
Personalidad fuerte, material fílmico de primera.
Besetes a los dos, macos
Xin Jiao Huang: creo que nos diferencia el uso de la palabra gilipollas. En el sentido que tú la utilizas, yo haría servir hijodeputa o cabronazo, pero para mi "gilipollas" lleva incluído un % de lerdez que no se la supongo al tal Carlos, si no, no hubiera conseguido que le hicieran una peli…;)) Yo utilizo gilipollas como Bluto. Pero, claro, en esto de las "malas palabras" que decía mi abuela, cada uno mete lo que quiere en el saco del significado… Y vacuo: quieres decir, tío? Otra cosa es que esté lleno de cosas que te parezcan abyectas o censurables, pero no creo que el tío sea encefalograma plano, sin contenido… ególatra, narcisista, hijodeputa… ok. En todo caso lo veo como Bluto, estos napoleoncitos dan para una peli. Yo veré la serie, tengo ganas de pasar en los 70s un ratito.
Hola otra vez. Bueno, mi concepto de gilipollez es diferente(por favor, que nadie se sienta ofendido, el epíteto es sólo para Carlos… a no ser que en la cárcel disfrute del acceso a internet y sea fan de "La casa", claro. En ese caso, encantado de saludarle, señor Ilich , soy un admirador de su trabajo…): npo sólo se trata de tener o no habilidad o inteligencia, sino de lo que hagas o dejes de hacer con ella. Por ejemplo, el simpático Ignacio de Juana es un tipo que, además de matar a no sé cuanta gente, se ha pasao media vida en la cárcel y todavía cuando sale se dedica a dar por culo a todo el mundo, empezando por sus p`ropios correligionarios. Bueno, pues por muy convencido que esté de su causa y muy fuertes que sean sus convicciones (que lo dudo), para mí ese tío es gilipollas. sALUDOS
"Yo utilizo gilipollas como Bluto" Sidney Sarah Ripley dixit.
Muy bien, tía, muy bien, pues yo utilizo Sidney como petarda traidora.
Ah, no, ahora he entendido la frase… entonces retiro lo de traidora
¿Alguien sabe si debería haber apostillado mi último post con ;) ?
Es verdad, Huang, gilipollas tb vale para meter un cierto desprecio por una inteligencia mal utilizada guiada por la pulsión ególatra (jolín , parzco el Dr. nosequé, no me acuerdo del nombre, el psiquiatra de los comments de "Encontraràs dragones"…), es verdad. Ahora te he pillao el sentido.
Bluts, a ti no te falta ningún ;), soy yo que me he dejao de etrecomillar "gilipollas". Pero a "petarda" le pasa lo mismo que a "gilipollas" que no todos ponemos lo mismo en el saco del significado, así que noentiendoparanada por qué lo dices.
Me insultas a las 11.58 i em piques l'ullet a las 11.59… qué suerte tienes tío, te han salvao los números…. ;))
Lo de traidora, suerte que lo has retirao, porque ésta ya era para enviarte directamente al sofá del Dr. Santos (me acordé). Debe ser la influencis del Carlos que te hace montar dudosas líneas entre el bien y el mal… traidora A QUÉ?
Traidora, nah, por lo de llamarme gilipollas…
Petarda lo digo con todo el cariño (sin extrañas connotaciones, es como cuando a alguien le llamas "trasto" -"trastu"-)…
Aclarado esto.
Vale.
Pero lo de "los números" no te lo perdono.
Otra noche sin dormir, ale (mira, por lo menos igual hasta puedo hacre eso que quiero hacer contigo desde hace semanas… ¡escribirte! escribirte, digo)
Bueno, si lo sé no digo nada. Cambio lo de "gilipollas" por "persona inadaptada y falta de cariño poco comprendida pòr su entorno y por la sociedad".
Por cierto, vosotros dos podéis quedar oalgo, ¿no? ;)
Huang: Yo no como pezqueñines… conciencia ecológica, ya ves.
Blutito: "Words, words, words…."
;)) pa los dos
"numbers, numbers, numbers"…
;) back