Crítica de Cashback
Dos años más tarde, el mismo equipo se reúne para adaptar esa historia apenas 15 minutos en toda una película más de hora y media de duración.
Y ahora, en el 2008, «Cashback», el largometraje, se estrena en nuestras carteleras.
Ben Willis, estudiante de Bellas Artes, sufre de insomnio como consecuencia del abandono de su novia, Suzy. Para hacer más llevadera la vigilia, empieza a trabajar en el turno de noche del supermercado del barrio. Aquí conoce a gente de lo más variopinta que ha desarrollado su propia manera de hacer frente al aburrimiento de un turno de ocho horas. Ben se imagina a sí mismo parando el tiempo; de esta manera, es capaz de apreciar la belleza de un mundo congelado con la gente dentro, especialmente con Sharon, la cajera callada que quizás guarde el secreto para resolver el problema del insomnio de Ben.
Muchas veces nos quejamos (sobretodo en este blog) de los guiones alargados hasta la saciedad que no son más que una buena idea para cortometrajes o capítulos de series. Y el caso de «Cashback» es aún más alarmante debido a que, efectivamente, es ese su punto de partida. Sin embargo, Sean Ellis (director y guionista) sale airoso con su experimento, que pese a ciertas irregularidades y sin ser tan brillante como el corto original, sí consigue convertirse en una apuesta como mínimo llamativa, adquiriendo una identidad propia.
Precisamente la búsqueda de una identidad era uno de los retos más arduos de esta película. No solo debía lidiar con un corto de enorme personalidad, sino que curiosamente el mismo esta insertado íntegramente en los primeros minutos de la película, lo que significaba que el resto de la cinta debía estar a la altura y no bajar demasiado el listón impuesto al principio.
La opción por la que opta Ellis es tal vez la más sencilla, elaborar una historia de amor al rededor del personaje principal (interpretado magistralmente por el semidesconocido Sean Biggerstaff, por cierto) inexistente en el «Cashback» original, lo cual se antoja a priori desilusionante y le resta algún ápice de interés al conjunto. Pero consciente de ello, el director demuestra su maestría tras las cámaras y solventa el problema a base de imágenes de increíble belleza y potente vitalidad. De hecho, en más de una ocasión es justamente el impacto visual el que evita que el espectador caiga en el tedio que provocan algunos de los momentos del guión.
Y es que por mucho que sea impecable en su forma, donde «Cashback» falla es en su fondo, pues tras un comienzo de lo más original, el guión va descubriéndose poco a poco como lo que en realidad es, un corto alargado, y los destellos de genialidad se van reduciendo sustituidos por momentos algo más comunes de una historia de amor al uso. Así, desaparece el personaje soñador con la habilidad de abstraerse del mundo, parar el tiempo, y dar rienda suelta a sus habilidades pictóricas desnudando a las mujeres paralizadas y retratándolas con su lápiz; desaparece también esa oda al cuerpo femenino, visto aquí como una obra de arte (en contraposición a las torcas curvas del hombre), motivo central del cortometraje original. Sin ir más lejos, las escenas de desnudos acaban siendo las mismas que se incluían en el mismo, sin una sola de más, convirtiéndose en un simple guiño apartado de la personalidad del protagonista.
En cambio, aparecen personajes de relleno completamente estereotipados, como el amigo de facultad de Ben, escenas demasiado alargadas y previsibles (secundadas por una voz en off que en ocasiones puede resultar algo repetitiva), e incluso algún chiste de brocha gruesa, que banalizan el resultado final acercándolo a la comedia sin más, algo que no acaba de cuajar del todo.
Aun así no cabe duda de que «Cashback» es una propuesta arriesgada más que digna y muy recomendable, que pese a sus bajones rítmicos se puede disfrutar perfectamente sin convertirse en un aburrimiento para el espectador. Es cierto que tras su primera media hora pierde un poco el norte, pero su director (grandilocuente y pretencioso, qué duda cabe) ofrece todo un arsenal de planos bellísimos y montajes originales e imposibles pero para nada molestos, paliando la desilusión y manteniendo el interés. La pena es que uno no pueda evitar pensar en que una película así podría haber dado para mucho más.
6,5/10
Está claro que tiene su puntito. Bueno es saberlo. Saludos, amigo.
sí sí, lo tiene, y eso que a mí generalmente cuando a un director se le va demasiado la mano acaba hartándome, caso de Requiem por un sueño, Amelie, o Across the universe.
Espero leer tu crítica cuando la veas!
Ya tienes «huevecillos» de decir que Oliver Wood, esto, perdón, Sean Biggerstaff es un semidesconocido . Collejazo que te daba…
A mí me ha encantado. ¡Qué le voy a hacer!
jajajaja, no sé si lo he comentado antes por el blog, pero reniego de Harry Potter, y es el único sitio en el que ha salido…no? jejeje, no me pegueeees!
y no eres la única, pero ya te digo, a mí se me hizo algo pesadica…
Bueno, sale sutilmente en El invitado de Invierno(cosa que sé porque a parte de ser friki de HP adoro a Alan Rickman) y .. esto no lo he verificado, creo que también sale en un capitulo de Dr. Who (pero puede que sólo se le pareciera mucho:D)
De todos modos ahora estoy bajando el corto Cashback (2004) para hacer las oportunas comparaciones y escribir la crítica :D
para qué?? con que te pongas del minuto 5 al 20 dela peli ya lo tienes! ;)
juas, no sé ni qué es Dr Who, ni el invitado de invierno…:$ qué cinéfago de pacotilla, lo sé lo sé!