Crítica de Catfish

Catfish

Puede llevar a engaño. Gordo, además. Acostumbrados como estamos a la hibridación ya recurrente de cine de terror, suspense o fantástico y mockumentary o falso documental, «Catfish» puede confundir al aficionado y llevarlo por un camino totalmente equivocado. En mayor o menor medida, desde «El proyecto de la bruja de Blair», hasta «El último exorcismo«, pasando por «Paranormal Activity«, «El diario de los muertos«, «Monstruoso«, «Rec» y tantas otras, ambos «géneros» se han ensamblado para dar realidad y tangibilidad a lo que en el fondo son convenciones, para desacreditar el concepto «ficción» en favor de uno presuntamente mucho más poderoso, el de «realidad». Bueno.

Pero no os dejéis engañar por la publicidad: esto es real (o podría serlo) y poco o nada tiene que ver con el terror. Bueno, esto último dependerá de la sensibilidad de cada uno, pero no, no se inscribe en el género, precisamente.

«Catfish» es uno de esos documentales que empiezan en un punto y, a expensas de la planificación de su(s) propio(s) autor(es), termina yéndose por los cerros de Úbeda hacia otras lides totalmente distintas. En 2008, Ariel Schulman y Henry Joost (directores) y Nev, hermano de Ariel, decidieron documentar el apasionante encuentro vía Facebook de varias personas que nunca se habían visto las caras. El detonante era que Abby, una niña anónima, había elaborado una pintura basada en una fotografía hecha por Nev. Ello llevó a una serie de intercambios de impresiones y pronto se estableció una amistad que se hizo extensiva al resto de miembros de la familia. Megan, la hermana, resultaba ser una prometedora intérprete de rock y potencial relación amorosa; Angie, la madre, una madura atractiva; Vince, padre, un guapo triunfador; y la pequeña Abby ya una artista consagrada.

Y el giro. El famoso giro de guión me impide seguir hablando y me dificulta la tarea para terminar esta crítica de modo más o menos seguro. Los que quieran afrontar «Catfish» sin saber absolutamente nada de lo que ocurre en ella, que no sigan leyendo. Que tengan en cuenta que es un documental más o menos humanista, muy Sundance (por esas tierras nevadas encandiló) y que puede llegar a exasperar un poco por algunos recursos algo alargados. Pero que encierra mucho más de lo que parece a simple vista. Y que no salten al siguiente párrafo.

Porque, decía, «Catfish» encierra bastante más.

Lo que empieza como una especie de feelgood movie poco a poco va dejando lugar a una sorpresa que deriva en un poso amargo. El de la decepción causada por la mentira: la familia de Abby es de pega, una ficción creada por una mujer, Angie, que no puede soportar su propia vida, o no puede soportar que los demás conozcan la misma. Lo que parecían caras bonitas, triunfo social y todo objetivos logrados en realidad es miseria, ausencia y responsabilidades chungas. Megan no existe, Vince es el perfecto representante de la América lerda que no se entera de nada, Abby va a su bola y un par de niños con enfermedades degenerativas se autolesionan constantemente. Y Angie es una cuarentona amargada y físicamente descuidada. Es más, ni siquiera su verdad es de verdad: acostumbrada a no ser ella sigue mintiendo cuando se descubre su montaje.

Un auténtico desastre de familia generado por la presión social, por las expectativas ficticias de un mundo interconectado. Ahí está la gran paradoja que encierra «Catfish»: el enorme escenario de comunicación global que nos une a todos mediante Facebooks, Google Earths, MySpaces y demás en el fondo termina siendo un teatrillo de cartón que poco tiene que ver con la auténtica comunicación y mucho más de lo que creemos con la soledad. Internet cartografía la Tierra entera, pero no se entera un carajo, ni poco que le importa, de la auténtica verdad. De las personas que pueden enterrarse bajo toneladas de capas de ficción hecha a medida.

Que es lo que vienen a buscar Nev y su grupo. Más movidos por un «espíritu Jackass» que por una auténtica reflexión sobre la sinceridad, se encuentran de narices con la verdad, con el desastre de esos personajes que -y esto es lo doloroso- no disfrazan sus vidas de manera inconsciente sino todo lo contrario. Angie no es un personaje ingenuo; no, ella asume que su vida apesta y teme el momento en que se descubra su engaño. Es muy triste, amigos.

Oh, sí, perdonadme, esto es un juicio de valor. Precisamente lo que no busca «Catfish». En un ejercicio admirable de transparencia, Nev se sienta ante Angie y la deja hablar. Escucha sus motivos, sus miserias en una secuencia demoledora y abandona la escena cuando cree que ya ha llegado el momento. Y aquí nos tocará a nosotros, espectadores, juzgar a esas personas, compadecernos por ellas (y por esos dos pobres chavales) y a continuación para colmo sentirnos mal por haberlos despreciado y habernos considerado moralmente superiores.

Le sobra a «Catfish» un cierto aire de condescendencia cool. También minutaje en su primera mitad. Es más, todo pierde un poco de pegada en cuanto explicita el problema (cuando Angie abre la boca); para todo realizador de documentales la confesión del personaje es el momento más impagable de todo el proyecto, pero igual deberían haber dejado que las imágenes se explicaran por sí mismas; que lo hacen muy bien.

Pero dejando de lado esto, «Catfish» puede llegar a encoger el corazón. Y convertirse en una película extrañamente emotiva y sincera, con más lecturas de lo que aparenta y con un mensaje final que suscita reacciones encontradas, entre lo desolado y lo esperanzado.

7’5/10

 

Y en el DVD…
Sorprendente, nos llega esta película y lo hace, directamente al mercado doméstico, de la mano de Cameo. Es un solo formato, un DVD que tampoco necesita más en vista de las características tan peculiares de la cinta. De hecho, tan normal es eso como que solamente se distribuya en inglés con subtítulos en castellano (eso sí, en riguroso 5.1). Lo que sí escuece algo más es la total ausencia de extras (salvo trailer y fichas técnica y artística), pues habríamos matado por tener alguna entrevista con sus creadores. Imaginamos que la realidad no es sino que no existe nada parecido de cuando se rodó la película, así que no se le puede exigir nada a este DVD de compra obligada. Pero sigue sabiendo mal.
En cualquier caso, película que hay que ver porque es de esas de las que se tiene que hablar. Así que alegriote por tenerla entre nosotros sin deber recurrir a ilegalidades.

Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Vi la película y buscando mas información encontré esta critica, y coincido plenamente.
    Es un documental que cuenta y expone pero todo desde arriba, muy "cool". Lo mas gracioso es que con tanto modernismo 2.0 nunca usaron una webcam. ¿Te mandan kilos de arte por correo pero no llegan a comprar una cámara?

  2. Dios… yo tengo facebook… ya le tengo miedo, veré esta película a ver si cierro el facebook o me mantengo a espera que a futuro me encuentre con una situación similar o peor.

  3. Ay, querido amigo… si no fuera porque en La Casa tenemos que estar al día de todo yo habría cerrado mi Facebook hace ya eones, jejeje…

    Abrazos! ;)

  4. publio, ya que tienes miedo, te recuerdo que…. http://www.facebook.com/lacasadeloshorrores

    te esperamos, tan sólo tienes que darle al botón "me gusta"! (y sugerírselo a tus amigos, si quieres ;))

  5. Me gustó y eestoy muy de acuerdo con tu crítica, es sobre todo un documental humanista que nos hace poner los pies en la tierra.

    Me gustaría que leyeras mi critica de la pelicula también .

    Saludos!

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