Crítica de Cautivos (The Captive)
Quién te ha visto y quién te ve Atom Egoyan… desde que el cineasta de origen armenio saltara a la palestra cinematográfica hace más de 20 años en Cannes, gracias a la magnífica Exótica y a la que precedieron las que, sin duda, son sus mejores obras (El dulce porvenir, El viaje de Felicia y, mi favorita, Ararat), en la última década la carrera del cineasta afincado en Canadá ha cogido visos de convertirse en autodestructiva, ya que sus nuevas propuestas van disminuyendo de calidad (a excepción, sin excesivos aspavientos, de Where the Truth Lies) prácticamente de forma cronológica, acercándose cada vez más a los esquemas predefinidos del thriller hollywoodiense (y no precisamente de los buenos), hasta llegar a la (por ahora) última entrega, Cautivos, deslavazado drama sobre secuestros y abusos de niños que por desgracia no se aleja en exceso de esta triste tendencia en la carrera del autor.
Un padre (Ryan Reynolds, esforzado pero bastante plano) cuya hija fue secuestrada hace ocho años, tras mucho tiempo de angustia y esperanza, descubre varias desconcertantes pistas que le hacen pensar que la joven, que habría cumplido 17 años, sigue viva. Con la ayuda de dos agentes (entre ellos la siempre agradable de ver Rosario Dawson), el desesperado padre iniciará una carrera a contra reloj para dar con el paradero de su hija. No es la primera vez que Egoyan trata el tema de la infancia perdida (ya lo hizo, y de qué forma, con El dulce porvenir), al igual que el uso de pantallas que multiplican y muestran la vida (recordad La vida en vídeo), sin embargo uno de los principales problemas de Cautivos aparece pronto ya en sus minutos iniciales (sin duda, los mejores del film), y es precisamente el uso narrativo de escenas en presente y en futuro con 8 años de diferencia, entremezclándolas no sabemos muy bien por qué (en gran parte, impide plantear tensión y dilemas importantes, así como explorar mejor a los personajes, debido a que conocemos de forma inmediata muchas de las incógnitas que, a priori, deberían ser ocultadas en un film de estas características), y lo que es peor, creando un mezcla demasiado áspera para que la transparencia argumental quede del todo clara (todo y que a partir de la mitad de metraje, el hilo se centra en el momento “futuro”), lo cual nos lleva a que muchas de las motivaciones de los secuestradores tampoco quedan excesivamente claras, mucho menos, cuando vemos ciertas acciones (cámaras en casa de los padres, ¿por qué?), reacciones y licencias que se toman (todos os preguntaréis por ello en la escena de cierto reencuentro), creando unos malvados con pies de barro que poca sensación de amenaza producen incluso en los momentos más dramáticos. Pero ahí no acaban las “bondades” de su guión, ya que el plan de la policía utilizando a la gente que interpreta Dawson (que de niña tiene poco), para atrapar al malvado es de traca, culminándolo con un anticlímax (y esta vez, tiene sentido utilizar dicha expresión) que sufre la cinta en su desenlace y que deja una horrible sensación, si no de estafa, por lo menos de tomadura de pelo.
Pero como suele decirse, quien tuvo retuvo, y queda claro que Egoyan no ha perdido su mano a la hora de crear movimientos de cámara significantes (abriendo el film, durante los títulos de crédito, la notable panorámica de 360º, la cual ya nos indica el significado de cautiverio que sobrevolará toda la historia, o el travelling frontal, dilatando el tiempo, para enfatizar el momento trágico principal del film, incluso el primer uso que se realiza de las pantallas, que privadas todavía de contexto, crean una sensación bastante malsana), que consiguen unos primeros 20-30 minutos (antes de que empiece el despiporre) que no son del todo desdeñables, sobre todo desde un punto de vista atmosférico, gracias en gran parte, al notable esfuerzo de su director de fotografía Paul Sarossi, con un muy buen trabajo ambiental gracias al excelente uso cromático que consigue transmitir adecuadamente ese universo helado y completamente nevado dónde se mueven los personajes y que mucho tiene que ver con sus acciones/reacciones y con la incomunicación que viven muchos de ellos.
Siendo totalmente honestos, The Captive seguramente se merezca sólo de forma parcial todos los palos que se llevó en Cannes y que probablemente también se lleve tras su estreno en nuestro país, ya que no es una película espantosa (aunque su guión se acerque bastante), únicamente es tremendamente torpe (sobre todo expositiva y narrativamente hablando). Seguramente tampoco ayude a su valoración final su proximidad temporal/temática con la netamente superior Prisioneros (y conste, no soy excesivo fan de dicho film), ni las meridianas expectativas que todavía despierta en algunos ver el nombre de Egoyan en la dirección. En fin, no pudo ser, otro importante traspié en la carrera de un cineasta que pocos esperan ya, pero que pese a ello, algunos confiamos en que todavía pueda entregar películas que vuelvan a recordarnos al director que antaño fue. Pero vamos, que no parece que vaya a suceder a corto plazo. Una pena (otra más).
4/10