Crítica de Citizenfour

Uno de los hechos más sorprendentes del avance de la tecnología es lo rápido que consideramos normales situaciones y dinámicas que hace pocos años ni existían. Internet, el móvil, los sistemas de geolocalización y las leyes aprobadas en un mundo post 11-S han hecho que muchos ciudadanos se acostumbren a sacrificar su privacidad y parte de su libertad a cambio de un poco de seguridad.

No sólo no protestamos cuando nuestra privacidad se ve reducida sino que nos ofrecemos voluntarios al publicarnos a nosotros mismos online. Y aunque sabemos que toda esa información que compartimos no se pierde en una nube, sino que queda guardada, analizada y usada con fines comerciales y políticos, tendemos a no pensar en ello y a seguir colgando fotos de sandwiches en Instagram o invocando a la revolución en Twitter.

Aun así, cada cierto tiempo algunos sucesos nos hacen reflexionar sobre lo que ocurre y lo que ello significa. Y esos sucesos son como una bofetada en la cara que dura días, si hay suerte meses, en los que todo el mundo parece preocupado por su privacidad. Por suerte, al cabo de un tiempo aparece una nueva app y todo el mundo parece olvidarse. El caso de Edward Snowden y la NSA es sintomático. Si preguntamos a la gente sobre ello pocos sabrán responder a qué nos referimos. Quizás sea tan horrible que no queramos ni pensar en ello, pero saber que hay agencias de espionaje pagadas de nuestro bolsillo que se dedican a recopilar, analizar discriminadamente todos nuestros movimientos online, llamadas telefónicas y pagos con tarjeta con el apoyo y colaboración de grandes empresas tecnológicas debería dar miedo. Y mucho.

Lo que Citizenfour introduce es el desde dentro de los días posteriores a la filtración de Snowden y todo lo que sucedía al otro lado de nuestras pantallas. Mientras periódicos y televisiones nos informaban de cómo nos espiaban, Snowden y unos pocos periodistas, escondidos en un hotel de Hong Kong, nos mostraban las estrategias gubernamentales, los motivos y métodos de dicho espionaje.

Tendrá que pasar tiempo para saber si héroes contemporáneos como Edward Snowden, Chelsea Manning o Hervé Falciani se convierten en los nuevos Bernstein & Woodward, o para saber si Citizenfour es considerada la nueva Todos los hombres del presidente. De momento, el documental de Laura Poitras es un ejercicio periodístico y cinematográfico de altura, y si no nos hemos acostumbrado ya a vivir en 1984, se trata también de un documento histórico cuyo visionado debería ser obligatorio.
8/10

Sending
User Review
0 (0 votes)

Te puede interesar...

Escríbenos algo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *