Crítica de Comanchería (Hell or High Water)
Apenas necesita un plano, David MacKenzie, para ubicar, sumir perfectamente al espectador en el universo en el que después desarrollará su película: un graffiti a pleno sol, visto en traveling lateral sobre una pared chunga, y ya sabemos que estamos en un infierno de la América profunda, lugar deprimido y enfadado por cómo anda la sociedad actual. Mucha crítica social es, de hecho y ante todo, lo que se desprende de esta Comanchería, horrible título castellano para Hell or high water, y nueva película del responsable de Perfect Sense.
Y luego, una frase mencionada por un secundario hacia principios del segundo acto, describe con puntillosidad la prácticamente inapelable, enorme cinta: un ya no se hacen cosas así que que responde a los actos que llevan a cabo los hermanos protagonistas, suerte de Bonny y Clyde o robin hoods de nuestra época, pero también al visionado en sí: ya no se ven películas así… porque cuesta encontrar a un cineasta que quiera hacer cine así. MacKenzie parece haber dedicado hasta la última gota de sudor en ella, y el resultado es una película estudiada al milímetro, con un mimo infinito por todas y cada una de las líneas de su guión, y sin que un solo plano se escape de sus manos. Como cuando los proyectos de un cineasta pasaban por hacer una obra de arte por encima de cualquier otro propósito. Cine como el de antes, vaya, que no hace sino otorgarle un aura de grandeza a Comanchería, sobradamente cubierto desde la mera introducción: la cámara, el montaje, las interpretaciones de Chris Pine y Ben Foster, la música de Nick Cave… Todo es grande, relevante, precioso para los sentidos del espectador.
Cine con mayúsculas, y aún hablamos de la introducción, esto es: sin que haya aparecido aún por pantalla el último gran actor vivo. Jeff Bridges (y su compañero, Gil Birmingham) son el contrapunto ideal para la dupla protagonista: otros dos personajes de gran peso y personalidad, que posibilitan que el juego de morales ambiguas y empatías cuestionables que se trae entre manos el director (también guionista) salga rodado. En Comanchería no hay un solo personaje 100% positivo, y apenas a hay valores ídem; un par de conceptos positivos, necesarios para sostener el tinglado de cara al espectador y poco más. Todo ello orquestado para que la crítica a la sociedad, y peor aún, a los bancos, y peor aún, a los gobiernos, haga la suficiente mella como para reconocer que, aunque estemos ante una película que ya hayamos visto antes, nunca haya sido así, ahondando tan profundamente en el mensaje en lugar de limitarse a cuatro pinceladas. De manera que sí, hay lugares comunes, pero no estamos ante un refrito; sí, hay moralejas y mensajes ya conocidos, pero rara es la vez en que se habían desarrollado de esta manera. Y es que en Hell or High Water hay mucha más chicha que en cualquier otra historia de ladrones con carisma/road movie, siendo un film grande, relevante. De esos de los que vale la pena hablar, porque vale la pena ver.
Sí puede ser que aquí y allá, un par de decisiones puedan serle cuestionadas al director, ciertas concesiones a la acción más espectacular; pero sería querer buscarle tres patas a un gato que alimenta, satisface, y deja un poso lo suficientemente denso, gélido, infeccioso y permanente como para tener la total seguridad de que esta película tardará en olvidarse. Como ocurría antes. Pero es que ya no se hacen propuestas como ésta.
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Un thriller intenso e impactante en el que todo funciona a la perfección, convirtiéndose en una de esas película que se quedan en el recuerdo pese a su falta de originalidad.