Crítica de Cómo acabar con tu jefe

Desde que el mundo es mundo al hombre, en su patético miserabilismo de cubículo office, una cosa le ha sentado siempre tan mal como ser mangoneado por una suegra insidiosa: ser puteado por un jefe bastardo. La del trabajador asalariado ha sido siempre una figura trágica y, especialmente en tiempos como los de la actual crisis precarizante, ha venido a convertirse últimamente en una admirable figura estoica. Gilipolleces. Lo de admirable. No es descabellado pensar que, aun coaccionados por el miedo a perder el empleo (eso de la crisis) muchos de esos ennominados personajes sólo fichan a las nueve de la mañana y desfichan a las cinco de la tarde pensando en una cosa: que muera el tipo del puro. A ser posible de manera indigna y vergonzosa.
Fantasía de la que parte Cómo acabar con tu jefe, que cual un experimento sencillo de guión 1.0 se plantea ese «¿y si?» de repercusiones homicidas y lo lleva, filtrándolo vía postmodernización de Hitchcock, al terreno de lo imbécil: los tres protagonistas de Cómo acabar con tu jefe son tres cenutrios, tres mindundis más cercanos al tipo de la calle que al asesino despiadado.
Uno, Jason Bateman, tiene de jefe a Kevin Spacey; el otro, Jason Sudeikis se ve puteado de repente por un Colin Farrell con bisoñé; y al de más allá, Charlie Day, lo convierte en campo de moving pasado por éter Jennifer Aniston. Por supuesto, en un ejercicio de autoparodia kamikaze, los tres bosses dan una vuelta de tuerca a sus caras más populares según la cual Spacey hace de gran cahuna con cochazo, casaza y mujerona; Farrell de macarra mujeriego y drogota; y Aniston de pedorra salida, manipuladora maníaca. En otros términos más líricos: irresistible. Comedia criminal casi meta.
Súmenle alumno avezado tras la cámara (el efervescente Seth Gordon) y con el aliño de vinagre habitual y al que se le va la mano en alguna que otra ocasión (bien) ya tenemos montada una farsa fresquita, cáustica y mordaz. Como de retoño del clan Apatow jugando a lo que ocurriría si alguien se pasara la comedia negra sofisticada de la Ealing, del Capra más vitriólico de Arsénico por compasión o del Chaplin de Monsieur Verdoux por el, perdón, por el forro de los testículos.
Vamos, que hay comedia de nuevo cuño, esta vez menos amanerada y sentimentaloide que de costumbre; algo o bastante de enredo negruzco de lo más ricamente intemporal; un puntito de cariño hacia los dones nadies con corbata; y radiografía del patetismo humano a cántaros con las dosis que uno quiera imprimirle de triste ojeo a la coyuntura social y laboral del aquí y el ahora. Y en virtud de esto, aquí no se salva ni uno: en Cómo acabar con tu jefe o se es un cerdo con poder o se languidece intentando serlo. O se es jefe, ergo un irresponsable, o se es de los de abajo.
Y, en fin, a nivel retribución el espectador encontrará un poquito de todo. En Cómo acabar con tu jefe hay de lo ya visto (situaciones que nos suenan de algo, chistes rememorados, ese aplomo a punto de explosión de Bateman, ese histrionismo muy Bobcat Goldthwait de Charlie Day), hay de lo nuevo (una química inédita entre los tres protagonistas) y de lo que siempre funciona, sin importarnos cómo ni por qué (giros de guión muy pardos y una sana voluntad de transgresión alcanzada con éxito en varios momentos).
Con eso uno puede darse por satisfecho.
O siempre puede buscarle peros al asunto e incomodarse un pelín cuando en la segunda mitad el ritmo baja revoluciones, un poco agotado por intentar mantener el vilo; o cuando se da de narices con un clímax torpón y poco musgoso. Entonces uno diluye entusiasmos y puede darse cuenta de que lo que el director lograba hacernos salivar con la maravillosa King of Kong y su brillante porvenir a lo mejor podía ser una cierta suerte del principiante. Que quizá debería haber ido a all in en su apuesta, haber quemado más naves y haber llegado donde ningún humano llegó jamás.
Pero incluso en este supuesto, incluso en el caso en que consideremos la labor de Green tras el visor de su cámara como de meramente funcional-con-destellos, Cómo acabar con tu jefe funciona como lo que pretende ser. Como una demostración de que por muy panoli que uno sea, la sociedad que nos rodea puede ser aún más cochambrosa. Que cuando Dios juega a los dados, a veces uno se le cae de la mesa y el otro le acierta en un ojo. Y nosotros de paso vamos y nos descojonamos.
Yo con eso ya tengo para ir tirando.
7/10
Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Pues muchas ganas le tengo y tu crítica me ha añadido mas puntos para ir a verla.
    Muchas gracias!!

  2. Pues oye, me alegro de que te hayas animado (ya le pasaré la factura por publicidad a los tipos de Warner).

    Y siempre que eso no signifique que luego la peli te parece un cagarro y vuelves por aquí a romperme ciberespacialmente las piernas, jeje…

    Cuando la hayas visto pásate y nos dices!

    Abrazos!

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