Crítica de Corazón rebelde

Si echamos la vista atrás a los estrenos más recientes fácilmente encontraremos destacados ejemplos de películas que siguen una tendencia no poco habitual en la historia del cine. Esa que podríamos denominar «cine de actor». Sí, el término me lo he sacado de la manga ahora mismo, pero podría usarse para definir ese tipo de películas que parecen consagradas a la mayor gloria del personaje principal, centro y ombligo de todo el entramado argumental y lógica fuente de alegrías para el actor que lo interpreta.

Por ejemplo, la temporada pasada tuvimos aquella impactante «El luchador«, o más recientemente la elegante «Un hombre soltero«. Sendos juguetes interpretativos y sendas nominaciones para Mickey Rourke y Colin Firth respectivamente. Y ahora nos llega un tercer ejemplo. «Corazón rebelde» (título tan parecido al original «Crazy Heart» como repelente; curioso) constata el buen hacer de Jeff Bridges y le reporta de paso varios laureles académicos.

Pero algo diferencia «Corazón rebelde» a las otras dos mencionadas. Al contrario que esas, la de Bridges confía casi todo su peso al actor, mientras que la de Aronofsky y la de Ford tenían todo un entramado formal o narrativo que sustentaba todo el tinglado. Total, que por muy grande que sea Jeff Bridges («El Nota» nunca nos defraudará), d’on no n’hi ha, no en raja. Vamos, que en «Corazón Rebelde» no hay demasiado donde rascar.

Y es toda una pena, porque la cosa prometía, y no tanto por el concepto, que guarda más de una y dos similitudes con «El luchador» (aquello de la vieja gloria rescatada del agujero), como por el contexto en que se enmarca: la old school del country y el rock sureño. Y ahí se muestra reverencial y respetuoso. Sí, aun haciendo sacar las tripas por la boca a Bridges varias veces.

La historia sigue la vida de «Bad» Blake (Bridges), antigua estrella del country caída en desgracia, obligado a actuar en boleras y localuchos de mala muerte. Permanentemente subyugado a la alargada sombra de su antiguo discípulo y compañero de batallas Tommy Sweet (Colin Farrell), ahora exitoso artista de masas, «Bad» parece reencontrar su camino cuando conoce a Jean (Maggie Gyllenhaal), una aspirante a periodista musical, madre soltera y groupie al mismo tiempo, que podría hacerle reencontrar su condición perdida de amante y padre.

Teniendo en cuenta por donde van los tiros argumentales, habrá que agarrarse a algún otro lado. Afortunadamente, los que amamos la música y nos pirramos por eso de la «americana» tenemos en «Corazón rebelde» un auténtico regalo sensorial (en forma de estupenda banda sonora en la que aparece el nombre de T-Bone Burnett ) además de un acto de amor hacia la figura del dinosaurio rockero, alcoholizado y hundido, pero genial en el fondo.
Pero es que la cosa no va mucho más allá.

Lo que queda de «Corazón rebelde», desnudándola de su parte romántica, es un esqueleto simple, elemental y con un devenir argumental demasiado tópico y previsible. Un argumento que a la par que su protagonista, y como un adicto en rehabilitación, no puede evitar pasar por los pasos obligatorios del proceso para llegar a su propia redención: [SPOILER] «Bad» toca fondo / encuentra una luz en Jean / se redime ejerciendo de padre substituto / recae en el agujero / renacido, paga las consecuencias [fin del SPOILER].

Decía que esto es -ejem- «cine de actor». Pues sí, en el centro de todo, por supuesto, tenemos a Bridges. Quien fue Kevin Flynn construye aquí un personaje magnético y atractivo que finalmente lo es más por las cualidades interpretativas de Bridges que por la propia psicología del personaje. Borracho la mitad del tiempo y ebrio la otra mitad, los niveles de patetismo que alcanza son sutiles y más disimulados que en «El luchador» (disculpad lo reiterado de la inevitable referencia). Pero igual de dolorosos. Porque a “Bad” no le grapan la cabeza como a Rourke, pero sí transpira pérdida y frustración mezclado con un pestazo de whisky que tira de espaldas.

Al otro lado de la balanza, Gyllenhaal da la talla, se sobrepone a lo arquetípico de su personaje y logra dar la réplica a la fuerza arrolladora de su compañero de reparto. Ambos construyen una pareja sincera que consigue algunos de los mejores momentos de la película.

Y por su parte, Colin Farrell nos vuelve a recordar que pese a ser un actor más bien limitadito su físico puede adaptarse con facilidad a cierto tipo de papeles. Y en este caso su cara de seductor madurito machacado por la vida y las sustancias de diversa índole, le va que ni pintado.

Sin embargo, dejando de lado interpretaciones y música, nada más destaca en la película. Ni siquiera la realización, centrada en retratar las sociedades más polvorientas del sur de Estados Unidos con los planos desérticos de rigor y los ahumados baretos de carretera. Es eficaz en transmitir la afición de la parroquia country y consigue que respiremos el aire cálido de esos ambientes. Pero no logra destacar en la parte más cotidiana, no impone un estilo ni personalidad y el resultado termina siendo de lo más anodino.

El debutante Scott Cooper termina por demostrar gran sensibilidad en sus intenciones pero poca fuerza en sus resultados, y de ello se resiente une película que no se haría raro (ya estamos otra vez) poder ver un domingo por la tarde sentados en la butaca sin que el conjunto se resintiera demasiado.

No sé, puestos a firmar un acto de amor hacia los actuales mártires del rock, ¿por qué no un biopic sobre la figura trágica del recientemente difunto Vic Chessnut, por ejemplo?

Alternativa realista como sugerencia: quien quiera un rato emocionante de procesos creativos en un contexto de «americana», tiene en el documental sobre Wilco «I Am Trying to Break Your Heart» una estupenda opción.
Porque «Corazón salvaje», lo que se dice emocionar, más bien poco.

Del montón.

5,5/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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