Crítica de Corazones de acero (Fury)

Debería quedar claro desde un principio. Corazones de acero es, antes que un alegato antibelicista o una reflexión de la violencia en un contexto de conflicto armado, una película 100% David Ayer. Es decir, una ración generosa de acción salvaje y un thriller despiadado, escrito y filmado por uno de los tipos más interesantes del cine de acción del Hollywood actual. Uno de esos personajes que nunca ha firmado una película redonda -Ayer no es Michael Mann- pero que siempre, en sus mejores títulos (Dueños de la calle, Sin tregua) e incluso en sus propuestas más endebles (la aun así muy lúdica Sabotage) ha mostrado una capacidad escénica envidiable. Un pulso y un dominio del juego tensión sostenida/estallido de brutalidad con poco igual en el cine mainstream americano. Y no es que su última película no invite a nuevas reflexiones, más allá del simple disfrute de un espectáculo estruendoso y sangriento, es que en el fondo donde se mueve mejor es ahí, jugando en su propia casa.

Y en ese sentido Corazones de acero es puro gozo. Los hechos que narra se sitúan en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, concretamente en la Alemania de 1945, donde se desarrollan las más crudas batallas con la más pesada artillería. Más concretamente un grupo de hombrunos soldados norteamericanos intentan poner un poco de orden en el desaguisado a lomos de su tanque, repartiendo hostias de calibre 50 a diestro y siniestro. Una panda de malditos bastardos capitaneados por un Brad Pitt que retoma a su Aldo Raine y le quita cualquier posible rastro irónico: su tropa está conformada esencialmente por tipos duros, violentos y rebosantes de testosterona, que pegan antes de preguntar y disparan antes de pegar. Una panda de bestias que, sin embargo, son retratados con cierto cuidado. Si bien ninguno es un dechado de sutileza sí que hay que celebrar que todos se alejan del trazo único para ir cobrando matices a medida que avanza el metraje, apuntando que, quizá, la guerra no es una cuestión de buenos y malos tanto como de malos y peores. Probablemente ese es el gran acierto de Ayer, dada sus indisimuladas intenciones espectaculares. Sí, aquí hay una sobredosis de tiros, pero los que están detrás de las armas son mostrados y descritos desde un prisma sucio, derrotista, desesperanzado, alejado de cualquier heroísmo.

De modo que esto resulta ser también un relato descarnado y oscuro. Es la descripción de un escenario marcado por la crueldad, la práctica ausencia de compasión y la pérdida de aquella inocencia que se esfumó hace varias décadas de las epopeyas bélicas cinematográficas. Es más, Ayer bebe del videojuego de guerra antes que de la narrativa clásica del Hollywood dorado, y tanto de ahí como de cierto cine desencantado facturado durante los 70. También de los actioners patrióticos que vinieron después: Corazones de acero presenta un escenario completa y decididamente snafu (o Situation Normal, All Fucked Up) y decide ser sangrienta de un modo muy años 80, a ratos incluso frívola y amoral. A medio camino de un bélico descerebrado, donde se repite con insistencia la línea de diálogo fucking nazis!, y una visión profundamente desesperanzada de la condición más misántropa del propio ser humano. Abundan, de ese modo, cortantes ráfagas de violencia excesiva, casi irresponsablemente gráfica, que choca con el insistente conflicto moral que sufren algunos de los personajes. Y de algún modo la película termina canalizando una cierta tensión inherente en las actuaciones bélicas norteamericanas, siempre bipolares respecto al reprochable y agresivo intervencionismo abusivo por un lado y la necesidad legítima de dirimir conflictos por el otro.

Pero lo que queda y lo que cabe celebrar es el éxito total de un aparato formal inmejorable. Las secuencias de acción están impecablemente rodadas, redondeadas por un diseño de sonido vigoroso y una muy poderosa banda sonora que, eso sí, no puede evitar a ratos caer en el sobreenfatizado. La atmósfera es pesada, opresiva, marcada por cielos encapotados para una fotografía gris plomo, oscura como la pólvora y -de nuevo- alejada de cualquier mitificación de los escenarios bélicos. Y los pasajes de acción directa en tiroteos a pie o a lomos de los tanques (un poco a la manera de los enfrentamientos navales a cañonazos tradicionales del cine de aventuras marinas) son simplemente un prodigio de pulso y tensión escénica. Y a pesar de un tercer acto un tanto más convencional, con más tendencia al cliché y eminentemente estruendoso, va quedando en el espectador la sensación de que se encuentra ante una película de género que quiere generar algo más que simple descarga de adrenalina. Algo parecido a un estado de ánimo que mezcla la excitación y la depresión.  

Corazones de acero no es en suma una obra maestra ni está a la altura de las mejores visiones recientes de las batallas de la Segunda Guerra Mundial que ha dado el cine americano (digamos, Salvar al Soldado Ryan, Cartas desde Iwo Jima o el díptico Hermanos de sangre/The Pacific). Pero sí resulta ser una película en su ADN algo atípica y bastante incómoda, cosa que le confiere insospechado valor en un Hollywood tan acostumbrado a confiar en sus propios convencionalismos.

7/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Muy de acuerdo con la crítica y con el 7. Muchas cosas a disfrutar (a parte de Brad Pitt, of course): me han encantado la fotografía y el ritmo/tensión de la peli, sin estridencias, incluso lento, pero sin dejarte de enganchar las tripas ni por un momento. Un tono muy ajustado a lo que busca -mainstream-, pero que cuando parece que se va poner a moñear oscarizadamente se frena, aunque la dureza tampoco llega nunca al desgarro. Lo que decía, ajustado a su objetivo, y yo que se lo agradezco: me apetecía una bélica que no me drjara del revés durante tres días.

    Y especial placer con las escenas de batalla entre tanques, el rollo naval al que te refieres, batallas piratas a cañonazo limpio, grado arriba grado abajo. Muy disfrutadas.

    Por cierto, no oía tantos cocksuckers juntos en pantalla desde "Deadwood". No me pude quitar a Al Swearengen de la cabeza en todo el rato.

  2. XD

    Pues no acabas de hacerme caer en que Swearengen contiene la palabra "swear"… ¿lo haría aposta mr. Milch?

    Pero no, yo creo que en este terreno el viejo Al sigue invicto, por mucho machote con tanque que corra por aquí…

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