Crítica de Country Strong
Es indisociable. Que música popular y sustancias de diversa índole tóxica/narcótica van de la mano es algo que se sabe, se acepta y hasta se espera. Sería ingenuo y directamente estúpido obcecarse en lo exclusivo del vínculo de la electrónica con las sustancias de carácter químico de todo tipo, qué coño. La cosa se remonta hasta mucho más atrás, incluso del «Sex & Drugs & Rock’n’Roll» que entonaba Ian Dury. No sé si hasta el momento en que los beats certificaron la alegre relación de los músicos de bebop con el torniquete de goma o qué, pero el caso es que la relación incestuosa entre puntería lírica y consumo (re)creativo emprendió una andadura fructífera que tuvo las paradas obligatorias donde y como todos conocemos. Caballo, maría, anfetas, coca, pegamento. Woodstock, Jamaica, Londres, Madchester, lo que sea. No soy ningún experto en la materia, ahí fuera hay incontables cantidades de estudios sesudos al respecto.
Pero las vidas ejemplares turbulentas en el mundo de la música también han tenido un fiel amigo, más anciano si cabe y más presente que todos sus compañeros «duros». Un clásico. El alcohol.
Así que lo de la artista de country enchufada a la botella, núcleo y motivación dramática de «Country Strong», es casi un ítem en sí mismo. El malditismo del intérprete de música de raíces regado en etanol es moneda de cambio en la americana. Y algo asumido para la directora Shana Feste. Tanto, que al final termina primando lo de «malditismo» sobre lo de «música».
Anotad esto en la columna «oportunidades de oro perdidas». Quien quiera buscar un acercamiento sólido, respetuoso y dramáticamente rico. Sucio de marrón, desgarrado y sonorizado por las catervas de gargantas en las que el humo y el alcohol se lían a hostias. Quien quiera buscar eso, que no lo haga en «Country Strong». Que aquí lo que va a encontrarse es una historia que apela al interés a grito pelado y con lo que se encuentra en cambio es con un ramillete de tópicos canturreados alegremente por un rectángulo amoroso de personajes que ya se presentan esquemáticos desde el principio de la película. La veterana que busca la resurrección de ave fénix tras haber estrujado toda su vida a través del cuello de la botella; la joven emergente que aún le falta neumático que quemar; el joven y sensible músico a las puertas del éxito masivo; el celoso marido semimalvado con un punto manipulador.
Tan adocenado como parece. O más. Porque a «Country Strong» le falta trote de batería y cerveza salpicando al estallar la pinta contra la barrera de protección del escenario. Y le sobran quilos de glee y eyeliner: Feste (o sus técnicos) mezclan con inconsciente desfachatez el country-pop de garrafón dixie chick con el espíritu de Hank Williams, encajando en una misma banda sonora -atención al movimiento de birlibirloque musical- a popes del género de la altura del propio Williams, Patsy Cline, Don Gibson, Roger Miller o los Wet Willie con continuistas del sonido Nashville (Lee Ann Womack, Trace Adkins, Chris Stapleton) y las kitschosas interpretaciones de Paltrow, Garrett Hedlund y Leighton Meester.
Oh, y no cantan mal los muchachos. Pero desde luego Paltrow no es Emmylou Harris ni Lucinda Williams (ni por supuesto Loretta Lynn o Patsy Cline, y ni siquiera Dolly Parton) y tampoco es que sea mucho culpa suya -que ella, esforzada actriz, interpreta con corrección-. Es más bien la bajada de gas que Feste ha aplicado desde su estimable debut («The Greatest»), su grimosa tendencia al apastelamiento (ridícula coda emocional, chicos y chicas) y su decisión de reflejar los USA más countryside desde una mirada tirando a pijotera: «Country Strong» debería haber roído raíz y en cambio termina lamiendo polvo.
Country de diseño y drama de manual. Hace buena a «Corazón rebelde«.
4/10
Qué grande Emmylou!
Veré la peli a pesar de la nota (y de la crítica que la he leído, eh!) porque me gusta el country y la Paltrow. Ya les contaré.
Qué grande 'sita' Parton!
Sí, tío, si a mí también me gusta el country y la americana (soy muy de Lucinda)… por eso NO te recomiendo la peli.
LA BSO tiene sus momentos, pero el síndrome OT que sufre la peli es de espanto…
Pero vamos, que cátala y luego nos cuentas, sí…
Salud