Crítica de Creation Stories
Irvine Welsh sigue a lo suyo. Y lo suyo es tirar del hilo Trainspotting, su más afamada novela y por la que se ha encasillado como el experto en los bajos fondos, las drogas, los excesos… En definitiva un retrato social del Reino Unido que ha acabado convirtiéndose en una suerte de saga multiplataforma y poliédrica a la que se suma, ahora, el guion de Creation Stories. El prisma es un poco distinto: en esta ocasión Welsh se centra en la historia real de Alan McGee, quien produjo a gente como The Jesus and Mary Chain, My Bloody Valentine, Primal Scream o, bueno, Oasis. Vamos, que sin él quizá el panorama musical hubiera sido diferente, así que no puede decirse que el protagonista de Creation Stories sea un perdedor de la calaña de Renton, Spud y compañía. Si acaso, la suya parecería una historia con premisa sacada de Acid House (el pirado compendio de relatos de Welsh). Pero la cabra tira al monte: quien haya oído hablar de las bandas mencionadas, sabrá que no son precisamente ejemplares. Excesos de todo tipo tardan en aparecer en la película prácticamente lo que los títulos de entrada en desaparecer. Y éxito monetario al margen, lo cierto es que McGee si es un fracasado, desde un punto de vista humano, a la altura del Spud de Trainspotting; qué casualidad que el actor sea el mismo…
La película, pues, vuelve a las andadas y en todos los sentidos. Un personaje evoluciona, y conforme más arriba llega más hondo toca, gentileza de los excesos. En una película que se va volviendo más y más loca con un montaje pirado, atronador y agotador. Recogiendo, en definitiva, el legado de un Danny Boyle que aquí ejerce de productor, poniendo a la dirección a un Nick Moran que bien podría ser un seudónimo. Y digámoslo ya: el rollo Boyle no le sienta nada bien. Sí lo hace al principio, puesto que consigue contagiar al espectador del vibrante panorama musical del que habla, de las emociones que siente el protagonista la primera vez que escucha a los Sex Pistols. Pero cuando toca adquirir profundidad, ese histrionismo audiovisual se acaba cargando todo atisbo de emoción. Más o menos como siempre que toca atender a estas fórmulas de cine espitado, vaya.
Ahora bien, la historia que cuenta es lo suficientemente interesante como para compensar su ausencia de sentimientos. Conforme van concatenándose nombres estelares con sus correspondientes hits atronando (hasta el punto de hacer, en ocasiones, difícil la comprensión del diálogo), es imposible rechazar la droga que Moran, Welsh y un perfectamente histriónico Ewan Bremner nos ofrecen. Y luego, pues a dejarse llevar por el viaje tocan. Un viaje a ritmo del Screamadelica y del Definitely Maybe, y que de repente se pasa al house. Que entrelaza planos y más planos en décimas de segundos, incluyendo filmaciones reales con dramatizaciones. Que emula los efectos de los alucinógenos y los hace responsables de los momentos de mayor lucidez de todo el respetable. El disfrute por el disfrute, el exceso por el exceso, puro rock ‘n’ roll, encantado de conocerse y sin apenas preocuparse por la moralidad del asunto. La única arenga que puede lanzar es básica, simple, certera: seamos siempre rebeldes. Y ahí sí, Creation Stories da en la diana.
Tómese pues como un concierto de aquellos a los que se va a disfrutar. Con un grupo que ni sea el mejor a nivel musical, ni emocional… pero que conecte con el público a base de cervezas o lo que usted prefiera. Se viene a sudar la camiseta a base de brincos, se queda uno atontado con el estrépito, pasa en un suspiro sin tregua entre tema y tema… y luego si te he visto no me acuerdo. ¿Complaciente? Es probable. Pero no me diréis que a veces esta clase de eventos no entra divinamente.
Trailer de Creation Stories
Creation Stories: un Trainspotting musical
Por qué ver Creation Stories
El chicle de Trainspotting se sigue estirando: Irvine Welsh firma un guion que recupera las bajezas humanas, en una película que bebe directamente de Danny Boyle. Pese a todo, su ritmo endiablado, la locura de su argumento y la cantidad de ilustres de la música decantan la balanza del lado positivo.