Crítica de Cuando todo está perdido (All is Lost)
Es curioso el caso de J.C. Chandor: su debut en largometrajes se saldó con una inesperada (¿por injustificable?) nominación al Oscar a mejor guion. Era Margin Call, película coral donde precisamente si algo hacían en ella era dialogar, y a una velocidad que haría las delicias de Aaron Sorkin, para explicar la crisis económica mundial. Pues bien, ahora propone Cuando todo está perdido y se olvida absolutamente de ello: un hombre, perdido en el mar con un velero que hace aguas y más solo que Sandra Bullock en el espacio, centra todo el interés de una película que es prácticamente muda. Claro, la importancia del libreto es aún mayor, pero no se me negará que el cambio de tercio quita el hipo como poco. Así que estamos ante un survival tipo hombre versus naturaleza muy en la línea tanto de Gravity como de La vida de Pi, pero sin el factor extravagante de sendos ejemplos, y por tanto con la imperiosa necesidad de compensar tal ausencia con un actor capaz de echarse la aventura a sus espaldas. Y por muy cascadas que estén las suyas, nadie como Robert Redford para dicha tarea. A sus casi 80 primaveras, y que nos perdone Chandor, el de El golpe es el principal responsable de que la cosa haya salido bien.
Lo cual no significa que el responsable del film se mantenga al margen de los parabienes. De muy poquita cosa (un buen día, un hombre que navegaba en su velero despierta con un boquete en su casco) es capaz de hilvanar una producción dinámica, ágil y moderadamente entretenida, sin llegar a las cotas del Capitán Phillips de Greengrass pero jugando con habilidad las cartas, bien distintas, que tiene a mano, y que conforman una evolución que parte de la irrelevancia para llegar igualmente a ese momento de desesperación que menta el propio título. Así, el primer encontronazo de nuestro hombre con la tragedia que se le viene encima es sumamente racional, como racionales son las medidas que adopta para buscar una solución. Se le ve habilidoso en materia de navegación, por lo que hasta cierto punto, el espectador adopta la misma expresión de circunstancias que ve en pantalla mientras piensa, todos a una, en la mejor forma de actuar. Pero es una pelea desigual contra las inclemencias de la naturaleza, y a medida que ésta se las va poniendo putas, tanto el personaje como el público van reconociendo la cada vez más difícil situación en la que se encuentran.
Para lograr semejantes cotas de empatía, la cámara de Chandor tan sólo se aleja más de un metro de Redford en contadas ocasiones. ¿Para oxigenar? Nada más lejos: más bien para mostrar actualizaciones, para mal, del desigual tablero en que se juega la vida. Por lo demás, sigue bien de cerca a su protagonista, cuyo semblante (y condición física) va mutando conforme todo se va perdiendo. Progresivo derribo al que se suman todos: desde tormentas y tiburones a un cineasta que a veces parecería estar regodeándose en la miseria del hombre, a una banda sonora cuya presencia puntual remarca un poco más la desgracia. Y luego está Redford, quien hace que la mezcla tenga el éxito que busca. Al principio ya cuela como adorable abuelo que se ha ido un fin de semana (por ejemplo) a realizar su hobby. Pero el proceso de cambio por el que pasa su personaje se antoja tan creíble, tan medido y sutil, que bien pronto llega uno a olvidarse de estar viendo a una de las últimas leyendas vivas del cine, tal es su entrega en esta lucha por la supervivencia.
Sumando todos los elementos, queda una propuesta que acaba dando en la diana. Busca un estado anímico muy concreto, alejado al principio de grandes dramas para llegar a ellos más tarde, y sólo tras haberse asegurado de haber eliminado del protagonista (y de nuevo, de la platea) casi todo resquicio de esperanza. Y lo consigue. Y a su vez quiere promulgar una nueva disertación sobre la nimiedad del ser humano ante la naturaleza. Y también lo consigue. Aunque se le pueda achacar cierta falta de agudeza crítica o, mejor dicho, un aire de superficialidad que a su vez conlleva la ausencia de momentos de verdadero auge emocional (clímax aparte), Cuando todo está perdido garantiza un entretenimiento completo (pese a su condición de cine mudo que de seguro asustará a más de uno); es una propuesta con nervio, de aquellas con la etiqueta de colocarle a uno el corazón en un puño. Y oigan, yo tampoco es que le pidiera mucho más…
7/10
Y en el Blu-Ray…
Edición espectacular la que nos presenta la Universal en formato Blu-Ray, no por el contenido adicional de la misma sino por la propia calidad a nivel audiovisual de la alta definición. Grabada con cámaras digitales, la película se adapta a la pequeña pantalla a las mil maravillas, con una imagen clara y nítida, de colores naturales y potentes. Por su parte, el audio también recibe un mimo excelso en su transformación a disco, con un master DTS-HD 5.1 en versión original que le pasa la mano por la cara a la versión española (modificada para un doblaje de a lo sumo un par de frases). Con todo, sensaciones óptimas para volver a disfrutar de tan claustrofóbica (¡quién lo diría!) película.
Lamentablemente, los extras se limitan a tres capsulitas de menos de cinco minutos cada una, tituladas All is Lost: la historia, El actor: Robert Redford, y El director. Poquita cosa…
Hay que ver lo parecido que es el cartel con el de la película franco-hispana "En solitario", aunque sea un detalle del mismo.
pues ríete, pero me da a mí que parte de los motivos por los que nos llega con tanto retraso pasan precisamente por lo parecido del cartel (y de la propuesta en sí, claro xD)