Crítica de Cuenta atrás

El director Fred Cavayé parece seguir un criterio que de tan obvio y de tan simple a menudo parece ser olvidado, si no directamente ignorado: a veces el trabajo vale con estar bien hecho. Y quién quiere complicarse la vida cuando lo mejor que podría hacer es manufacturar un producto competente y resultón en su campo, algo que no revolucione ningún ámbito expresivo ni vaya a cambiarle la vida a nadie; algo que, simplemente, funcione desde la sabia utilización de las herramientas y mediante el respeto intrínseco (a sí mismo) y extrínseco (al público).
O sea que Cuenta atrás es una de esas películas que da lo que promete, y lo que promete es una producción bien elaborada, narrativamente eléctrica, de ritmo taquicárdico y trama negruzca. Y canto en los dientes, oigan, que esto ya es bastante, especialmente teniendo en cuenta la capacidad de Cavayé para no destensar la cuerda en ningún momento, para no dar pábulo al aliento y para no bajar la guardia con concesiones ni distensiones.

Aun partiendo de la mejor tradición del polar (esto es producto de género francés, tenía que beber del polar), esto más bien sincroniza su biorritmo a un tictac casi oriental (Johnnie To, Tsui Hark, Na Hong-jin, escoged) en un juego diabólico en el que Michael Mann y el Polanski de Frenético se lían a bofetones, y donde la trama va progresivamente alambicándose con la aparición de facinerosos, maleantes, corruptos, ajustes de cuentas turbios y trapicheos diversos. Y, claro, en medio de todo eso un pobre hombre aparece atrapado en el torbellino: Samuel (Gilles Lellouche) enfermero anónimo cuya esposa embarazada (Elena Anaya) es secuestrada para que él extraiga a un tipo que acaba de ser ingresado en el hospital donde trabaja. A partir de ahí se desata el frenesí para un tipo absorvido y superado por una realidad a la que no pertenece, la pesadilla kafkiana (Kafka puesto de anfetas, vale) en jungla de asfalto. Esto es puro thriller urbano en un suelo hostil en el que parece difícil sentirse cómodo. Todo para Samuel puede resultar una amenaza, todo un paso en falso, un desliz que conlleve la muerte de su esposa. Y por consiguiente, el disparo de adrenalina se sirve directo y como plato frío.

En resumidas cuentas, Cavayé logra partir de unos principios mínimos (donde apenas se lía a circunloquios sobre la situación de sus personajes y los porqués de todo el embrollo), aun tratados con mimo, para desatar la tormenta en el mínimo tiempo posible -entra en harina rápidamente- y componer una pieza furiosa, trepidante y rasposa donde poco a poco, y sin perder contacto los pies del suelo (el secreto: cariño por el personaje principal), van sucediéndose las revelaciones y los giros de guión. En escalada pareja, claro, a las aturrullantes set-pieces de acción que componen su espídico devenir con el único objetivo de no dar apenas lugar al descanso.
En otros términos, el director apuesta por una realización espartana en la que no caben los grandes artificios pero que siempre resulta bien mesurada. Sin grandes ideas originales, pero con una tensión muy, muy bien llevada gracias, principalmente, al manejo de los espacios y el desasosiego creado a partir del entorno, que parece comprimirse sobre sí mismo en las secuencias de violencia a bocajarro o expandirse en los momentos de pura «caza del hombre». Admirable a este respecto las secuencias en el metro de París, en el hospital, en la comisaría, en cada una de las pequeñas habitaciones donde pueda desatarse un infierno de ruido (la banda sonora de Klaus Badelt merece parte de los laureles) y furia. El poder de los ambientes urbanos oscuros, caóticos y asfixiantes.

Total, un bofetón que tan rápido se va de tu vida como ha entrado en ella, pero en la que deja un dolor reflejo, una considerable sacudida emocional (quizá sobraba ese epílogo) a través de poco más de 80 minutos de carrera frenética que, además, debe hacernos recordar que de vez en cuando un buen cine de género es posible en Europa. Y sin que ello implique renunciar necesariamente a la capacidad del medio para emocionar y entretener. Buena nota podrían tomar Pierre Morel o Gérard Krawczyk.

7/10

Por Xavi Roldan
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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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